Quijotes desde el balcón

domingo, 13 de diciembre de 2015

¡A CABALLO!





A caballo impartiendo justicia; reclamando el país con Alicia. A caballo sin discriminarnos, a caballo total para amarnos ... (S.R)
(Foto: Raúl Góngora. Noviembre en Madrid)
  


  - ¿Estás segura que quieres quedarte un rato más, María?- Le preguntó Antonio. Un poco harto de mover maletas durante más de 15 horas, atravesando medio mundo para llegar hasta el sitio elegido "por ambos" (primeros atisbos de quien iba a sujetar la sarten por el mango en esa cocina, a la que lllaman matrimonio, en la que se habían embarcado hace tan solo unos días). - ¡Por supuestos Antonio!- contestó ella. - Vamos a estar por aquí tan solo una semana y no podemos desaprovechar ni un momento de las maravillas que nos ofrece este lugar; este hotel y sus alrededores
Antonio respiró, de dentro hacía más adentro, y la fugazmente en la boca en ademán de total complicidad con la mujer con la que pasaría el resto de su vida.
La noche se había asentado con fuerza en el cielo de Miami, y Antonio sujetaba con fuerza su tercera cerveza para no caer dormido sobre la vela que decoraba el centro de la mesa de aquella maravillosa terraza de hotel en primera linea de playa. María iba por su segundo mojito, y hacía rato que ni parpadeaba observando aquellos dos cubanos bailando salsa con aquella impresionante mujer. María, tal vez imaginando el roce del fuego que escondían aquellos finos pantalones blancos de los bailarines, y como se apretaban uno por delante y otro por detras para sincronizar una especie de paso parecido a un ciempiés borracho, pero lleno de sentido y una rojiza armonía, estaba ya empezando a sudar. La humedad tremenda de aquel sitio, le dijo. 
Tras un paso fugaz por la ducha, y sin esconder nada por fuera, solo ella sabía lo que llevaba por dentro, se acercó al oído de Antonio y unos cinco segundos después Antonio resopló y le dijo - ¡María, no puedo ya hoy ni con mi alma, mañana rematamos! Y se puso un antifaz de esos para dormir que hay en la mesita de noche de algunos hoteles y no volvió a pronunciar palabra. Unos minutos más tarde, el agua de la ducha de nuevo comenzó a caer.

Antonio había salido a correr temprano, dejando una nota a María en su escritorio: ¡Estoy corriendo, vuelvo pronto. Pilla una buena mesa en la terraza para desayunar! 
Al inicio del buffet, en las bandejas de frutas exóticas se topó de frente con uno de los bailarines de la noche anterior; Samuel ponía en su plaquita, era el encargado de reponer aquella parte del buffet. - ¡Buenos días!- le dijo María, ya atavíada con ropa propia del lugar, de esa en la que el porcentaje de imaginación mengua para dar paso a la dulce realidad, - ¡Me encantó la forma en la que bailabas anoche! ¡Eso no era simple salsa, era algo más, mucho más! ¿Trabajas aquí todo el día entonces? - Preguntó María, esperando con una sonrisilla de complicidad la respuesta afirmativa de aquel bombonazo bañado en azucar de caña que la iba a acompañar durante aquellos días. -¡Si, si... trabajar aquí es todo una suerte, durante el día soy camarero, estando en contacto con mujeres tan lindas como usted, o no tanto, y durante la noche me pagan por bailar, otra de mis pasiones y con la que siempre me he podido sacar algunos dólares! El mar fue un cruel desierto mojado, ya que perdí algunos amigos de la infancia, pero estar aquí y ahora está siendo el maná que todo cubano inquieto y con ambición está buscando!
María no paraba de humedecerse los labios y tragar saliva a cada palabra que aquel latinazo le decía. Los clientes tenía que pasar por detrás de ella y seguir su camino en aquella especie de buffet de desayunos improvisado junto a la piscina, ya que veían que aquella guapísima española recién llegada no se despegaba de Samuel.

Cuando Antonio se sentó a desayunar, María estaba mirando, sin fijar la vista, a la zona de las palmeras, y haciéndo circulos con el dedo a unos sobres de azucar que había vaciado en el platillo del café. - Parece que aún no te has espabilado ¿eh?- le dijo Antonio. - Te tenías que haber venido a echar unos kilómetros de running por la orilla de la playa conmigo. (María llevaba más de media hora corriendo pero sin moverse de su silla, sobre los muslos y las abdominales de aquel regalo de bienvenida que le había dado el hotel desde la primera noche) 

Fueron pasando los días, y Antonio le cogió el gusto a hacerse unos kilómetros cada mañana por la playa, cada día llegaba más lejos, y tardaba más en sentarse a desayunar, y María cada día salía unos minutos antes dirección al desayuno, pero pasando antes por el "cuarto oscuro" donde se guardaba la fruta fresca, su fruta fresca.

La semana estaba ya llegando a su fin, y María estaba ya elugubrando medidas desesperadas a aquel viaje, ¡y que viaje!, en el que se había embarcado desde su tercer día de estancia en Miami. 
-¿Cómo podría conllevar esto?, ¿Qué hago?, ¡Jamás me había pasado algo así! - se repetía, por dentro, a cada minuto. El caso es que faltaba un día para dejar el hotel y ella no estaba dispuesta a renunciar a aquel oasis continuo en las dunas de un matrimonio en Madrid; con un hombre de negocios, ambicioso, y sin descontroles ni extravagancias como las que le podía ofrecer aquel latino multiusos que en tan solo unos días le había regalado orgasmos que estaban a años luz de sus conocimientos sexuales.

Aquella tarde, después de comer, y al entrar de nuevo los recién casados en la habitación, María, mirándose fijamente en el enorme espejo del cuarto de baño, comenzó a llorar, en silencio al principio, pero forma ahogadiza después. Antonio la abrazó besándole el hombro y le dijo. - ¡Si mujer, a mi también me da pena dejar este sitio, este hotel, y estos buenos días que hemos pasado, pero no es para ponerse así, ya haremos alguna vez un viaje parecido! - ¡Viajes, qué sabrás tu de lo que es un buen viaje! - le decián a María sus adentros. 

Al día siguiente. Ya embarcando los pasajeros, era el turno de Antonio y María, llevaban una maleta grande cada uno y un bolso de equipaje. Justo cuando la azafata rasgó por la zona marcada el billete de vuelta de Antonio y este estaba ya andando hacía el tunel del avión, María comenzó a andar hacía la salidad de la zona de embarque. Antonio se percató cuando justo acababa de saludar a la azafata que hay en la puerta del avión. Miró hacía atrás, y al ver que no venía retrocedió por el tunel hasta donde las azafatas de la puerta de embarque estaban cerrando ya el acceso al avión. - ¡Esperen, que falta mi mujer!- les dijo. Y la azafata de embarque, de unos 45 años, bajita y con acento cubano le dijo: - ¡Nos ha dado este sobre para usted!- ¿Cómo? ¿Pero dónde está comenzó a gritar Antonio a la azafata?- ¡No sé caballero, eso no es asunto nuestro, el avión va a despegar en unos minutos! - Antonio abrió el sobre: - ¡Sube al avión de vuelta, yo me he bajado hace unos días del vuelo que me ofrece este matrimonio. Lo siento Antonio. Lo siento. No me busques! - ¿Cómo?... ¿Cómo? - Gritaba Antonio a pie de embarque y alzando la vista entre la multitud para ver si la veía. -¡Maldita puta de mierda! ¡No me puede hacer esto a mi! - ¿Sube?-  le dijo con voz suave de nuevo la azafata.- ¡Qué ta calles! -  le gritó de forma alargada y con todas sus fuerzas Antonio. Acto seguido dos armarios empotrados vestidos con traje y camisa lo cogieron cada uno por un brazo y le pidieron amablemente que los acompañara. Tras prestarle declaración, lo embarcaron, a media tarde, en el siguiente vuelo hacía Madrid.

María, había tomado una decisión, y ya estaba moviendo hilos para que nada se desquebrajara. Agotaría el plazo legal de estancia que puedes estar en Estados Unidos (dos meses) a modo de vacaciones. En ese periodo de tiempo, y sabedora de toda la mierda desde la familia de su marido y desde la suya propia que se le venía encima, realizaría los trámites pertinentes con su madre, era la única que María sabía que nunla le fallaría, y que, trabajando en un prestigioso bufete de abogados de Madrid desde hace años, abriría una puerta para el giro radical que había tomado su vida. Samuel llegaría a Madrid con un contrato bajo el brazo como monitor jefe de bailes latinos del gimnasio que había en la planta baja del mismo edificio del bufete de su madre. Eran muchas horas echadas en el se gimnasio durante años por casi todos los miembros de ese bufete, como para que el propietario pusiera alguna pega al "mínimo" favor que le pidieran.
¡Ya está! El sueño de una vida mejor de Samuel seguía su curso! y el ascenso del río cuesta arriba, a contracorriente, en modo salmón en el que se había adentrado María también.

Pasaron unos años, y la sangre latina de Samuel, ya hacía "sudar" a muchas clientas habituales del gimnasio. Algunas de ellas, adineradas accionistas del buffete donde trabajaba la madre de María. De ahí que ésta se enterase del festín que se pegaban sus amigas en el gimnasio con el nuevo "morenito", y claro está, acto seguido se enterara María de que tenía como pareja al cubano más promiscuo de todo el centro de Madrid. 

Han pasado 7 años de aquello. María, trabaja en la planta alta del buffete, como una de las tiburonas más sanguinarias a la hora de defender casos de separaciones, divorcios y anulaciones matrimoniales. "La pela pollos" la llaman sus compañeros (a sus espaldas, claro está), por su fama de desplumar hasta el último céntimo del  marido que atranque con ella en un caso de divorcio, o separación matrimonial sea del tipo que sea.




                                                    Perder las alas es, en ocasiones, la mejor forma de renacer.                                                                                                        (Foto: Raúl Góngora. Noviembre en Madrid)



Atrás quedaron brotes de subjetividad pasional: horas y horas de un placer que jamás había sido capaz de describir, adicción total a aquel hombre, en definitiva, errores con mayúsculas, como los llamaba ella ahora. Ahora mandaba ella. Los únicos hombres que pasarían ahora por su vida, le costarían  a María, una vez por semana, unos doscientos euros la hora. Y la única huella que dejarían en ella seríe un simple registro en su cuenta bancaria.
Madrid es una ciudad en la que una mujer con la palabra "realidad" tatuada en su mente cada mañana, puede reconducir todas sus ex-pasiones de la manera más racional y directa.

Tras el despido inmediato de Samuel del gimnasio, eso no iba a quedar así, claro está Y la inminente extradición a Cuba, por incumplimiento de contrato, fraude y uso indebido de la empresa para la que este trabajaba, María cerraba su círculo sentimental para siempre.

Si de algo no se arrepiente es de haberse convertido en la carnicera en la que se ha convertido en el mundo de los despachos judiciales y buffetes de abogados. La vida le pegó un pequeño y dulce bocado que al tiempo se volvio agrio y venenoso. Y ella le ha devuelto una espada afilada cada mañana a golpe de batalla judicial.



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