...el polvo acomodado de los calores pretéritos... |
Me escondí para que la lluvia no me alcanzara. Era jueves, era mayo. En el cristal se estampaban las perlas de agua, cansadas de ir y venir entre los hierros de los barrotes de la ventana baja. En el quicio, el polvo acomodado de los calores pretéritos, tan efímeros como esquiva la primavera, se adornaba caprichosamente, dibujándose a sí mismo en la humedad, resistiéndose, como mayo, a ser borrado del calendario para siempre.
Y el polvo se fue, y con él mil gotas de lluvia que marcharon a posarse... en otra parte, lejos de allí. Seguía siendo jueves. Y el ritmo de aquella lluvia cambiaba, como lo hace el ritmo del tambor tañido por manos pequeñas. Ora cansadas; ora pletóricas. Ya no eran perlas las gotas de mi ventana baja, sino regueros, que caprichosos descendían por el cristal para encontrarse con ellos mismos. Allí, abajo.
1 comentario:
¡Muy bueno "doblemente negado" caballero!
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