Quijotes desde el balcón

lunes, 27 de marzo de 2017

Gnosia

por Nono Vázquez

No abandones tu rumbo. Sigue siempre el designio de Corona Borealis, no pierdas de vista a Alphecca, la también llamada Gemma, y no mires atrás. La tierra que tú conociste como tuya ya no existe...
No abandones tu rumbo
Con estas palabras en la cabeza, Laethy se debatía soñolienta, presa de un intenso y empachoso mareo que le estremecía la cabeza, sí, pero que extrañamente le entumecía los brazos y las piernas. Tendida en una estrecha camilla, intentaba moverse pero su cuerpo parecía ser atraído hacia aquel armatoste con una fuerza que poco o nada tenía que ver con la gravedad vagamente recordada por ella. Cuando un cuerpo se somete a la ingravidez, parece pesar más en la vuelta al campo, pero aquello era diferente. Extraño. Para colmo, su boca le destilaba un sabor también desconocido, a medio camino entre el agrio del vinagre y el amargo de un café demasiado cargado. Definitivamente, Laethy se encontraba sumida en una densa resaca de la que solo podía extraer en claro aquellas palabras.

Y la luz. No era una luz proveniente de un punto. Lo envolvía todo, con limpieza. Era una luz blanca, perfecta, que impedía ver con claridad ningún objeto que le dejara tomar una referencia. Solo un aparato situado a su lado emitía un pitido periódico, que Laethy identificó como un monitor cardíaco, porque en un silencio estremecedor ella podía notar su pulso y los latidos de su corazón acompasados a la máquina. Pero no fue capaz de identificar los símbolos que en ella aparecían parpadeando. Fue cuando cayó en la cuenta de que ni siquiera recordaba quién era y, al intentarlo, vio que no era capaz de articular palabra alguna; no tenía recuerdos más allá de aquel puñado de palabras agolpadas, acaso deslavazadas y provenientes de un mensaje fracturado. No tenía manera de explicar nada, porque tampoco tenía nada que explicar. Laethy era un cuerpo sobre una camilla, pero nada más. Cerró los ojos y quedó atrapada por el sueño, y con él llegaron de nuevo las enigmáticas palabras.

No sabía cuánto permaneció así, porque incluso el tiempo parecía distinto. Cuando un cuerpo viaja a velocidades próximas a la de la luz, el tiempo se distorsiona y sus efectos son notables, pero la teoría de la relatividad especial se había borrado de su mente. El que había sido su campo principal de estudio, su vida entera desde que cumplió diez años, se había ido al limbo y ahora tenía un único objetivo en la vida: recordar quién era, de dónde venía y cuál era ese destino localizado en una estrella remota de la que no había oído hablar, o eso creía.

Tras esas horas, minutos o milenios, Laethy se estremeció al notar el contacto de algo parecido a otra piel sobre su brazo. A duras penas consiguió incorporar mínimamente su cabeza y percibió lo que ella identificó con una mano, similar a la suya, pero de solo tres dedos largos y desprovistos de falanges. Cuando sus ojos fueron adaptando la cantidad de luz, tras esa extremidad deforme apareció una figura extraña. Laethy no sintió miedo, también le había desaparecido. Balbuceando, logró sacar de su boca una pregunta:
- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy y quién me habla? No recuerdo nada y...
- No te preocupes -Laethy percibió aquella invitación a la tranquilidad en su cerebro, y reconoció la voz que le hablaba en su borrachera, pero aquel ser no emitía sonido alguno-. Estás a salvo, y ahora debes iniciar tu aprendizaje. Comenzarás a recordar muy pronto. Hemos tenido que intervenir en tu mente. Tu viaje no ha sido algo normal y ahora te tienes que reponer.
Laethy no deseaba otra cosa que hacer desaparecer aquel mareo, era demasiado para ella. A duras penas volvió a preguntar:
- ¿Qué viaje es ese? ¿Eres tú quien me habla? Es todo lo que recuerdo, un rumbo, hacia un lugar llamado Corona no se qué, la estrella Alphecca, la también llamada Gemma y esa voz.
- Es un residuo -le repuso la criatura en su sistema telepático-. Necesitabas una referencia, algo que te permitiera acabar si nuestro remolcado hubiera fallado. Por suerte no ha sido necesario y tu recomposición molecular ha sido un éxito.
- ¿Recomposición molecular?
- Estás en el lugar que conocéis como Gnosia, también le dais el nombre de Alphecca o Gemma. Desde tu hogar, ocupamos parte de la constelación Corona Borealis y has recorrido más de setenta años luz, como tú los llamas, para llegar hasta aquí. Nuestro remolcado no es más que una desintegración e integración posterior. Pero tranquila, está acabando y todo va bien. Lo último en llegar son los recuerdos, pero llegarán.
- Pero -Laethy empezaba a recomponer-, solo eran cálculos de probabilidades. No llegué a comprobar nada.
- Tú sabías de nuestra existencia, nos descubriste desde allí y contactaste -la voz de aquel extraño anfitrión parecía estimular la carga de recuerdos en Laethy-. Conseguiste alcanzar la velocidad máxima y gracias a ello abriste una puerta en el tiempo, que nos permitió remolcarte antes del desastre.
- ¿Qué desastre? Recuerdo un gran temblor.
- Tus experimentos con el acelerador lo provocaron, Laethy. Desafiaste la física de tu mundo y hoy ese lugar ya no existe. Solo algunos, los más hábiles para entender cada entresijo, habéis podido salir de allí con rumbos diferentes. Este ha sido el tuyo. Ahora reposa; tienes una nueva civilización que crear. No temas; no es la primera vez. Hace mucho tiempo, algo parecido ocurrió en tu mundo y la vida continuó. Descansa.
Laethy cerró los ojos y dejó que todos sus recuerdos se volvieran a alojar en su mente. Había una civilización hundida que olvidar, aunque sería difícil, porque nada desaparece sin dejar rastro. Nunca.

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