Quijotes desde el balcón

domingo, 31 de marzo de 2019

LENA NO BAILA TANGO



                                                            “Quienes no se mueven no notan sus cadenas”
                                                                                                                               (Rosa Luxemburgo)












Sus lágrimas englobaban todas las lágrimas de orgullo, escalones manchados de barro ajeno y prejuicios que todas las mujeres, como ella, habían tenido que atravesar para estar donde están. Incluso esa noche, recogiendo el premio Príncipe de Asturias de la Concordia por sus numerosos estudios y publicaciones sobre Perspectiva de Género* en el Mundo Laboral, no se le iba de la mente su guerra, como ella lo llamaba.



Elena, Lena la llamaron siempre, se crio agarrada al delantal de su madre; entre sartenes y grandes ollas de la Taberna El 22 en Granada. Allí, al voltear el callejón empedrado que subía por detrás de la Plaza de San Gregorio, comenzó a conocerlas. Escondidas de los que ganaron la guerra, si es que en las guerras hay algún ganador real, Lena comenzó a probar la suavidad de otros labios, a reconocerse y disfrutar del placer de otras escondidas como ella.

Aún en plena dictadura franquista, la Taberna El 22 siguió ofreciendo vinos y tertulia a toda clase de clientes. Aquel lugar mantenía una ambigua neutralidad. Azules, rojos, y blancos iban pasando por allí y disfrutando de los maravillosos callos con garbanzos que cocinaba su madre o de aquel vino de naranja, especialidad de la casa, que tan alegre entraba y tan pronto efecto surgía.
La madre de Lena supo sacar provecho de aquel trasiego de personajes y altos cargos militares que paseaban por la zona sin dejar de hacer un alto en aquel pequeño local. Así, Lena, estaba presente en la rutina diaria de esta gente importante. Le consiguieron plaza para estudiar primaria en un colegio de prestigio, junto con algunos niños de familias del régimen. Lena sacó una de las notas más altas de su instituto. Ella, en plena ebullición adolescente, tenía muy claro que psicología sería su rama; a pesar de la insistencia de su madre y de su abuela en que esa carrera no la llevaría a ningún lado. Lena tenía la necesidad de estudiar y explicar al mundo las diferencias de género, evolución y comportamiento y la naturalidad de éstas. Tras largos años en el limbo de las carreras educativas, por fin la facultad de Filosofía y Letras comenzó a impartir psicología. Lena que había estado ya indagando y aprendiendo la materia por su cuenta, iba a años luz de los perennes de mente que aún tropezaban con el sinfín de posibilidades que ofrecían este tipo de estudios. 

La forma de ser de Lena, sus sentimientos, sus deseos y su propia manera de expresarse, aún estaban vigilados con lupa en aquellos años en los que el cambio ya se palpaba y se necesitaba. Lena estudiaría con más ahínco que nunca; bucearía en los efectos de la desigualdad de género y sus consecuencias y basaría toda su posterior investigación en cambiar ese papel social y ayudar a las mujeres a las que la brecha de paridad en materia laboral habría afectado hasta tambalear sus propios principios. Lena, aprovechó sus privilegios académicos universitarios para viajar por países europeos algo más avanzados en temas de perspectiva de género y también viajó al extremo opuesto; a países donde las mujeres son simples trozos de carne al servicio del hombre. Así, al cabo de los años, sus terapias, conclusiones, y publicaciones, comenzaron a tener calado en la España laboral en ebullición de los años 80, incidiendo también a nivel internacional. Muchas de las grandes corporaciones y firmas mundiales comenzaron a aplicar sus teorías en materia de paridad laboral; incrementando beneficios empresariales y satisfacción en sus trabajadores al mismo tiempo.
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Lena, se acercó al borde del escenario donde el joven príncipe estaba entregando los prestigiosos galardones e hizo que Brigitte, su pareja desde que estuviera ampliando estudios en Francia; una mujer alta de pelo oscuro y camisa y pantalón negros, se acercara a ella. Aquella fue la primera vez en los premios Príncipe de Asturias, donde una pareja homosexual se besó ante las cámaras que retransmitían el evento para decenas de países, sorprendentemente levantando a todo el público de sus asientos y llevándose la más larga ovación que se recuerde en aquellas solemnes entregas de premios.

¡IGUALDAD! –Gritó Lena
¡ÉGALITÉ! –Gritó Brigitte.



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De acuerdo con la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la perspectiva de género se refiere a la metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género.

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