Quijotes desde el balcón

sábado, 9 de noviembre de 2019

Nada peor (Por ANÓNIMO)



La angustia se apoderó de ella


Notaba que su respiración se entrecortaba, que le resultaba muy difícil aspirar el aire por la nariz. Abrió la boca y aspiró una bocanada de aire que hizo que le doliese el cerebro, y esto la obligó a abrir los ojos.

Tras varios días ya se había acostumbrado a la oscuridad de la habitación, por lo que no le resultó muy difícil adaptarse a la escasez de luz. Supuso que ya sería una hora cercana al mediodía, basándose en la tenue, aunque brillante, luz que se colaba por el pequeño y único agujero del que disponía la habitación. Bueno, en realidad no era el único agujero, pero la puerta nunca se abría, y por ello no la podía considerar como tal.

Se enderezó poco a poco y con dificultad, y durante el transcurso de esta acción sintió humedad en su mano izquierda, y lo recordó. No existe nada peor que darse cuenta que tus horas están contadas.

Los cortes subían desde su muñeca izquierda hasta casi el codo. La sangre manaba lenta aunque constante, y goteaba al llegar a la yema de sus dedos índice, corazón y anular. Cloc, cloc, cloc,… constante, continuo, irreparable. Sintió que la habitación se oscurecía. Repito, no existe nada peor que darte cuenta de que tus horas están contadas.

Volvió a intentar ponerse de pie y, conforme se levantaba, caía. Se sentía débil. Quizá debido a la pérdida de sangre. Sin el quizá. Seguro. Alzó la mirada al techo y respiró. Se sentía mareada, encerada, angustiosa, y aun así, su respiración no volvió a entrecortarse. Miró a cada una de las cuatro esquinas de la habitación, sin tener motivo, por el mero hecho de no mirar como la vida se escapaba por los cortes de su brazo.

Miró de nuevo el brazo, y al mirarlo, le llegó el hedor. Podrido. Muerto. Tiró, con las minúsculas fuerzas que poseía, pero fue inútil. La cadena que la sujetaba era mucho más fuerte. Acurrucada contra la pared se dio por vencida, y mirando a las esquinas de la habitación vio figuras salir de las tinieblas y acercarse a reclamar su presa. Ella.

Todos hemos visto figuras en la noche, no es necesario el delirio de un moribundo para que nuestra imaginación se desborde y nos haga pasar un mal trago. Pero en este caso, eran tan reales que podía sentir su tacto al acariciarla. Y, al mismo tiempo tan ficticias que no tenían rostro, o, no podías contar los dedos de sus manos ni determinar el color de su piel. Solo podías sentirlas, saber que estaban. Dejarte llevar por el escalofrío que recorre tu cuerpo. Tu espalda. Tu nuca.

Tal vez ya se había hecho de noche, o quizá se acercaba el final. No importaba. Y si al mismo tiempo. Cerró los ojos, y entonces fue cuando realmente sintió miedo y su respiración se aceleró…




Ella se cayó de su cama, gritando, y agarrándose la muñeca izquierda con fuerza. No había cortes, no había sangre. No había muerte.

Se levantó aturdida y recordó. La escapada rural solitaria le ayudaba a relajarse de día, pero por la noche seguía teniendo el miedo que sienten todas las personas cuando están solas. Decidió bajar a tomar un vaso de leche y después intentaría volver a dormir.

Entonces un escalofrío recorrió su nuca cuando escucho los pasos acercarse subiendo las escaleras.

No existe nada peor que darte cuenta de que tus horas están contadas.


"pero la puerta nunca se abría..."


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