Sigiloso me empuja el viento
y lo veo,
vómito de cemento
que no da el pego entre las rocas
más arcaicas de la joroba.
Subida en el camello
como el mar muerto
pero de miedo, muerto pero me entrego,
porque visualizo que mis manos son garras
para zafarte de mi cuello.
Asciendo y contemplo
todo aquello que las nubes
quieren ocultar.
Un cielo como el mar oscuro y profundo
entre antenas y radares
esta es la era digital.
Titanes habitaron las cuevas
escondidas tras la encina
y sin cables ni fibras
más allá que la del bambú
te hablan entre sueños...
Y quién eres tú?
Ese cerebro lleno de
angustia imaginaria
porque lo tenemos todo y
no sabemos lo que nos pasa
y al final se ha vaciado el sentido
y ahora está lleno de bellotas
que se volvieron vanas.
Los gemelos pican
escuece el peso de todo
lo que queda por hacer
y me escapo por la puerta
para subirme por la cuesta
y no parar hasta llegar a aquella piedra,
justo esa, la que conecta con la fibra
de la esperanza.
Justo esa piedra y no otra,
con la que me doy en la punta del zapato
para hacerme vacilar.
Justo esa piedra y no otra,
aquella que arrojaron
para hacerme sangran la boca
y que solo me hizo cantar.
Y es que allí
y también aquí, en la membrana
del tambor verde;
es donde conecto con la fibra de la esperanza.
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