Quijotes desde el balcón

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El lobo gris



Relato de Enrique Hinojosa
El lobo gris siempre aparece con una rosa entre los dientes. Te tienta y no te deja respirar. Logra que te pierdas, te saca de tu mundo y te adentra en el suyo. Una vez en su territorio, se acerca y te entrega la flor. Es imposible negarse a aceptarla. Te posee. Las espinas pronto hacen brotar la sangre de tus dedos, y eso despierta su instinto y hace que sus ojos brillen bajo la Luna.  

Sus ojos te aconsejan: Corre, tienes una oportunidad ¡No mires atrás!. Sabes que tus dedos sangrantes te delatan, pero agradeces el favor y huyes corriendo. El lobo gris te da ventaja, te hace pensar que puedes escapar, y por un momento parece que te alejas. Le pierdes de vista, y te confías.  

No necesita verte: Él puede escuchar tus apresurados latidos cobardes y eso le es suficiente. El lobo gris trota tras tus pasos atolondrados, seguro de su éxito.

En tu carrera, intentas sopesar tus opciones: esconderse sería inútil. Enfrentarse, totalmente infructuoso. ¡Correr! -piensas, ...y corres. Corres y te alejas, pero tu corazón se acelera, y el lobo gris te escucha cada vez más cerca. Ese es el momento en el que olvidas a tus dioses, ahora sólo confías en tu habilidad para escapar. Te ves cobarde. Y corres. A lo lejos escuchas ulular a una lechuza blanca, pero sabes que no te busca a ti, sabes que tu problema sigue tus pasos. Sigues corriendo.

Cuando estás agotado, con el sudor mezclándose con la sangre ya reseca de tus manos en un ungüento de textura incierta, te detienes y miras hacia atrás. Entre las sombras, a lo lejos, ves la silueta estática de tu cazador, observándote. Él no está cansado, pero crees que ya no te persigue. Crees que has vencido, que has sido más listo, crees que podrás seguir con tu vida vacía y tus sinfonías inacabadas. Ahora eres tú quien le habla con los ojos, y una mirada tuya le dice que has vencido y que vuelves a casa. El lobo gris parece entenderte y ves cómo se da la vuelta y se aleja lentamente. Cuando te giras para salir de allí, un golpe devastador te destroza y te deja tumbado, con los ojos muy abiertos. Sólo puedes escuchar tu respiración entrecortada. Sólo puedes ver el cielo negro y la Luna blanca abierta a tu mente, diciéndote algo que no llegas a comprender. Una loba gris se interpone entre la Luna y tus ojos, ahora ensangrentados. Sabes que ella te golpeó, y ahora puedes escuchar su sinestésica mirada diciéndote: No debiste mirar atrás.

La loba gris lleva una rosa entre los dientes. La aceptas; ahora sabes que has perdido, ahora sabes que el lobo gris no caza solo. Ahora ya lo sabes todo, y nada te es útil. El sosiego te invade, y el miedo desaparece. Te arrodillas junto a (un océano sin barcos que son) los ojos de la loba gris; y le ofreces tu mano. Te roza con su lengua y todo termina. Ya sabes que cuanto más dulce la lengua, más afilado el diente. Comienza tu viaje, un sueño a ninguna parte.

En algún lugar, en ese mismo instante, nace un niño, confuso... no sabe que el lobo no caza solo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

PRECIOSO!!! nada mas q decir

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