Quijotes desde el balcón

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lunes, 1 de noviembre de 2021

El muerto Marquina (Nono Vázquez)

 








Huraño y solitario, pero más de un tiempo a esta parte. Aarón Marquina decía no tener motivos

para rodearse de gente. Nadie le parecía lo suficientemente interesante y a fe que sus

habilidades para seducir a otros hacia su figura distaban mucho de estar a tono. Así, Aarón se

limitaba a cumplir con una rutina mediocre, el café en el bar de siempre y la mínima conversación

posible en el supermercado donde efectuaba la compra diaria.

Como no tenía invitados, su nevera albergaba tristeza y desolación. La misma, a decir verdad,

que él había atesorado durante su vida, acompañadas de un aspecto desaliñado y enfermizo que

rozaba lo tétrico y que le había valido entre los niños de su barrio el apodo de el muerto Marquina.

Pero era su vida, y él no pronunciaba una sola queja. Cumplía su mecánico rol de vida, miraba

con desdén a los demás y se preguntaba si sería verdad aquello que escuchó una vez en algún

sitio: esta vida que vivimos no es más que el infierno de una existencia anterior.

Su reciente jubilación, lejos de proporcionarle nuevos espacios, le sumió en una mayor

introversión. Prácticamente lo convirtió en uno de esos bichos bola con los que jugaba en su

niñez y de alguna manera se redujeron aún más sus escasas interacciones con el entorno. Hasta

tenía pesadillas. En ellas se veía tendido en un lugar iluminado, inmóvil y sin muestras de vida.

Despertaba sobresaltado y ya le era imposible conciliar el sueño en la oscuridad de su minúsculo

apartamento, en el que habían dejado de funcionar la electricidad y el suministro de agua.

Por la ventana escuchaba la algarabía en la calle, que aquella tarde se había multiplicado.

Echando un vistazo al calendario vio que era 31 de octubre y al arrimar la nariz a la ventana

comprobó que ese estruendo correspondía al ir y venir de los chiquillos, los disfraces, y el truco o

trato del adoptado Halloween.

- ¡Malditas modas americanas! -susurró para su adentros-. El día menos pensado vamos a

acabar celebrando Acción de Gracias y el Cuatro de Julio como auténticos gilipollas.

Pero su inquietud por las visiones que le atormentaban iba en aumento. Sin querer recordó que al

final de su calle vivía y tenía su librería La Dulce Patricia. Sus estanterías rebosaban de libros

extraños, que hablaban de conjuros y apariciones. De ella se decía que no eran sus libros lo más

desquiciado de aquel lugar. Aseguraban que le faltaban varios tornillos y que, por si fuera poco,

era capaz de invocar a los muertos. Antes de darse cuenta, Aarón estaba a la puerta de La Dulce

Patricia, y ella, tras el cristal, le hacía gestos invitándolo a pasar.

- Te esperaba, Aarón -le espetó dándole la espalda mientras echaba el cerrojo de la tienda y

colocaba el vuelvo en diez minutos-. Debiste venir antes.

- ¿Cómo sabes quien soy? -le preguntó él sorprendido-.

- Sé quien eres, lo que buscas y lo que te está pasando. Pasa ahí y siéntate.

La trastienda era aún más fascinante que la propia librería: pequeña y repleta de absurdos

ornamentos y cacharros, pentáculos, atrapasueños y demás parafernalia esotérica.

Cuando Aarón se sentó se sobresaltó al toparse con Patricia ya en la silla de enfrente.

- Necesito invocar a los espíritus -bramó Aarón con verdadero convencimiento-.

- ¿En serio? -respondió Patricia sin inmutarse-. ¿Eso es lo que crees que quieres?

- ¡No creo una mierda en nada de esto pero lo que sea lleva días jugando conmigo!

La exclamación de aquel incrédulo despertó en Patricia una sonora carcajada, seguida de un

gesto serio y agreste. Clavando los ojos en Aarón, Patricia sentenció con ceremonia.


- Te has invocado a ti mismo, Aarón Marquina. Una parte de ti ya ha muerto y la otra lo está

deseando. Debes facilitar que eso ocurra, o quedarás atrapado aquí.

- ¿Qué rayos estás diciendo? -interrogó sorprendido-. ¿Me tomas por imbécil?

- ¿Desde cuándo no hablas con nadie, Aarón? ¿Cómo explicas que lleves semanas sin

comer? ¿Has pensado en cómo tu apartamento prácticamente ya es un piso deshabitado?

Hace frío y has aparecido aquí sin ninguna prenda de abrigo. No sientes dolor, no sientes

calor… ¿Cómo has llegado a mi puerta? ¿Te has encontrado con alguien…?

Las sucesivas preguntas de la dulce Patricia estremecieron a Aarón. Era cierto. No había cruzado

palabra con nadie en días, no había probado bocado y tampoco lo había echado en falta. Su

apartamento… se palpó y notó que no llevaba encima las llaves, pero entraba y salía de él

continuamente. Sin pronunciar palabra, se levantó y abandonó la librería mientras Patricia le

seguía con la mirada.

De vuelta, constató que la gente no reparaba en él, los niños correteaban a su alrededor y ya no

provocaba en ellos la reacción habitual, aquella que le valió el mote de el muerto Marquina. Solo

los perros parecían notar su presencia, y ladraban a su paso. Inexplicablemente los jack-o'-lantern

le inquietaban y aterraban y comprobó que los escaparates no le devolvían su propio reflejo.

Definitivamente se había vuelto loco o aquella maldita bruja tenía razón.

Dejó que sus pies guiaran sus pasos y sin darse cuenta, como antes ocurriera con su viaje a la

papelería de La Dulce Patricia, se vio a las puertas del hospital y un poco después en el vestíbulo

del área de cuidados intensivos. En una sala iluminada, se vio a sí mismo como en sus

pesadillas. Allí además se vio conectado a varias máquinas que parpadeaban y emitían pitidos

intermitentes. Ahora estaba seguro; Patricia llevaba razón, su existencia ya no era completa y no

tenía sentido continuar.

Se colocó junto a la cama y entornó los ojos. En ese momento los pitidos intermitentes se

convirtieron en un zumbido continuo. Por primera vez en días sintió un frío intenso en el cuerpo y

todo se desvaneció.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Por obligación por Nono Vázquez Cañadas

 

No es que haya perdido la fe; es que nunca la encontré. Y no será por búsquedas, individuales y colectivas. Grupos de apoyo, de todos los colores y tamaños; libros y podcasts de autoayuda, para dar y regalar. Si aparece un nuevo iluminado capaz de reconducir la vida del más tirado de los seres humanos, tarde o temprano lo suyo cae en mis manos. Sinónimo automático de desplome de la teoría de turno. Conmigo no hay manera. Sin más, soy incompatible con todo esto.

Empecé a drogarme muy pronto, y si hubiera podido lo habría hecho antes. Pero fue demasiado pronto. Los de mi edad intercambiaban cromos de Leal, Cunningham o Carrete… yo intercambiaba la jeringuilla con el primero que me encontraba en el lugar habitual de chute. ¿Esperanza? Para mí no dejaba ser una puta más, solo que esta, decían, iba vestida de verde.

Muchas veces me preguntaba qué habría sido de mi vida si… Pero siempre era un efecto secundario del mono. Ni de lejos vislumbraba una vida distinta a la que llevaba: lejos de mi familia, repudiado por el mundo y buscado por la ley y el orden. Muchas veces, consciente de ser yo la única persona que me quería, pensé en mí mismo como un despojo humano. A saber lo que pensarían los que solo me veían pasar por su lado.

Conocí bien la cárcel. Sin forzar la memoria, dos correccionales y tres prisiones. Delitos menores, al principio, posesión y desorden público. Más tarde el atraco a mano armada y, por último, delito contra la salud pública y homicidio en grado de tentativa. Mi currículum tiene varias páginas y se puede consultar en cualquier comisaría de policía.

Ya se han hecho todas las películas sobre gente como yo. No he visto ninguna; el escaparate de cualquier tienda ya me sirve como espejo. Además, las películas siempre mienten. Un yonki es una mierda apestada al que nadie se acerca, y no una botella en cuyo fondo aparece un héroe por arte de magia. Vivimos mal y morimos peor. No solemos recibir pena o compasión en nuestro buzón; nos lo buscamos, tenemos lo que nos merecemos.

Seropositivo y condenado casi de por vida. Algún día dejaré la celda para acabar mis días conectado a un puñado de máquinas. No habrá final feliz para esta obra, convertida por mi propia decisión en un monólogo perpetuo, vacío y repetitivo, que ya me sé de memoria antes incluso de ser escrito.

¿Y me pregunta qué cambiaría de mi vida si volviera a vivirla? Mi vida ya está vivida y escrita en piedra; podría abandonarla pero yo ya no puedo cambiarla. Solo vine a su consulta porque me obligaron a ver a un psicólogo. Le agradezco su tiempo; no son un buen conversador y no hablo demasiado con la gente de por aquí, no me fío ni de mí. Pero creo que debemos dejarlo; diga lo que diga, yo no puedo ni quiero ser la esperanza de nadie.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Los juegos del hambre

por Nono Vázquez

Lo que empieza como una broma puede acabar mal, y aquel otoño de 1950 Felipe y yo comprendimos que hay cosas con las que no se debe jugar. Soy Abelardo Castañeda, y Felipe Santos era mi amigo. Por aquellos años contábamos apenas nueve. El pueblo no ofrecía demasiadas alegrías y todavía los mayores tenían demasiado reciente el recuerdo de la guerra.

lunes, 28 de mayo de 2018

Mensia

por Nono Vázquez

En un lugar recóndito entre universos se encuentra el lugar llamado Mensia. No es una ciudad, como la conciben los humanos, aunque tampoco existe una definición clara de lo que significa, por lo que aplicarle la definición de urbe es una solución, incompleta, pero solución al fin para comprenderla, porque Mensia se define a sí misma, se explica por sí misma y se necesita para hacerse presente. Si es una ciudad, no lo es a la manera que un ser humano la imagina.

domingo, 29 de abril de 2018

Uriel


Cuando su piel ya olía a quemado y las llamas amenazaban con penetrar en sus venas, comprendió que los seis morirían por lo mismo aquella mañana.

Francisco de Goya
Escena de la Inquisición (1814-1816)
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
Un poco antes, camino del patíbulo, Uriel Eraso solo levantó la mirada dos veces. La primera para comprobar que tras tres días completos sin verlo, el sol caía a plomo en el mediodía de su Córdoba natal. La segunda para otear en la lejanía el destino que le aguardaba, y que compartiría con los otros cinco. Cadalso listo, para el auto de fe que el obispo había señalado como el despertar para la salvación de seis indignos, que hallarán la paz de Dios, al que negaron, con la purificación del fuego celestial. Cientos de ruidosos espectadores aportaban al acto la necesaria tensión de gritos, insultos y exabruptos, más propios del ambiente tabernario que de la solemnidad que el bien alimentado señor obispo pretendía siempre que echaba mano de la capa roja de santificar.

domingo, 28 de enero de 2018

Blanco

por Nono Vázquez

Ya no sería capaz de decir cuándo. Ya no sé si fue antes de terminar el instituto; o al empezar la Universidad. Yo fui a Salamanca y él recorrió tres ciudades antes de acabar la carrera. La última fue Madrid, una que nunca duerme, o eso solía pensar él. Por lo menos no dormían juntos; Madrid y él siempre llevaban el horario cambiado. No le fue fácil reconducir hábitos, y la ciudad le ofreció un regazo siempre caliente para mantenerlos. Y yo no recuerdo en qué momento exactamente le dije que me gustaban las margaritas.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Estar muerto


Creo que lo atormenté demasiado...
Estar muerto es divertido. Mola, como dicen los jóvenes de ahora. Yo tuve un nombre, pero eso ahora no importa. Fui uno como vosotros, o parecido. Morí allá por 1294, o por 1429, no lo recuerdo bien. Apenas me dio tiempo a padecer y mendigar. Tantas veces pedí la muerte... y mucho más la habría pedido de saber lo que había detrás. El premio es impagable, porque lo bueno siempre está al final, y hoy tengo la posibilidad de contároslo.

¿Qué soy exactamente? Lo voy a explicar. Lo mejor de estar muerto es que te permiten seguir viendo el mundo, o viviéndolo. De alguna manera lo mejor de la muerte es seguir vivo; pero de otra manera, en otra escala, a otro nivel. Y de muchas formas distintas, que te dan a probar, como cuando ahora compráis un coche. Yo opté por el modelo poseer cuerpos.

sábado, 30 de septiembre de 2017

El don

por Nono Vázquez


Solo al final de la vida, uno se puede reconciliar con todo. Solo cuando mi vejez se junta a mi caprichosa memoria, soy capaz de afrontar haber tenido el don. Aunque no pueda recordar cómo tengo que atarme los zapatos y las personas que me visitan sean desconocidas para mí. Solo ahora, cuando ya poco puedo esperar, cuando nada debo temer, cuando voy a emprender el último viaje de ida, descargo mi maleta. Ahora que mi vejez se junta a mi vergüenza, puedo; aunque no pueda recordar lo que he desayunado esta mañana.

viernes, 7 de julio de 2017

La tarde azul (soneto)

por Nono Vázquez

...la de la luna ajena
La tarde azul, la de la luna ajena,
se despierta al café de aroma tibio,
se zambulle en la bulla con alivio,
mata el ardor con su canción serena.

domingo, 28 de mayo de 2017

La cruz invencible

por Nono Vázquez
- Uno de los perros llevaba esto en el campo cuando murió, Sayyid -el adalid se inclinaba mostrando a Salah ad Din el trofeo arrancado al cruzado durante el sitio de Jerusalén-. Al desgraciado le faltaba una pierna y tenía una flecha clavada en el ojo, y a pesar de todo se aferraba a ella. Casi tengo que cortarle también la mano para traértela, Sayyid.
Un ejército que porta la Cruz de Cristo
Saladino tomó en sus manos la cruz y la colocó bajo un rayo de luz que se deslizaba por las lonas de su tienda, donde meditaba antes de entrar en la ciudad recién conquistada. Era una hermosa joya, de una pieza. El sultán sarraceno la sopesó y valoró sus dimensiones. Casi un palmo de larga; su superficie lisa solo se dejaba desnivelar por la presencia de un fino brocado en forma de espiral, que la bordeaba por completo por su parte delantera. La trasera solo mostraba su superficie lisa y unas letras occidentales: S.T.

domingo, 23 de abril de 2017

Claude Opus

por Nono Vázquez
Sería un día movido en Eastangard
- ¿Un día duro, maestro?
- Exactamente como todos, jefe. A mis años ya no puedo pedir emociones, y en cambio cada día usted me sorprende viniendo por aquí a hojear el mismo libro para luego salir como hipnotizado.
La respuesta del encargado de la Biblioteca Pública de Eastangard al jefe de policía fue la que se tiene con un parroquiano. El oficial podía haber elegido cada día de hecho la taberna de Ander Russiell y su bellísima hija Stela para embriagarse, pero a cambio prefería la compañía del viejo Johansson, con el que compartía afición por los libros olvidados, en particular uno, que cada tarde, antes de cerrar, el jefe John Martesian hojeaba ante la despreocupación del bibliotecario, más afanado en sostener las gafas en la punta de su nariz que en advertir las costumbres, gustos u opiniones de su clientela.

lunes, 27 de marzo de 2017

Gnosia

por Nono Vázquez

No abandones tu rumbo. Sigue siempre el designio de Corona Borealis, no pierdas de vista a Alphecca, la también llamada Gemma, y no mires atrás. La tierra que tú conociste como tuya ya no existe...
No abandones tu rumbo
Con estas palabras en la cabeza, Laethy se debatía soñolienta, presa de un intenso y empachoso mareo que le estremecía la cabeza, sí, pero que extrañamente le entumecía los brazos y las piernas. Tendida en una estrecha camilla, intentaba moverse pero su cuerpo parecía ser atraído hacia aquel armatoste con una fuerza que poco o nada tenía que ver con la gravedad vagamente recordada por ella. Cuando un cuerpo se somete a la ingravidez, parece pesar más en la vuelta al campo, pero aquello era diferente. Extraño. Para colmo, su boca le destilaba un sabor también desconocido, a medio camino entre el agrio del vinagre y el amargo de un café demasiado cargado. Definitivamente, Laethy se encontraba sumida en una densa resaca de la que solo podía extraer en claro aquellas palabras.

jueves, 3 de noviembre de 2016

El Halloween de Germán (por Nono Vázquez)

...se podía leer un nombre de mujer y unas fechas...
A Germán todo aquello de Halloween lo ponía un poco nervioso. No es que fuera asustadizo, ni mucho menos, pero le molestaba que de repente cualquier chaval apareciera detrás de una esquina, con una máscara hasta las rodillas, y exhibiendo la bolsa del truco o trato. Germán se preguntaba cómo algo tan artificial, una costumbre tan lejana a su tierra, había calado tan pronto en la gente. Y es que hasta los mayores se empeñaban en hacer el gilipollas, eso entendía Germán, adelantando los carnavales y disfrazándose de mamarrachos para dar que hablar la tarde del 31 de octubre.

jueves, 12 de mayo de 2016

Era jueves, era mayo

...el polvo acomodado de los calores pretéritos...
Me escondí para que la lluvia no me alcanzara. Era jueves, era mayo. En el cristal se estampaban las perlas de agua, cansadas de ir y venir entre los hierros de los barrotes de la ventana baja. En el quicio, el polvo acomodado de los calores pretéritos, tan efímeros como esquiva la primavera, se adornaba caprichosamente, dibujándose a sí mismo en la humedad, resistiéndose, como mayo, a ser borrado del calendario para siempre.

Y el polvo se fue, y con él mil gotas de lluvia que marcharon a posarse... en otra parte, lejos de allí. Seguía siendo jueves. Y el ritmo de aquella lluvia cambiaba, como lo hace el ritmo del tambor tañido por manos pequeñas. Ora cansadas; ora pletóricas. Ya no eran perlas las gotas de mi ventana baja, sino regueros, que caprichosos descendían por el cristal para encontrarse con ellos mismos. Allí, abajo.

Y yo que me escondí para que no me alcanzara, acaso por temor a verme mojado, a acunarme en su frescor. Acaso percibí que estaba descalzo. Acaso no la vi antes, y por eso quise taparme de ella. Era jueves, y llovía. Y era mayo. Y ambos pasarán; también la lluvia, que portará con ella sus perlas de agua. Y yo ya no tendré que ocultarme.

domingo, 1 de noviembre de 2015

La guerrera burdeos

- Quemar la ropa de un muerto es una costumbre que corresponde a la familia, señora Willow –se lamentaba Joseph Colligan, el gobernador–. Carter ha muerto solo y nuestra obligación…
- ¡Nuestra obligación es actuar en el nombre de Dios, Joseph! Y evitar que su alma maldita regrese de entre los muertos –respondió ella dando por zanjado el tema.
...es una costumbre que corresponde a la familia...
Era el 6 de octubre de 1723 y la noticia corrió como un reguero de pólvora por Rotthil Ville. El viejo Carter había muerto. Algunos decían que llegó a aquellas tierras con los primeros colonos. Era famoso en su pequeño pueblo olvidado de Pennsylvania. Sus actividades relacionadas con la magia negra no pasaron desapercibidas a las autoridades que, no obstante, siempre hicieron la vista gorda.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Cada Vez (Nono Vázquez) (5º Aniversario EAYA)


La tristeza y la felicidad siempre van de la mano. Los aniversarios devuelven los recuerdos, y por eso se celebran. Y la vida se va construyendo gracias a ellos.





La sombría marca de los años había hecho mella en su rostro, que en un día se mostró joven y terso. Sus ojos ya no tenían el brillo y el volumen del pasado, pero se adivinaban vivos y sensuales detrás de aquellos párpados ya arrugados, que ya permanecían mucho más tiempo cerrados, casi siempre velando el sueño pero también los pensamientos de Mariel. Ella siempre mantenía un recuerdo vivo de Adán, y siempre tenía en mente la fecha, el 21 de agosto de 1938.

A sus 15 años, Mariel sufrió los desmanes de la guerra civil, y su familia se vio obligada a dividirse, repartirse, luchar entre ellos y hasta perderse de vista. Eran las necesidades que imponían unos tiempos extraños, en los que nada era lo que parecía, y que habían conseguido sacar lo peor de cada una de las personas. Su pueblo no fue ajeno, y durante dos años se sucedieron miles de contiendas, denuncias, emboscadas y simulacros de juicios, que siempre acababan con el ruido seco de los disparos junto a las tapias del cementerio.

Aquel 21 de agosto, Mariel se encontraba como de costumbre lavando alguna ropa de la familia en el lavadero, cuando sin apenas tiempo para reaccionar, las sirenas dieron el aviso. El día que unos temían y otros anhelaban parecía haber llegado, y las tropas de ocupación tomaron el pueblo rodeándolo y haciendo una rápida cobertura de todos los escapes. Había cambiado de manos, y un joven Adán, uniformado con galas de capitán, vociferaba en el centro de la plaza, ofreciendo las consignas habituales de los suyos y anunciando, con cierta desconfianza en los oídos de los lugareños, que la guerra había terminado.

Mariel no pudo evitar fijarse en Adán, en sus palabras y en su confianza. A la media hora su corazón se estremeció cuando apareciendo en su casa hizo prisioneros a su padre y sus hermanos, acusados de rebeldía y alta traición. Ya no volvería a verlos.

La necesidad de Mariel y su madre las hicieron renunciar públicamente a todo. Fueron encarceladas y un par de días después el capitán pasó por el sucio calabozo. Reparó en las condiciones inhumanas en las que se encontraban las dos mujeres y las recogió. Se hizo cargo de ambas, aunque la madre de Mariel no duró mucho. La pena y el sufrimiento por su marido y sus dos hijos mayores la hicieron sumirse en el desconsuelo y murió una semana después. Mariel no pudo hacer nada, y tampoco quería hacerlo, y atendió la petición de matrimonio de Adán.

El final efectivo de la guerra trajo a Mariel cierta paz, y su boda, cuatro hijos, una casa nueva, un buen destino en una capital de provincia, dinero, condecoraciones y, de alguna manera, una mejora en su vida. Aprendió con el tiempo a querer a Adán, que la cuidaba y mimaba como el que tiene una reliquia que no quiere perder. Mariel y Adán fueron felices una larga vida. En mayo de 1999, Adán sufrió un empeoramiento de su enfermedad cardíaca y murió. Tenía ochenta y cuatro años, Mariel contaba setenta y nueve.


A Mariel aquel 21 de agosto le trajo el sufrimiento de perder a su padre y sus hermanos, pero le regaló el amor y el derecho a una vida un poco mejor. Habían pasado ya diez años desde la muerte de Adán, y Mariel seguía celebrando aquel aniversario como si supiera que la vida siempre te da algo y te lo quita en cuestión de segundos, que Dios aprieta pero no ahoga y que lo mejor es olvidar lo malo y recordar siempre lo bueno. A las doce del mediodía encendía una lamparilla al lado de la foto de su marido y asomaba sus ojos tristes al cajón donde aún conservaba el uniforme de gala de Adán. Suspiraba, entornaba la mirada y se dejaba llevar por los buenos recuerdos. Así cada vez, así cada año, así siempr

jueves, 14 de noviembre de 2013

Lunático

(leer en el blog del autor)

...vivo en la Luna...
Vivo en la Luna. Muchos me instan a que regrese al planeta Tierra, a la civilización. Pero yo prefiero vivir en la Luna. Por mucho. Por demasiado. De la Tierra poco o nada me atrae, porque gracias a sus cosas yo emprendí este viaje de ida. Ahora ya mi casa es esta, y eso de vivir con los pies en la Tierra, lejos de tranquilizarme me enerva aún más.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Amar... (microrrelato)

Amar...
Amar es sentir y sentir es vivir. Vivir es crecer y crecer es aprender. Aprender es saber y saber es querer. Querer es poder y poder es combatir. Combatir es sumar y sumar es añadir. Añadir es unir y unir es confiar. Confiar es respetar y respetar es amar. Amar es amar, sin más.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Guiscard

Relato de Nono Vázquez (leer en su blog)




No podía reprocharles nada. Yo no soy precisamente un hombre amado en Orleans. Por eso cuando aquellos otros quemaron mi casa conmigo dentro pensé que tal vez era la hora y que se trataba de una manera de descansar. No ocurrió así, y tengo el infortunio de permanecer con vida. Pero lo que aquel día me ocurrió no podré olvidarlo nunca. Cuando el aire me faltaba y pensé que el sopor era el preámbulo de la muerte recé con todas mis fuerzas, y pedí a Dios perdón por todos mis pecados. Eran muchos, la verdad. Tantos que tal vez también al Creador le pareció demasiado y me dejó vivo, aunque no del todo…
...recé con todas mis fuerzas, y pedí a Dios perdón...

jueves, 3 de octubre de 2013

Dios, la patria, los fueros y el Rey

Sabe ayudar a misa, le dijo al soldado...
Ramón no sabía por qué ni por quién combatía. Sólo sabía que un día llegaron los tercios requetés a su casa cuando contaba dieciséis años. De eso hacía ya dos. Reclutaban gente que luchara contra el gobierno republicano. ¡Hay que devolver a España su integridad, por Dios, la patria, los fueros y el Rey! gritaba en su puerta uno de aquellos muchachos, poco mayor que él. El padre de Ramón los miró atónito y les dijo que su chico estaba preparado para luchar. Sabe ayudar a misa, le dijo al soldado. Este lo miró y con un enérgico ¡Vamos! le apremió a coger un hatillo y seguirlos.

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