Quijotes desde el balcón

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lunes, 25 de abril de 2022

Ciclados: nacimiento, vida y muerte (renacimiento)

 - Texto: Pili Gámez, Raúl Góngora y Marina León. - Pintura: Rafa Ruiz.



Esa mañana Oz abrió la ventana con el ademán preciso de quien sabe que nada nuevo habría tras los postigos. Por entre las rendijas entraba aquella luz mortecina que recordaba sin piedad lo que, desde hacía ya demasiado tiempo, aguardaba afuera. Un cielo plomizo envejecido, a veces, por el color del polvo suspendido en el aire, un calor asfixiante que permitía apenas la respiración a pequeñas bocanadas impidiendo así al fuego entrar en las vías respiratorias, y una tierra
cuarteada era el paisaje eterno que no les permitía sacar de sus cabezas aquella palabra maldita: sequía
Con la sequía llegaron las carencias, el miedo y un adiós que lo dejó desvalido y huérfano en el mundo. Cada nuevo día hacía el esfuerzo de repetir cada una de las acciones que antes le eran gratificantes y fructíferas, pero todo era en vano. Su cabeza y su corazón se habían secado como aquella tierra, que, aunque no lo había visto nacer, se había convertido en la mejor madre de acogida.




 

Como cada día Oz encaminaba sus pasos hacia el manantial, como si ese ritual pudiese hacer que el agua brotase de nuevo y él pudiese alimentarse de la música del agua jugueteando entre sus pies descalzos. Lo único que escuchaba era el crujir del suelo a cada uno de sus pasos. Y así, un día igual otro, los días se convirtieron en meses, los meses en años, y los años en una especie de eternidad convertida en piedra por una mirada de La Gorgona.

El tiempo continuó su avance inexorable y la desesperanza y el color gris de sus cabellos se habían convertido en los dueños de ese lugar donde no se podían diferenciar muerte y espacio y el concepto cambio había desaparecido del acervo popular. 

 Por la noche, en apenas un susurro, un remolino de viento inusual había cruzado el pueblo, levantando tras de sí toneladas de polvo que quisieron seguirlo, y posarse en lugares más proclives a la procreación, desvistiendo el lugar de aquel color ocre y mostrando todo aquel colorido de vida que había quedado enterrado. Los vecinos de vista más aguda pudieron ver como en el horizonte se avistaban pequeños jirones de nube que iban a terminar el proceso de desmemorización popular, empujándose unas a otras con algarabía hasta posarse sobre aquel desahuciado lugar.

Y todo cambió con la lluvia…

El manantial deseoso de ruido comenzó a fluir alborotado. Oz sacudió el peso del polvo sobre sus cabellos y empezó a escribir, guiada su mano por el viento desbocado: negras, blancas y corcheas, claves, silencios y compases, fusas… ¡semifusas!, un lenguaje musical con el que parió la sinfonía que insuflaba la vida ausente en su casi muerto corazón. El agua se las iba dictando en una lengua caprichosa, chispeante, chismosa, a la que se dio el gusto en llamar Hierática sinfonía del manantial.

 

 

 

Las nubes, con faldas de vuelo alto, se ruborizaban ante los piropos tan brillantes y directos que ese vigoroso manantial de agua y esperanza les gritaba.

Oz, sentado en la orilla creciente de aquel romance de altos y bajos, contemplaba cual director de orquesta como la naturaleza, antes atascada y casposa, comenzaba a hilar aquel amor. Como aquellos jóvenes huéspedes de su mirada se deseaban sin guardar silencio, se acercaban, en la oscuridad se rozaban y por fin se desnudaban y se amaban.

La pasión del manantial, propia de una fiera de la selva en su recién entendida primavera, atraía aquellas gaseosas flotantes con sus excitantes deformidades. Ardiente in crescendo a cada minuto rozaba sin pudor los salientes de las nubes deseándolos, agitándolos, despertando bestias internas en las alturas que saltaban de arriba abajo cegando por momentos el horizonte.

La música que salía del corazón y las manos de Oz se veía cargada de inclusión sexual, se sentía partícipe en aquella orgía de la naturaleza, en aquel coito atmosférico cargado de gemidos luminosos de placer de arriba abajo y sudor, calor y verticalidad en sentido contrario El manantial ardía de placer en manos de las nubes. Las nubes gritaban con grandes ecos excitando a Oz, que como espectador involuntario se sentía más vivo que nunca. pronto un gran rugido celestial consumó aquel amor. 

La creatividad constante de los primeros elogios al manantial que tan vivo bailaba en las retinas de Oz se convirtió en un juego de voyerismo inolvidable. El joven manantial había excitado a las nubes y viceversa de tal manera que, sin importar vencedores o vencidos, dejaron que el placer de sentir antes que el de existir ganara aquella batalla.

   —¿Amor?  -Se preguntaba Oz ante aquel espectáculo que acaba de vivir y aprovechar. Y a lo lejos, como jóvenes videntes seguros de sí mismos, las nubes y lo que quedaba del manantial sabían de la insuficiencia de la palabra amor para describir los minutos de extrema pasión compartida.



 

La pasión compartida en un extraño trío formado por dos milagros de la naturaleza, nubes y manantial y, por una tercera parte, los maduros ojos de un Oz que, maravillado por lo contemplado, había dejado llevar el ritmo de sus manos en una erótica sinfonía que había surgido de una profunda fuente de creatividad musical llena de lívido nunca antes sentida en ninguno de sus placeres, ni propios ni compartidos.

A la vez que las nubes y el manantial se reunían en el horizonte y las manos de Oz terminaban de escribir más corcheas, negras y redondas, la música que plasmaba en el papel comenzó a surgir visualmente del propio manantial. Como si de un geiser se tratara el manantial respondía con potentes columnas verticales de agua a la música que Oz tenía en su cabeza. Al mismo tiempo, se iba expandiendo, formando amplios canales de forma fálica que llenaban los secos valles de agua, anunciando la prometida y ansiada primavera que los habitantes de la zona llevaban esperando desde hacía años.

La creatividad de Oz era el reflejo musical en consonancia con la naturaleza, que lo llamaba con los susurros del agua y los remolinos que seguían surgiendo. Las nubes se habían parado, como esperando a que el manantial se recuperase de ese momento compartido, para volver con más fuerza y más pasión a dar rienda suelta a esos momentos íntimos que la tierra, sedienta, esperaba con ansias.

Y el espectáculo comenzó otra vez. Pero esta vez Oz no se mantuvo al margen, quiso participar de tan grata experiencia. Se dirigió al lugar en el que nubes y manantial se aunaban, guiado por la música que surgía de su cabeza y que el manantial dibujaba con sus variados canales. Dejando atrás las partituras llenas de la hierática sinfonía del manantial, no pudo resistirse al movimiento del agua. Se sentía parte de él. Como llamado por un canto de sirena se dirigió a la orilla, sumergiéndose en el agua hasta que lo cubrió por completo y siendo uno con nubes, manantial y agua.

Lo que había sido la tierra seca en la que Oz había nacido, se convirtió en un valle próspero en el que cada año, para rememorar el día en el que la lluvia había vuelto a dar vida y esperanza, se realizaba un concierto sinfónico que llenaba el aire con las notas que Oz había plasmado ese glorioso día en el que su creatividad había formado parte de la vuelta a la prosperidad de la humanidad.




 

 

 

 

 

 



domingo, 31 de marzo de 2019

LENA NO BAILA TANGO



                                                            “Quienes no se mueven no notan sus cadenas”
                                                                                                                               (Rosa Luxemburgo)












Sus lágrimas englobaban todas las lágrimas de orgullo, escalones manchados de barro ajeno y prejuicios que todas las mujeres, como ella, habían tenido que atravesar para estar donde están. Incluso esa noche, recogiendo el premio Príncipe de Asturias de la Concordia por sus numerosos estudios y publicaciones sobre Perspectiva de Género* en el Mundo Laboral, no se le iba de la mente su guerra, como ella lo llamaba.



Elena, Lena la llamaron siempre, se crio agarrada al delantal de su madre; entre sartenes y grandes ollas de la Taberna El 22 en Granada. Allí, al voltear el callejón empedrado que subía por detrás de la Plaza de San Gregorio, comenzó a conocerlas. Escondidas de los que ganaron la guerra, si es que en las guerras hay algún ganador real, Lena comenzó a probar la suavidad de otros labios, a reconocerse y disfrutar del placer de otras escondidas como ella.

Aún en plena dictadura franquista, la Taberna El 22 siguió ofreciendo vinos y tertulia a toda clase de clientes. Aquel lugar mantenía una ambigua neutralidad. Azules, rojos, y blancos iban pasando por allí y disfrutando de los maravillosos callos con garbanzos que cocinaba su madre o de aquel vino de naranja, especialidad de la casa, que tan alegre entraba y tan pronto efecto surgía.
La madre de Lena supo sacar provecho de aquel trasiego de personajes y altos cargos militares que paseaban por la zona sin dejar de hacer un alto en aquel pequeño local. Así, Lena, estaba presente en la rutina diaria de esta gente importante. Le consiguieron plaza para estudiar primaria en un colegio de prestigio, junto con algunos niños de familias del régimen. Lena sacó una de las notas más altas de su instituto. Ella, en plena ebullición adolescente, tenía muy claro que psicología sería su rama; a pesar de la insistencia de su madre y de su abuela en que esa carrera no la llevaría a ningún lado. Lena tenía la necesidad de estudiar y explicar al mundo las diferencias de género, evolución y comportamiento y la naturalidad de éstas. Tras largos años en el limbo de las carreras educativas, por fin la facultad de Filosofía y Letras comenzó a impartir psicología. Lena que había estado ya indagando y aprendiendo la materia por su cuenta, iba a años luz de los perennes de mente que aún tropezaban con el sinfín de posibilidades que ofrecían este tipo de estudios. 

La forma de ser de Lena, sus sentimientos, sus deseos y su propia manera de expresarse, aún estaban vigilados con lupa en aquellos años en los que el cambio ya se palpaba y se necesitaba. Lena estudiaría con más ahínco que nunca; bucearía en los efectos de la desigualdad de género y sus consecuencias y basaría toda su posterior investigación en cambiar ese papel social y ayudar a las mujeres a las que la brecha de paridad en materia laboral habría afectado hasta tambalear sus propios principios. Lena, aprovechó sus privilegios académicos universitarios para viajar por países europeos algo más avanzados en temas de perspectiva de género y también viajó al extremo opuesto; a países donde las mujeres son simples trozos de carne al servicio del hombre. Así, al cabo de los años, sus terapias, conclusiones, y publicaciones, comenzaron a tener calado en la España laboral en ebullición de los años 80, incidiendo también a nivel internacional. Muchas de las grandes corporaciones y firmas mundiales comenzaron a aplicar sus teorías en materia de paridad laboral; incrementando beneficios empresariales y satisfacción en sus trabajadores al mismo tiempo.
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Lena, se acercó al borde del escenario donde el joven príncipe estaba entregando los prestigiosos galardones e hizo que Brigitte, su pareja desde que estuviera ampliando estudios en Francia; una mujer alta de pelo oscuro y camisa y pantalón negros, se acercara a ella. Aquella fue la primera vez en los premios Príncipe de Asturias, donde una pareja homosexual se besó ante las cámaras que retransmitían el evento para decenas de países, sorprendentemente levantando a todo el público de sus asientos y llevándose la más larga ovación que se recuerde en aquellas solemnes entregas de premios.

¡IGUALDAD! –Gritó Lena
¡ÉGALITÉ! –Gritó Brigitte.



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De acuerdo con la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la perspectiva de género se refiere a la metodología y los mecanismos que permiten identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, que se pretende justificar con base en las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, así como las acciones que deben emprenderse para actuar sobre los factores de género y crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad de género.

lunes, 15 de abril de 2013

Yo Voy ¿Quién Se Apunta?



El próximo jueves 25 no me pierdo la presentación del nuevo libro de Jesús Lens "Cineasta Blanco, Corazón Negro" (Aventuras y Desventuras Cinematográficas Del Continente Africano) 
  Además de que vi la película, en la que está inspirado el título del libro, me parece que el cine le debe, le ha debido siempre algún tipo de homenaje a África, y viceversa. Para bien o para mal en infinitud de títulos que hay de películas sobre éste, se han mostrado desde las maravillas más recónditas de África, hasta la explotación racial y la maldad extrema del hombre (se me ocurren mucho títulos que sería un absurdo ponerme a enumerar; ya los leeréis en el libro)  

Ya, el anterior libro de Jesús tocaba de lleno mi punto débil, el "cine de barra"... jejeje (nada más ver la portada supe que quería ese libro si o si) Café-Bar Cinema abrió la puertas a una amistad "de las güenas". Procuramos que el escritor se sintiera lo más a gusto posible cuando vino a hablarnos de su libro en nuestra parroquia habitual, el "Casablanca", y sé que así fue.

A partir de ahí ya todo ha ido creciendo, cine, cine, cine, libros, libros, libros, bares, bares, bares,... y sobre todos buenas AMISTADES en común. En definitiva, ¿qué mejor, para unir a las personas, que la cultura, llevada al terreno que sea? 

Pues quien quiera, ya sabe, en mi coche hay plazas libres, el próximo jueves 25 me bajo a la presentación del nuevo libro de mi amigo Jesús Lens.

viernes, 21 de diciembre de 2012

¿QUÉ NOS VA A PASAR?






Anoche, en representación del grupo de relatos, de los organizadores y participantes asiduos de los "Café & Letras" en Casablanca y, por supuesto, como deleite propio, asistí a la presentación de la redición (con motivo del estreno de la película homónima de Daniel Calpasoro) del libro INVASOR de Fernando Marías.

Llegué tarde, pero "oí misa y comí carne". El sitio era algo frío, demasiado color blanco a mi alrededor, y sobre todo demasiado ruido de TPV's, cinta de embalaje, clientes hablando en voz alta, vendedores ídem, etc. Pero el evento merecía la pena esforzar los sentidos y enterarse bien del percal. 
La conducción de la presentación y posteriores preguntas, corrían a cargo de Clara Peñalver, autora de la novela gótica SANGRE. Ésta supo extrapolar comparativas del Fernando Marías de antes y el de ahora, similitudes o diferencias de la primera edición del libro (2004) y esta redición con motivo de la película, gustos del autor, inspiraciones etc. 
Fernando estuvo muy tranquilo, como persona curtida en tablas en estas plazas que es, y los espectadores muy atentos a todas sus explicaciones, aclaraciones y anécdotas. 

Presentación de INVASOR (edición  2012) en Librerías Picasso

Finalmente, tras instar, la presentadora, a leer y disfrutar el libro, cosa de la que ya me habían convencido a lo largo de la presentación, finalizo el acto con la oportuna firma de éstos por parte del autor.

Libro INVASOR dedicado por el autor, para Alfredo Luque

Posterior al acto de presentación se pasó a las "obligadas" cañas para relajar el acto y darle un toque más humano y cercano. Y allí fue cuando pude conocer de cerca al autor, y disfrutar de conversaciones cruzadas entre Jesús Lens, Fernando Marías, Clara Peñalver, "Gerardo D. (jijiji)", Collin Bertholet y resto de amiguetes literarios, cinéfilos, amigos de siempre, etc...

 
El homenajeado escritor Fernado Marías y yo
Lens preguntando al escritor sobre el libro y la película INVASOR



Nos despedimos, siempre planeando nuevas "malignidades", quedadas de cine, literatura, palabras, y en general, de todo lo que nos dejen expresarnos sin "pasar por la tijera".

   Un abrazo a toda la gente que conocí anoche... 
                                           ¡Ya sabéis por donde tenéis una casa (y si es blanca mejor)!


  Nota:  No se  "qué nos va a pasar" pero tranquilos que   el mundo no se acaba hoy...







"You must remember this: A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh. 
The fundamental things apply: As time goes by"

lunes, 17 de diciembre de 2012

Presentando la Presentación


¡Gracias Nono! (sabía yo que te iba a gustar bastante el día de ayer)






CAFÉ-BAR CINEMA
Presentación efectuada por Nono Vázquez en Bar Musical Casablanca, 16 de diciembre de 2012

¿Quién no atesora en su educación sentimental un bar especial, una cafetería secreta o un club de referencia? En los bares arreglamos el mundo. En los cafés nos enamoramos. En la pista de baile perdemos la cabeza. Y el cine, prolongación de nuestra vida, así lo ha reflejado a lo largo de su historia.
Es una cita de nuestro invitado, como encabezamiento de un comunicado de prensa, y he querido destacarla porque resume en muy pocas palabras la motivación, la esencia, si ustedes quieren la propia razón de ser de un libro como Café-Bar Cinema. El cine nos traslada y nos embauca; casi hasta ejerce en nosotros una transmigración del alma. Sus escenarios son los nuestros, y hasta la realidad se ve a veces obligada a imitar la ficción del celuloide, porque sencillamente la necesita.
John Travolta y Samuel L. Jackson nos ilustran en Pulp Fiction sobre algo interesante: en París se puede pedir cerveza en un McDonalds. Mickey Rourke en Barfly es, ni más ni menos, el mejor borracho de la historia del cine: Buk. Suyas son las palabras:
Cualquiera puede ser un no borracho. Se requiere de un talento especial para ser un borracho. Se necesita resistencia. La resistencia es más importante que la verdad.
En Tomates verdes fritos un bar se convierte en el centro mundial de la reivindicación de los derechos de las mujeres, y Jesús Lens asegura que el Whistle Stop Café es un bar que todos querríamos tener al lado de casa. Estoy de acuerdo. Un destartalado saloon del lejano Oeste es un templo gracias a la gran pantalla, y a lo largo y ancho del cruel mundo los bares han sido el refugio de los amargados, el escaparate de los guapos, el escape de los solteros y la salvación del que busca un teléfono en Nueva York.
Como la vida, la ficción necesita los bares, y los encontramos de los más extraños pelajes, también en la pequeña pantalla. El Casi-ke-no, Central Perk, el Bar Reinolds, Cheers… escenarios familiares, tanto como los propios, en los que imitamos en no pocas ocasiones las aventuras que no somos capaces de inventar. Los bares son el remedio del tedio, pueden ser hasta una entidad de crédito, y con muy poco se puede conseguir que un bar, el bar de uno, se convierta en un bar de película.
Café-Bar Cinema es un compañero para salir de bares, y conocer a sus inquilinos. Todo bar tiene su fauna, y este libro es un ideal vecino de barra. A sus páginas hay que asomarse en paz; con el tiempo necesario para llegar a la hora del cierre. Aquí lo tenemos; lo estamos recomendando desde un bar en el que se juega, se habla, se navega, se estudia, se compone, se canta, se toca, se recita, se actúa, se propone, se divulga, se informa y, además, para rematar  lo que para muchos es una incongruencia, se anima a un consumo responsable. Hemos visto entrar por la puerta esta oportunidad, y la hemos aprovechado, aunque nos parece escuchar a lo lejos las palabras de Bogart en el Rick’s… o acaso son las de Julián, nuestro anfitrión mismo, diciendo:
De entre todos los cafés, de todas las ciudades del mundo, tuvo que venir al mío.
Tengan ustedes una placentera lectura de Café-Bar Cinema. Buen provecho.

(Para  l@s que se lo perdieron)

miércoles, 12 de diciembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

Sin Título (Fernando Fedriani)

                                                           

Realmente me cuesta trabajo subirme sobre un escenario en una fiesta como esta. No es la semana más adecuada. No puedo dejar de acordarme de que la muerte ejerce una enorme fascinación en todos nosotros. Sin embargo, cuando nos toca demasiado cerca… su mirada deja de tener gracia. Desde aquí mi abrazo a todos los familiares de las chicas fallecidas en el Madrid Arena. Valga esta historia, este fragmento de ficción, como homenaje a su pérdida.

             SIN TÍTULO (por Fernando Fedriani)

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A mí me gusta mucho escribir. Y sospecho que si me gusta escribir es porque cuando lo hago puedo elegir el final de las historias. Cuando escribo decido cuándo aparecen los personajes, cuándo llegan los besos, cuándo se resuelven los conflictos y en qué lugar transcurre todo. Escribir es un modo de ordenar el mundo, nuestro mundo, pues la ficción está siempre mejor planteada que la realidad, es más coherente. Al fin y al cabo, cualquier relato ha de ser verosímil. La vida, no.

Total, que se inventar contar historias. Sin embargo, aprovechando la temática de este recital, aprovechando el carácter íntimo de este recinto… he pensado que sería más interesante contar algo propio. Una vivencia propia. Algo que me ocurrió de verdad.






Me remonto al otoño de 2000, antes incluso de la crisis (antes los años se dividían en antes y después de Cristo, pero sospecho que ahora es más adecuado hablar de antes y después de la crisis). El año 2000 fue importante para mí porque cumplí la mayoría de edad y porque comencé a ir a la universidad. ¡Qué joven era! ¡Y qué ingenuo! Mi familia en Sevilla vive en un bloque de edificios que está junto al campus de ciencias. Y muchos de los pisos del bloque suelen estar habitados por universitarios. Por eso para mí siempre había sido una ilusión llegar a ser universitario. Porque los veía crecer y representar el ciclo de la vida. Llegaban, se reproducían, se marchaban… Ocupaban su piso unos años, después se marchaba y… ¡Yo soñaba en ser como ellos! Por eso el año 2000 fue importante para mí, porque me convertí en aquello en lo que tanto deseaba convertirme.

Una noche de aquel año estaba en la azotea de casa escribiendo, como solía hacer, creando historias más verosímiles que la vida. Estaba tumbado sobre el suelo y tenía la panza en paralelo a las estrellas. Y comencé a escuchar gritos. Gritos ásperos y sombríos. Gritos que procedían de uno de los pisos de estudiantes. Eran los gritos de una chica con la que me había cruzado miles de veces en el ascensor, una de esas personas con las que nunca me había atrevido a cruzar más que palabras sobre el tiempo (y no sobre el tiempo como eje motor de los interludios y los periodos, sino sobre si el tiempo aburrido, el de rellenar huecos incómodos).

Dieciocho años tenía yo. Muchas hormonas. Había visto quizá demasiadas películas del Oeste. Y me dio por hacer… lo que hubiera hecho cualquiera en mi situación. Bajé corriendo las escaleras y… Diría que eché la puerta abajo, pero eso no sería verdad (no estoy tan fuerte, me hubiera destrozado el hombro). Me encontré la puerta abierta y entré. Y topé  con una humareda enorme. La historia, un clásico, seguro que les suena: un brasero, una cortina, una siesta… Y todo estaba iluminado por las llamas. Me adentré en la casa y ayudé a salir a la chica. No contaré que la llevé en brazos (aunque si quieren, imaginen que fue así, yo prefiero imaginar que fue así), pero sí puedo afirmar que recogí su primer susurro en el descansillo, al pie de las escaleras.

¿Puedes quitar el brasero? Entra y desenchúfalo… me dijo. Y yo, sin esperar a los bomberos, sin avisar a un adulto de verdad, me metí dentro e hice lo que la chica me había pedido.

Bastaron tres minutos dentro, el humo procedente de plásticos fundidos, la falta de oxígeno... me desmayé. Sin llegar a apagar el brasero, me desmayé. Caí (literalmente) en un sopor densísimo. Primero todo lo vi muy negro, salpicada la negrura por el brillo de las llamas, todo se fue volviendo muy blanco. Y después… Después…

Y así fue como lo vi. La cuna. El mar, desde un coche blanco. Las puertas de un colegio. El Puerto de Santa María. Un helado de fresa enorme con trocitos de almendra, sobre los bancos de La Noria. La sierra, y la nieve cayendo sobre mis pies. Y los ojos de una chica dulce y radiante, apoyada sobre mi hombro, dormida en un autobús de camino a Barcelona. Y la misma chica, más tarde, caminando conmigo por las Ramblas, en el Barrio Gótico, comiendo castañas y robándonos besos mientras comenzaba a rozarnos la lluvia, y nuestro miedo.

Es cierto que la vida pasa por delante de nuestros ojos cuando estamos al borde de la muerte. Lo que no me podía esperar… es que no fuera mi vida la que vi, sino la de otro.

¡Porque yo nunca había estado en Barcelona! Ni siquiera había visto la nieve (en Sevilla nieva lo justo). ¡Yo jamás había hecho ese viaje en autobús! Y, sobre todo, nunca había visto los ojos grises de aquella chica.

No, definitivamente no era mi vida. Era la de otro. La de alguien muy afortunado.

Ahora llega la parte más aburrida del relato. No quiero hablar en él de los años que pasé pensando en aquello. Fui a Barcelona y a mi lado en el autobús, a la ida, se sentó un hombre bajito, que vendía seguros. Y a la vuelta una señora que iba a ver a sus nietos, y que tenía pinta de necesitar un seguro. ¡Ni rastro de aquella chica! Y tampoco en Barcelona la vi. Intenté ver todo aquello que había pasado frente a mis ojos, pero no tuve suerte, no coincidimos. Fui conduciendo hacia el puerto de Santa María, pero nada quedaba de aquellos recuerdos. ¿A quién pertenecerían? Aún hoy me lo pregunto. ¿De quién sería esa vida tan bonita que había pasado por delante de mis ojos, al borde de mi muerte?

Perdí la esperanza. Y me olvidé de todo eso. Pero… ¿Han visto que tengo un coche nuevo? ¡Es súper bonito! Es un Citroen C3 blanco. Lo tengo aparcado en la puerta. Me lo compré hace dos semanas. Y tuve que hacerlo porque tuve un accidente. Conduciendo hacia Málaga iba, y me empotré a gran velocidad contra un automóvil en el que viajaba una familia de turistas asiáticos en un coche de alquiler. ¡Menudo porrazo! La explosión me hizo verlo todo negro. Y después todo blanco, por el airbag. Pero después de eso…

La playa. La nieve sobre mis pies. Una hoguera y un grupo de amigos. Las casas colgadas de Cuenca y un estudio de arquitectura. Y al girar el pasillo, una habitación, una cama de matrimonio. Y bajo las sábanas blancas, una chica de ojos grises. La chica de los ojos grises. La misma chica… Aquella misma chica y… ¡Hubiera dado cualquier cosa por detener el tiempo ahí, en ese recuerdo, en el arcén de la A45! Busqué un botón del DVD, pero llegó una ambulancia, me metieron en ella, llegué al hospital… Y allí estaba yo, deseando llegar a la luz. ¿Por qué trataban de reanimarme, maldita sea, con lo bien que estaba entre aquellos brazos?

Por ese motivo llevo tres semanas queriendo morir. O más que morir… queriendo que mi vida vuelva a pasar por delante de mis ojos. Y que mi vida no sea mi vida, claro. Y siempre, cuando doy el penúltimo paso, cuando tomo la decisión, en ese preciso instante, vuelvo a sentir aquella caricia, aquel vientre: su presencia. ¡Pero nunca logro retenerla! Y me giro… pero no está. Y dejo lo que estoy haciendo. Dejo la cuchilla de afeitar, las pastillas, la puerta del horno. ¡Yo quiero abrazarla! Quiero saber quién es. Necesito saber quién es aquella chica que me persigue, la dama de la muerte, mi compañera. Necesito darle un abrazo vivo, en vida, de carne y hueso. Que me haga saber que estamos vivos.



Quizá esta noche la vea, de camino a casa. En algún rincón de Alcalá, contemplando La Mota, con la mirada perdida. ¡Ojalá suceda! Al fin y al cabo, me muero de ganas de hacerle una pregunta.





Imposible Escapar (por Mario Lopez Nieto)





Imposible Escapar
(Mario Lopez Nieto)


Era imposible escapar de allí, aquel pasillo parecía interminable, y el miedo…no me dejaba andar todo lo deprisa de lo que en ese momento quisiera.
Notaba su presencia, cada vez mas cerca, cada vez mas oscuro, cada vez…. mas silencioso…
Solo quería escapar, escapar de ese lugar, y no sabia como, así que…me abandone a su voluntad.


Nunca he sido una persona valiente, de hecho mas bien me considero algo cobarde, si, ese soy yo, pero esa vez era diferente, no temía lo que pudiera pasarme, era una sensación extraña, la que, metida en mi cuerpo, hizo que me dejara atrapar.
De un momento a otro las luces parpadearon una y otra vez, y se proyectaron imágenes en algunos objetos en la habitación,  aterrorizado cogí el teléfono… pero cual fue mi sorpresa… no pude marcar numero alguno, pero sin embargo el teléfono sonaba como si lo hubiera hecho y cuando por fin alguien contesto, lo hizo con una voz   sobrenatural, misteriosa y aunque no logré entender lo que decía, presentí que esa voz intentaba prevenirme de algo…o alguien… del terror colgué. Mis ojos se llenaron de miedo, sentía y oía una presencia que gritaba de terror,  una oscuridad brumosa se fue apoderando de la habitación, y un golpe seco se escucho en la puerta,  en ese momento sentí mi alma abandonar  mi cuerpo, me avalancé hacia la puerta fue entonces cuando observé que el pomo giraba, la puerta se abrió, y al otro lado ,me encontraba yo,  por unos minutos no pude moverme ni decir palabra alguna, un frío gélido me invadio y me mantuvo paralizado hasta el momento en que note un golpe de calor alrededor de  mi cuello, noté entonces quejgfn la sangre salia borbotones y aunque con mis manos intentaba pararla  no cesaba de salir. Pasaron las horas y de repente me desperté, me mire y no tenia marca alguna, pensé que todo había sido un sueño.
 Corrí a casa para contar el extraño sueño a mis padres, pero al llegar a casa encontré mucha gente, toda vestida de negro, me acerque a mis padres pero no me oían… aún que les gritaba, corrí a mi cuarto y al entrar vi el ataúd, ese ataúd en el que yo me encontraba, degollado…

La Señora (Enrique Hinojosa Baca)






LA SEÑORA 
(¿Qué rompe un corazón?)
-Enrique Hinojosa Baca-


De la muerte del amor, nace el amor a la muerte.  L. E. Aute.

Noche y niebla… mala combinación. Vi venir una figura a lo lejos, y yo juraría que surgió de la niebla, sin previo aviso ni invitación; en la distancia era como una hormiga negra, en una calle negra, en una noche negra; se acercaba creciente como una luna negra, interminable y fría. A media distancia, adiviné que era la típica señora vestida de negro… y empecé a divagar: Las señoras, así en general, son inofensivas; algunas incluso son simpáticas. Se diría que la mayoría son amables. (Las estadísticas aseguran que cinco de cada diez señoras son la mitad). Las señoras más peligrosas que existen son, en orden ascendente: a) Las señoras que aprietan el moflete al niño de la vecina o al nieto. El 98 % de las señoras confiesa pertenecer a este grupo. (El margen de error es del 2 % en este tipo de encuestas). b) Las señoras que empujan y embisten como jugadores de rugby para subirse al autobús Alcalá – Granada. Son un reducido pero poderoso 35 %.  Y c) Las señoras que circulan con sus paraguas abiertos a la altura de los ojos de las personas ‘normales’. Suponen un 80 %. Muchas pertenecen a los tres grupos, por lo que su peligrosidad potencial se dispara. Sin embargo, como decía, en general su peligrosidad no pasa de anécdota y son inofensivas, por eso y siendo como era una noche negra de niebla, en mis ensoñaciones mientras aquella señora se me acercaba, yo imaginaba que no estaba dispuesto a creer que fuera a barrerme del mundo una señora, por muy de negro que vistiese… La segadora de almas… la dama de negro… la señora de la guadaña… la Muerte, la llaman.
            La Muerte ha sido representada de muchas formas distintas… el esqueleto con la guadaña y el reloj de arena, la lechuza blanca, la niebla misteriosa, o esa inquietante figura que siempre habla en mayúsculas y a la que nadie discute. Esta mujer que se acercaba, por el contrario, parecía la típica señora, una dama que viste de negro guardando luto, con su peinado de señora, sus zapatos de señora y su bolso de señora a juego.
Cuando por fin nos encontramos, se detuvo junto a mí. Vi entonces que no era una ‘típica’ señora, sino una mujer joven, de belleza indiscutible, mujer de claras curvas y mirada penetrante. Y yo pensando en la Muerte… qué tonto soy… No obstante, me quise asegurar, así que la miré bien, de arriba a abajo: El esqueleto se le intuía por debajo de la piel, bien. Número de guadañas, cero; bien. Reloj, digital, sin arena; bien. Resultó ser una mujer que nunca deja de mirarte a los ojos, y parece que nunca parpadea. Corrijo: Creo que sólo parpadeó una vez. Fue un flechazo, me fulminó el corazón. Quienes hablan de las flechas de Cupido, no conocen a esta mujer.

Desde la noche siguiente, Ella venía a verme, siempre de noche, siempre puntual; asomaba su cara, se acercaba a mi cama sonriendo con la malicia de quien no tiene nada que perder, y me miraba… Ella sonreía, yo temblaba; y me decía que sólo quería hacerme compañía, pero yo intuía que buscaba algo más de mí. Quedábamos después largas horas en silencio, sólo mirándonos el uno al otro; deseando yo que Ella no parpadease ni una sola vez más. Pasaron los días, pasaron las noches… y un día algo pasó: amaneció (que no es poco), pero yo me sentí ensombrecido y triste por un miedo atroz e incomprensible. Aquel día las venas se me secaron, prisioneras del abismo, de la aurora, del tic-tac, pero esa es otra historia. Entre silencios, Ella me preguntaba: “¿qué rompe un corazón?”, y lo decía sin comprender, ajena y fría como una noche negra, que ella era la razón. Su voz me envolvía de una forma a veces sutil y otras veces arrolladora, unas veces descarada y otras inconsciente. Volvimos al silencio, hasta que me miró y comprendió que no debía estar allí. Se marchó. Gran coraza, el corazón.

Al día siguiente le escribí una carta; una de las de siempre, en papel. En ella le explicaba qué rompe un corazón. En ella decía que intentaré olvidarla… pero no sé cómo. Le decía que ahora que el guiño de una sombra basta para tumbarme, no existe manta ni abrigo capaz de aliviar este frío que nos hiela el corazón. Finalmente, escribí casi sin pensar:
 El miedo al dolor es a veces más peligroso y más dañino que el dolor mismo. La rendición a ese miedo, es irreversible. Gran raza, la razón. Gran coraza, el corazón.
            Firmé. Besé la carta y la metí en un sobre. Dejé el sobre sobre la mesa y escribí su nombre con grandes letras rojas. Después me detuve un momento a contemplar las seis letras de su nombre que acababa de escribir. Fue al leer su nombre cuando decidí no enviarla.
Con los ojos cerrados, le dije adiós. Nunca me había sentido tan cerca de alguien, como de ella en el justo momento en que me partió el corazón. Yo era un corazón roto… y Ella, aquella mujer de curvilínea silueta y mirada intensa que me visitaba cada noche… Ella, ahora lo sé, era la Muerte. Cogí una cerilla y quemé la carta, sabiendo que, tarde o temprano, volveríamos a encontrarnos.


"CURRO" (de La Mala de la Película. -Leído por Enrique Hinojosa)


Curro

 – Diana Morales Lara. –


Curro es viejo. Es tan viejo que ya tiene los huesos más ancianos que la piel... Ha ido menguando con el paso del tiempo, y siempre dice que el día que su estómago esté más cerca del infierno que de donde lleva cincuenta y cinco años tirando las mejores cañas del barrio, ese día se acabó todo. Sabe que la fecha se aproxima. Hay días que incluso siente que los buitres le rondan, volándole tan cerca que siente que le aplastan. Y también sabe que para cuando ese día llegue, debe llevarse todo con él. Curro jamás fue un hombre egoísta. De hecho lleva más de media vida dedicándose en cuerpo y alma a su bar, y a todos los que en él frecuentan. Allí vio ganadores y perdedores, pasiones, risas, amores de barra de bar, allí sintió su primer rock, y su primera balada. Pero, sobretodo, allí es donde sigue ella.
Todos saben que es un tema del que jamás deben hablar a Curro, aunque sobre ella se han murmurado innumerables historias. Unos dicen que sólo sirve para tapar las manchas de lo que quedó de todo aquello, otros, que ella fue quien le hizo morir de amor. Se dice incluso, que en realidad nunca existió... pero la única verdad es que sólo Curro sabe lo que ocurrió aquel día, y cómo ella fue a parar a nuestro querido bar.
Fue un día frío de Octubre. Aquella tarde, mientras fuera se deslizaba apacible el otoño desde los árboles, y el sol refulgía a la noche, dentro de nuestro bar, a falta de sexo, los vividores intercambiaban el humo de sus pitillos. Bullicio, carcajadas y tinto entremezclados de la mano de Curro. Todo parecía seguir el estado natural de las cosas. Pero un grito repentino, a las 12.30 de la noche, enturbió aquel bar hirviendo, dejando a los presentes atónitos, mudos, mientras observaban cómo el artífice de aquel desgarrador sonido se levantaba de su mesa, arrojando el tapete y los vasos. Sangrando aquel mus en el suelo. Y cómo con violencia levantaba su brazo derecho, con el dedo índice tan estirado, que parecía una pistola apuntando con su cañón. Juan pasó así varios segundos. Señalando, con gesto histriónico y sacudidas violentas, aquel pedazo de pared del bar. Nadie comprendía nada. Nadie hacía nada, sólo observaban. Juan, en un esfuerzo contra la locura, volvió a gritar: ¡Allí está! ¡Era ella! Y a los dos segundos, comenzó a arremeter contra todo lo que encontró a su pasó. Del silencio momentáneo, se pasó al caos. Todos los que allí estaban, fueron desalojando con prisas el bar. Nadie se explicaba qué estaba pasando. Juan había enloquecido.
Comenzó a tomar alma de huracán. Destrozaba todo aquello que veía a su paso. Curro trataba de calmarle desde la barra. Pero Juan se comenzó a golpear la cabeza contra la pared mientras gritaba, con los ojos desorbitados. Llegó a tal punto su locura, que se arrancó los dientes uno por uno, se clavó el cuchillo más afilado del bar, y allí… el olor al sudor de sus pestañas tornó color rojo, y desangrándose como el sol cuando llega la noche, se dio muerte.
Nadie sabe que pasó después de aquello. Curro desalojó el bar, y se quedó durante horas a solas con el cadáver de Juan.
Al día siguiente el bar abrió, como de costumbre. Y Curro esperó a que sus habitantes lo alojaran, poco a poco, hasta que se llenó. Todo el mundo mantenía un silencio expectante, mientras cientos de preguntas rondaban sus cabezas. Curro se subió a la barra, y dirigiéndose a todos, exclamó:
-          Como sabéis ayer ocurrió una gran tragedia en este bar. Juan murió... pero él, como yo, siempre ha participado para que este bar siga adelante. Y os comunico que así lo voy a hacer. Aquí todo volverá a ser igual, a excepción de dos cosas, que como dueño de esto desde aquí os pido. ¿Veis ese cuadro en la pared?, ese fue el lugar donde Juan murió. Allí se mantendrá hasta el día que yo me muera, y con él, también se mantendrá el silencio. Jamás me preguntareis el por qué de ese cuadro, ni volveréis a hablar de lo ayer acontecido en mi presencia.




Al principio, todos quedaron atónitos. Tanto por las palabras de Curro, como por el cuadro. Era la pintura de una mujer de una belleza increíble. Poseía unos intangibles ojos negros, colgados como imperdibles, tras unos párpados de cristal roto, y su piel era tan blanca como nieve que engendra el alma, casi transparente…






Así, entre confusión y sorpresa, comenzó una nueva jornada en el bar de Curro. Y poco a poco, los que allí se daban a la mala vida, fueron recuperando sus viejas costumbres, olvidando, como se olvida a veces al otoño.
Pero llegaron las 12.30 de la noche, y todos los que allí estaban presentes, recordaron inevitablemente lo que había sucedido apenas unas horas atrás en ese mismo lugar. Entonces, en ese momento, todos pusieron la mirada en aquel punto donde Juan apuntó con su dedo índice gritando, donde Juan perdió el raciocinio. Todos miraron al punto donde pocos minutos después de aquel imborrable grito, Juan se suicidó.

Y allí estaba ella, pero no era tan hermosa como por la mañana, en ese justo instante, pareció embellecer hasta explotar de dulzura. Miraban, engatusados, aquella imagen, que aun con aquella irreal belleza, parecía que iba a salir de aquel cuadro en cualquier momento, para tocarles.
Desde ese día, todos viven felices con la pintura de aquella muchacha. Pasan el día esperando contemplarla durante esos segundos, en los que sueñan que es su princesa, y que algún día saldrá de aquel cuadro, de aquel cuento, para abrazarles a ellos.
Curro es el único que no la mira. Él ha pasado todos estos años detrás de su barra, dando la espalda a aquella pintura. Y observando, lo que mientras el resto pasa mirando a la muchacha, nadie observa… Curro, cuando llegan las 12.30 de la noche, mira a la pequeña ventana que hay en frente del cuadro. Y es que, lo que sólo él sabe, es que es ella, la Luna, la que asoma todas las noches a esa hora su carita por el bar. La que aquel día de Octubre, decidió bajar hasta el mundo mortal para pasear su terrible figura frente a los hombres que allí paran a beber, con su nimio corazón. La que consiguió volver loco de amor a Juan. La que se divierte cada noche desde entonces, asomándose por esa ventana, dejando su reflejo en la piel de la muchacha que Curro decidió poner ahí para que los mortales no vuelvan a enloquecer de amor, para que sueñen con la imagen de algo tan bello como real. Para que esa puta deje de asomar su reflejo de perfección inalcanzable, de explosión encantadora de sueño irrealizable, a quienes imperfectos por necesidad, jamás podrán sino es muriendo, poderla alcanzar.

lunes, 5 de noviembre de 2012

CONXURO (adaptado por Alvaro Morales)





Búhos, lechuzas, sapos y brujas.
Demonios maléficos y diablos, espíritus de las nevadas vegas.
Cuervos, salamandras y meigas, hechizos de las curanderas.
Podridas cañas agujereadas, hogar de gusanos y de alimañas.
Fuego de las almas en pena, mal de ojo, negros hechizos, olor de los muertos, truenos y rayos.
Ladrido del perro, anuncio de la muerte; hocico del sátiro y pie del conejo.
Pecadora lengua de la mala mujer casada con un hombre viejo.
Infierno de Satán y Belcebú, fuego de los cadáveres en llamas, cuerpos mutilados de los indecentes, pedos de los infernales culos, rugido de la mar embravecida.
Vientre inútil de la mujer soltera, maullar de los gatos en celo, pelo malo y sucio de la cabra mal parida.
Con estas lecturas levantaré las llamas de este fuego que se asemeja al del infierno, y huirán las brujas a caballo de sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.
¡Oíd, oíd! los rugidos que dan las que no pueden dejar de quemarse entre las letras quedando así purificadas.
Y cuando estas lecturas entren por nuestros oídos, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento.
Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, a vosotros hago esta llamada: si es verdad que tenéis más poder que la humana gente, aquí y ahora, haced que los espíritus de los amigos que están fuera, participen con nosotros de estas lecturas.

martes, 2 de octubre de 2012

LO PRÓXIMO...


El clásico café y letras "especial Fieles Difuntos" de todos los años está cada vez mas cerca; y este año viene cargado de sorpresas; performance, representaciones teatrales, y por supuesto, nuestra razón de ser, los relatos cortos más siniestros y fúnebres que podáis imaginar propios para esos días de ultratumba...






Esperando vuestra colaboración, ya sabéis que podéis mandar cuando queráis cualquier relato, relacionado o no con el tema del "Café y Letras" en cuestión, cuando queráis a la dirección de correo que aparece en el blog. También podéis seguirnos ya por twitter:  @Ayarelatos

domingo, 30 de septiembre de 2012

GOLONDRINAS (por Enrique Hinojosa Baca)





GOLONDRINAS - MARÍA ROMÁN. (redactado por Kaizen (Caracter de Lobo)

(Intro: “Volverán las oscuras golondrinas a volar...” ...tal vez).
¿Sabes
Gustavo Adolfo?
en cualquier año de estos
ya no van a volver
las golondrinas
ni aun las pertinaces
las del balcón
las tuyas
es lógico,
están hartas
de tanto y tanto alarde
migratorio,
de tanto y tanto cruce
sobre mar y retórica
y pretextos
y alcores
Su tiempo ya pasó
lo reconocen
y a mitad de su ida
o de su vuelta,
oscuras,
cursilíneas,
tiernitas de alas largas,
se dejarán caer
como buscando
cada una su ola
terminal.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Esperando La Aceituna...



Ayer tarde en Café Bar Musical CASABLANCA

... Si es que raro es el día que vaya "al Casa" como por aquí le decimos y, a pesar de llevar "n" (elevado a n) años yendo por allí, no me sorprenda con algo nuevo; nuevos libros para compartir, nuevos brebajes por degustar y así todos los días preguntando a Julian por todo... 
   Ayer mismo, a la hora del té (si es que hay que poner hora para beberse uno lo que le salga de las narices)   mientras degustaba un cóctel de los que ofrece para estos días de feria local, se sacó otro conejo de su chistera y me dio para que le echara un vistazo este libro: 

Dry Martini. Un punto de referencia. Un estilo de vida

Son 29 relatos cortos en los que de una forma u otra aparece el cóctel Dry Martini. Llevo tan solo unas pocas leídas pero todas muy originales. 
   Aquí os dejo la del "grandi-oso" Bigas Luna:

 (Sin Título)
Bigas Luna

   De pequeño estaba convencido de que los pechos de la mujer estaban llenos de leche; incluso cuando mi madre me cogía en sus brazos y me estrujaba entre sus grandes pechos siempre tuve miedo de que su leche empezara a salir y me mojara la cabeza, para protegerme me escondía debajo de sus axilas. Mas tarde descubrí que los pechos no estaban llenos de leche; descubrirlo fue una experiencia agradable y sensual pero tuve la primera decepción de mi vida; fue mi primer contacto cruento con la realidad. Ahora que no soy tan pequeño y que no soporto la leche pienso que sería maravilloso que estuvieran llenos de dry martini, que podría obtenerse gota a gota después de una suave y delicada presión. La succión unos quince minutos y la aceituna, estoy convencido, aparecería en nuestras mentes en forma de realidad virtual.


Ahí os dejo eso y sigo leyendo el resto de relatos dry martiniceros que me quedan de este original libro.
                                 



viernes, 21 de septiembre de 2012

REGRESAR.... REGRESAR...REGRESAR...



Introducción al evento "Regresar"


De entre todas las escenas,  diálogos, miradas, conclusiones y sensaciones que extraje de la película Todo Sobre Mi Madre de Pedro Almodóvar, tal vez la que aún corre por mis venas en viajes de ida y vuelta es la música de Ismael Lo, la canción Tajabone, mientras Manuela, genialmente interpretada por Cecilia Roth, destrozada por la muerte de su hijo, pegaba su cabeza al respaldo del asiento del tren al regresar a Barcelona en busca del padre de éste para decirle que había muerto… “Huí de él y ahora voy en su busca”

En definitiva así es nuestra vida. Una circunferencia, al fin y al cabo, un continuo regresar a un punto de salida para llenar de nuevo el corazón de horizontes y expectativas. Y así vuelta tras vuelta, hasta rellenar unos días, completar ciclos y ciclos y ciclos… Regresar… regresar…regresar…

GRACIAS


lunes, 17 de septiembre de 2012

Regresar

Cartel de la cita, obra de Christophe Berville
Con el propósito de lanzar el otoño culturalmente hablando, y con el mismo espíritu de siempre, el grupo de relatos cortos Entre Aldonzas y Alonsos organiza una nueva lectura pública de obras. La cita donde siempre, el Bar Musical Casablanca, y la fecha el 30 de septiembre. La hora... la del café (5 y media de la tarde), porque Café y Letras es el título siempre de esta actividad, que para este primer envite del curso subtitulamos Regresar. Con cartel obra de Christophe Berville, nos ponemos manos a la obra y dejamos lanzada esta convocatoria, que esperamos sea de su agrado. Asimismo, recordamos que nuestro correo electrónico sigue abierto para ser la válvula de escape de esas líneas que pugnan por salir. Allí también os esperamos.

martes, 31 de mayo de 2011

INVISIBLES (por Alma Montañes Castillo)


INVISIBLES

(por Alma Montañes Castillo)

Siempre le gustó ir a tomar café al bar antes de trabajar. Quería ver a aquella chica que, sentada al fondo en una esquina, nunca se hacía notar. Atraído por su expresión solitaria, su rostro sin maquillaje y su aparente desidia al vestir, supo desde el principio que el encanto se arruinaría si le hablaba, que debía dejarla allí quieta sin tocarla. Pero poco a poco de reojo y con aparente hastío, ella también le empezó a mirar, como si supiera que él iba allí sólo para verla. Una tarde ella entró haciéndose notar con un corto vestido rojo, una gran sonrisa y maquillaje. Al día siguiente, él dejó de ir al bar.

BAILANDO (por Mª Ángeles Ruiz Castillo)


Bailando
(por María Ruiz Castillo)

Allí estábamos; luz tenue, música de fondo, por supuesto Raphael, y de pronto empezó a bailar.
Los dos solos muertos de risa, mientras el resto entraban y salían.
Eso es amistad, esto es Casablanca.


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