¡Gracias Nono! (sabía yo que te iba a gustar bastante el día de ayer)
CAFÉ-BAR CINEMA
Presentación
efectuada por Nono Vázquez en Bar Musical Casablanca, 16 de diciembre de 2012
¿Quién no atesora en su educación sentimental un bar
especial, una cafetería secreta o un club de referencia? En los bares
arreglamos el mundo. En los cafés nos enamoramos. En la pista de baile perdemos
la cabeza. Y el cine, prolongación de nuestra vida, así lo ha reflejado a lo
largo de su historia.
Es una cita de nuestro invitado, como
encabezamiento de un comunicado de prensa, y he querido destacarla porque
resume en muy pocas palabras la motivación, la esencia, si ustedes quieren la
propia razón de ser de un libro como Café-Bar
Cinema. El cine nos traslada y nos embauca; casi hasta ejerce en nosotros
una transmigración del alma. Sus escenarios son los nuestros, y hasta la
realidad se ve a veces obligada a imitar la ficción del celuloide, porque
sencillamente la necesita.
John Travolta y Samuel L. Jackson nos ilustran
en Pulp Fiction sobre algo
interesante: en París se puede pedir cerveza en un McDonalds. Mickey Rourke en Barfly
es, ni más ni menos, el mejor borracho de la historia del cine: Buk. Suyas son
las palabras:
Cualquiera puede ser un no borracho. Se requiere de un
talento especial para ser un borracho. Se necesita resistencia. La resistencia es
más importante que la verdad.
En Tomates
verdes fritos un bar se convierte en el centro mundial de la reivindicación
de los derechos de las mujeres, y Jesús Lens asegura que el Whistle Stop Café es un bar que todos
querríamos tener al lado de casa. Estoy de acuerdo. Un destartalado saloon del lejano Oeste es un templo
gracias a la gran pantalla, y a lo largo y ancho del cruel mundo los bares han
sido el refugio de los amargados, el escaparate de los guapos, el escape de los
solteros y la salvación del que busca un teléfono en Nueva York.
Como la vida, la ficción necesita los bares, y
los encontramos de los más extraños pelajes, también en la pequeña pantalla. El
Casi-ke-no, Central Perk, el Bar Reinolds,
Cheers… escenarios familiares, tanto
como los propios, en los que imitamos en no pocas ocasiones las aventuras que
no somos capaces de inventar. Los bares son el remedio del tedio, pueden ser
hasta una entidad de crédito, y con muy poco se puede conseguir que un bar, el
bar de uno, se convierta en un bar de película.
Café-Bar
Cinema es un compañero para salir de bares, y conocer
a sus inquilinos. Todo bar tiene su fauna, y este libro es un ideal vecino de
barra. A sus páginas hay que asomarse en paz; con el tiempo necesario para
llegar a la hora del cierre. Aquí lo tenemos; lo estamos recomendando desde un
bar en el que se juega, se habla, se navega, se estudia, se compone, se canta,
se toca, se recita, se actúa, se propone, se divulga, se informa y, además,
para rematar lo que para muchos es una
incongruencia, se anima a un consumo responsable. Hemos visto entrar por la
puerta esta oportunidad, y la hemos aprovechado, aunque nos parece escuchar a
lo lejos las palabras de Bogart en el Rick’s…
o acaso son las de Julián, nuestro anfitrión mismo, diciendo:
De entre todos los cafés, de todas las ciudades del
mundo, tuvo que venir al mío.
Tengan ustedes una placentera lectura de Café-Bar Cinema. Buen provecho.
(Para l@s que se lo perdieron)
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