El camino serpentea
como una lengua de plata,
y alrededor todo cubierto de siluetas.
Árboles, murallas,
olivos y piedras.
Luces en la lejanía
que tan pronto están,
como por capricho desaparecen
entre la niebla.
Es el paisaje que impregnado de su aroma
a veces levanta el vuelo.
Un vuelo sinuoso que difícil resulta de entender.
Abro mi mano y quiero atraparlo
pero es leve aunque cotidiano,
y su suave caricia me roza entre los dedos
y se escapa como un pez.
Lo intento una y otra vez,
con la insistencia del niño que quiere
atrapar en su pequeña mano un puñado de agua,
lograr lo imposible
y poderlo mostrar.
Un sentimiento.
Amor lo llaman.
Y, sin embargo...,
se esfuma una y otra vez.
1 comentario:
Muy bueno Pilar!!!!!
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