Quijotes desde el balcón

lunes, 28 de mayo de 2018

Mensia

por Nono Vázquez

En un lugar recóndito entre universos se encuentra el lugar llamado Mensia. No es una ciudad, como la conciben los humanos, aunque tampoco existe una definición clara de lo que significa, por lo que aplicarle la definición de urbe es una solución, incompleta, pero solución al fin para comprenderla, porque Mensia se define a sí misma, se explica por sí misma y se necesita para hacerse presente. Si es una ciudad, no lo es a la manera que un ser humano la imagina.

Pero está habitada. Los mensianos son especiales, inexplicables desde lo físico. Se perciben unos a otros por la fuerza de la propia existencia. No tienen cara, ni ojos; no sonríen ni expresan sentimientos. Dialogan, sí, pero a un nivel muy elevado, sin lenguaje ni escritura. Solo se sienten, se intuyen y se alimentan unos a otros por mecanismos incomprensibles, pero tan básicos como puede ser la simbiosis de los seres vivos. Son, están y viven porque hay otros semejantes que también lo hacen, dentro de un círculo sostenido, pero frágil, como lo son las mentes.

Porque Mensia no es un espacio de seres, sino de conciencias. Todas y cada una de las piezas del pensamiento de los hombres existen y se dan cita en Mensia, teniendo como único objetivo en la vida su activación para conducir la sabiduría, el intelecto, la creatividad y los estados de ánimo. Por eso su poder es tan insignificante como decisivo, porque forman parte de una vida que no son capaces de controlar a la totalidad, y porque como piezas que son, dependen del libre albedrío humano, desconocedor e inconsciente de la existencia de Mensia y sus moradores.

Mensia no atravesaba su mejor momento y el temor, a la forma y manera de la percepción mensiana, se había apoderado de ella. Por eso, Illuk tomó las riendas para hacerse presente a los que próximamente iban a ser transferidos, como Salther, que se mostraba impaciente ante lo que se avecinaba:
- ¿Quiénes son esos de ahí, Illuk? -preguntaba el aprendiz-. Percibo en algunos mucha paz, aunque también amargura en la mayoría.
- Son los que han alcanzado el nivel máximo, Salther -replicaba Illuk con su temple habitual-. Son los que ya han finalizado su labor, y han dejado un cuerpo muerto en la tierra. Ellos han obtenido el beneficio del renacer y, como yo, educan a las nuevas mentes futuras, como tú.
- ¿No morimos nunca? -interrogó de nuevo Salther.
- Jamás dejamos de existir -respondió Illuk con rotundidad-. Aunque esos ancianos tristes son lo más parecido a nuestros muertos. Nuestro trabajo es intemporal. Somos lo que los humanos llaman conciencia, somos por un tiempo propiedad de ellos y por desgracia no siempre estamos tranquilos, aunque la mayoría se empeñen en que nos mantienen así. El pensamiento humano se desploma, Salther, y mucho me temo que nuestra conexión con ellos se está disipando por alguna razón.
- ¿Y no hay manera de avisarles? -volvió a interpelar Salther, impaciente por encontrar una solución digna-. Si les hacemos llegar un mensaje, a lo mejor podríamos...
- Ellos no nos perciben como nosotros -sentenció Illuk-. Solo unos pocos se asoman mínimamente a nuestra realidad, y no siempre les funciona. Son los que allí llaman locos, iluminados, entre ellos hay algunos escritores, científicos, la mayoría de los niños… pero es difícil mantener viva la conexión entre ellos, los humanos, y nosotros, los renacidos.
Salther comprendía las explicaciones de Illuk, y aunque no existiera una forma de comunicación normalizada entre ellos, a su manera tomaba buena nota de todo. Estaba comprendiendo la fractura del pensamiento, y que desde Mensia había mucho que aportar al crecimiento de los hombres. Las explicaciones de Illuk eran convincentes pero estaban cargadas de pesimismo.
- Pronto serás transferido, Salther -dijo Illuk-. ¿Qué esperas de tu labor?
- Quisiera ser una mente abierta, Illuk -replicó el aprendiz-. Saber hacer frente a la realidad, generar buenos pensamientos. Quiero volver y ser un renacido en paz.
- Solo hay un camino para ello -volvió a sentenciar Illuk-. Intenta siempre que tu propietario sobreviva a sí mismo; que nunca llegue a morir, porque siempre sea recordado. En eso, y no en otra circunstancia, estará tu éxito. Los triunfos instantáneos no tienen reflejo aquí, se difuminan y dejan renacidos amargados. Si quieres ser como los otros, sé una conciencia constructiva.
La transferencia de Salther se produjo el 27 de mayo de 2018, fecha de la tierra. Su labor está por ver, pero partió de Mensia con la intención de mantener gruesa la línea de conexión con el cuerpo que se le había asignado. Su objetivo es el dictado por su maestro Illuk: ser la conciencia de un inmortal y ganar así su renacer en paz.

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