Quijotes desde el balcón

domingo, 3 de noviembre de 2013

El cumpleaños

Relato de Ángel R. Góngora

- ¡No llegamos, imposible, no llegamos!

...las dos maravillas que estaban apunto de ver la luz...
 Se murmuraba en silencio Juan mientras pisaba a fondo el acelerador, sin importar ya el número de semáforos en rojo que se había saltado ni los dos coches de policía que iban tras él. Y ya justo al llegar al inicio de la calle Ribera del Beiro, los ciento treinta kilómetros a la hora que indicaba en ese momento el marcador electrónico de su nuevo Fiat Tipo fueron demasiados para aguantar aquel giro. Juan gritó ¡Nooooo! apretando los dientes, y la señal de ceda el paso y la cristalera del bar que hacía esquina al inicio de la calle hicieron su trabajo. Juan murió en el acto con el cuello roto por el golpe contra el parabrisas y la señal. Elena, su mujer, que se encontraba reclinada en el asiento para sufrir menos en el trayecto, tan solo pudo aguantar respirando unos minutos más mientras escuchaba a los médicos de la ambulancia gritar: ¡Está embarazada, hagamos algo, está embarazada!

Todo el giro que habían intentado dar a sus vida; los lavados de cara y la huida de la apisonadora asfixiante de su apellido sobre todo a finales de ese año, pasaron en décimas de segundo por los ojos de Juan -John Dahmer- y Elena -Helen-, la señora Dhamer.

Decidieron huir de aquel infierno mediático que se había formado por ser John hermano de quien era, una vez detenido Jeffrey y demostrados todos sus cargos. John y Helen -Juan y Elena como acordaron llamarse nada más poner pie en España- se mudaron a Granada, ciudad de la que habían oído maravillas, multicultural, sana y de gran calidad estudiantil, y deciden rehacer sus vidas junto con las dos maravillas que estaban apunto de ver la luz.
2020 
- ¡Maggie! Maggie, por favor contesta, llámame. Es la tercera vez que te llamo esta noche y me tienes muy preocupada.

Y como el resto de las ocasiones, Maggie no contestó.

Sophie llevaba semanas sin saber nada de Maggie. Bueno eso no es del todo cierto, lo único que sabía, era que algo raro pasaba; esos sobresaltos en medio de la noche, esa quemazón en la mente y en el alma que llevaba días teniéndola en vilo por las noches no podían significar nada bueno. Algo estaba pasando con su hermana.

Ya de jóvenes, esa especie de conexión biológica que se supone tiene un gemelo con su par, empezaba a ser un engorro en sus vidas. Había noches que, de pronto, Sophie comenzaba a sudar en la cama, a dar vueltas entre las sábanas y se despertaba con todo el cuerpo ardiendo hasta el punto de tener que ir a refrescarse para poder seguir durmiendo. Al día siguiente, preguntando por el instituto, se enteraba que su hermana había pasado la noche con Hugo Cano, hijo del jefe de estudios del Padre Suárez. El tal Hugo era muy  anti-todo por llevar siempre la contraria a su padre. De ahí que hiciera buenas migas con la rara Maggie -Marga para el resto del mundo-.

Sofía y Marga tuvieron mucha suerte con su nueva familia. La historia de la muerte de sus padres afectó tanto a uno de los médicos que atendió el parto, si se le puede llamar así a lo que tuvieron que hacer tras el accidente, que éste agilizó todos los trámites para adoptarlas. Y así fue. Desde ese momento pasaron a ser Sofía y Margarita Almagro, hijas ya del doctor, ahora prestigioso cirujano, Vicente Almagro y la comadrona doctora Sofía Olóriz.

Sofía quiso seguir la tradición de sus padres, sobre todo por parte de madre, y dedicarse a la sanidad. Y, tras sus estudios de enfermería consiguió, empujoncito de la dirección incluido, entrar a trabajar en el Hospital Materno Infantil Sierra Nevada -antiguo Virgen De Las Nieves-.

Marga, sin embargo, tras su paso por el instituto, intentó, para acallar la boca de sus padres, y dado que estudiar una carrera profunda no era lo suyo, sacarse varios ciclos formativos; laboratorio, auxiliar de enfermería, auxiliar en radiología, etc. Pero nada; no conseguía acabar nada. Y, simplemente, se dedicó a vivir el día a día con el dinero que sus padres le iban ingresando cada mes, que no era poco, y así desprenderse, en la medida de lo posible, cada vez más de sus lazos familiares.
Cosa que por suerte o por desgracia, nunca conseguiría en lo referente a su hermana, el destino, lo había querido así. Y ahora la tristeza las inundaría de pronto sin saber una de ellas el por qué, se excitarían de placer hasta extremos insospechados, sin venir a cuento en medio de la noche, y, lo que venía siendo estás ultimas noches cada vez más frecuente, y multiplicaba la preocupación de Sophie; un sentimiento de terror, culpa y un sospechoso halo de tragedia repentina que le impediría pegar ojo.

Era prioritario encontrar a Maggie, se repetía a cada instante Sophie.

Aunque con aires de entereza y pasotismo, Sophie cree que por dentro Maggie siempre fue la mas afectada, cuando cumplidos los dieciséis años, sus actuales padres decidieron contarles la verdad de su familia, y el por qué están donde están y de dónde vienen. Esa noche, cambiaría sus vidas para siempre cuando sus padres, saliendo de ver La Brújula Dorada en los Multicines Centro, decidieron dar un paseo andando de vuelta a casa y contarles la verdad de su familia, de sus padres biológicos. Al principio ninguna de las dos hermanas los creían; pensaban que se lo estaban inventando todo y que luego se reiría de ellas, pero cuando, subiendo ya por Gran Vía de Colón dirección a la heladería Los Italianos, su padre les sacó los documentos de la adopción, donde figuraban las causas de la adopción y los nombres de los padres biológicos, las dos quedaron en un absoluto silencio, mirándose. Por un instante, Sophie trató de poner la mano en el hombro a Maggie, pero esta se lo retiró con desprecio, y continuó en silencio.
- Hijas mías, de una cosa podéis estar seguras: que nos sentimos los padres más afortunados y felices del mundo desde el instante en que nos aceptaron la solicitud de adopción -les dijo su madre. 
- ¡Qué se joda Dios! -Gritó Maggie- ¿Cómo habéis podido ocultarnos eso tantos años?

Sophie lloraba abrazada a su madre, mientras seguían andando, y Maggie, unos pasos por delante, lloraba casi en silencio, para no parecer débil y sensiblona, mientras le ardía la cabeza de rabia e impotencia. Su vida era otra, el destino -si esa mierda existe- se cebó con sus padres naturales.  Maggie nunca sería ya la misma desde esa noche.

...el agua nieve hacía ya su aparición
Se acercaba ya la noche de ese lunes oscuro y de nubes bajas, 7 de diciembre de 2020, y el agua nieve hacía ya su aparición. Sophie estaba mucho más intranquila que cualquier día sabedora de que Maggie llevaba unos años celebrando una especie de cumpleaños coincidiendo con la noche en que sus padres le contaron lo de su adopción. Y acababa emborrachándose sola, y acostándose con algún oportunista que le pagara algunas copas y le invitara a un par de rayas. Maggie administraba fatal los casi tres mil euros que su padre le ingresaba cada mes. Hasta hubo meses que le pidió prestado a su hermana hasta que llegara el próximo día de paga.

Sophie llegó a casa bastante cansada pues hoy había hecho doble turno para así poder disponer de todo el fin de semana para esquiar en la sierra, le encantaba. Se tomó una tila doblé, cogió un libro y no aguantó ni dos páginas, cayó dormida.

A eso de las 3 de la madrugada, su propio grito y sobresalto la hicieron caer de la cama, corrió al cuarto de baño a refrescarse la cara pero, a modo de alfileres, decenas de imágenes le bombardeaban el cerebro: sangre, jóvenes tratando de defenderse, y más sangre. Todas estas imágenes estaban borrosas, pero la martilleaban llegando incluso a provocarle casi la asfixia. Trato de respirar tranquila, de nuevo echarse agua fría en la cara, y corriendo agarró el móvil para llamar a su hermana. Increíblemente, esta vez si contestó.

- ¡Maggie, Maggie! -gritaba Sophie.
- ¡Feliz cumpleaños, hermana! -por fin murmuró muy tranquila Maggie- Anda, ven un rato a mi piso, tengo un regalo para ti -añadió.

Y de nuevo un desgarrador escalofrío recorrió a Sophie de la cabeza a los pies.

Algo dentro de ella sabía de antemano que ese regalo cambiaría sus vidas para siempre. Maggie vivía desde hacía años en un piso entresuelo que su padre había comprado en la parte alta de la calle San Juan de Dios, esquina con la calle Natalio Rivas. Casualidades del destino, justo detrás del instituto que tampoco supo aprovechar Maggie en su juventud. Sophie le pidió al taxista que la dejara en la rotonda de lo alto de la calle, así tendría un par de minutos más para elucubrar sobre lo que se iría a encontrar allí o como iba a encontrar a su hermana.

Tocó al portero y sin preguntar ni siquiera Maggie abrió la puerta. Al notar que su hermana estaba ya en el hall de su piso ésta le gritó: ¡pasa! y Sophie simplemente vio a Maggie sentada en su sofá con las piernas en alto viendo en su enorme televisor un concurso de talentos.

- ¿Ves? -le dijo Maggie-. Tantos años desperdiciados, tantos cambios en nuestras vidas ¿para qué? Tu y yo si que tenemos talento, siempre lo hemos sabido, y nunca lo hemos compartido. 
- ¿Qué te pasa Maggie? -interrumpió Sophie- Estás borracha, mira cuanta cerveza has bebido ya. ¿Para qué me has hecho venir? 
- Ven, ven... hacía tiempo que quería darte esta sorpresa!

La llevó hasta una despensa conjunta a la cocina, tenía una especie armario frigorífico de esos que hay en las cocinas de los restaurantes, pero disimulado con unas puertas corredizas del mismo color y forma de los azulejos de toda la cocina. Maggie cogió de los hombros a su hermana de forma cariñosa, la besó en la mejilla y le dijo: 

- ¡Feliz 13 cumpleaños! 

Y allí, como el que cuelga camisas recién planchadas para ocasiones especiales, colgaban cronológicamente ordenados y sellados en bolsas de refrigeración transparentes trece brazos con sus respectivas manos,  con una fecha anotada en cada bolsa desde el 7 de diciembre de 2008 la primera hasta la última, el 7 de diciembre del 2019.

Sophie ni siquiera grito. Su boca tan solo emitía espasmos respirando cada vez con más intensidad, a modo de ataque de ansiedad, pero sin llegar a perder los nervios, como hubiera sido lo más lógico.

- ¡Y ahora el postre! -le dijo Maggie.

Y la condujo a un cuarto de baño que había entre la cocina y los dormitorios y abrió la puerta de este de golpe. La respiración de Sophie se paró de pronto, apretó la mano de su hermana con tanta fuerza que le clavó las uñas en la palma hasta hacerla sangrar. Allí, tumbados en el suelo, con la espalda apoyada en la bañera, había dos esqueletos descompuestos y mugrosos entre trapos y algunos insectos que aún sobresalían de sus cuerpos.

- ¡Ya estamos todos Sophie, saluda a papa y a mamá! ¡Qué comience la fiesta! 

...destrozo y expolio de un pequeño panteón del antiguo cementerio...
Y casi sin que hubieran pasado 5 segundos, se sacó del vaquero un bisturí y lo clavó en el cuello de Sophie. Tranquilamente se lavó las manos, cogió un billete de avión que tenía en la mesita de la entrada del piso y salió del portal hacía su flamante moto, una BMW F700GS negra que había situado cerca del portal por si las cosas se torcían en algún momento.

Martes 8 de diciembre de 2020
Todas las webs de noticias locales y nacionales abrían con la sorprendente aparición de tres cadáveres, uno de ellos reciente y dos descompuestos desde hace años, en una conocida calle de Granada, y la posible relación con el destrozo y expolio de un pequeño panteón del antiguo cementerio de San José. Aún no han dicho la identidad de los dos cadáveres descompuestos, aunque el más reciente se sabe que era el de una de las hijas del prestigioso cirujano granadino Vicente Almagro. Él y su mujer están en estado de shock, puestos a disposición médica y pendientes de declaración.

Continuará...

1 comentario:

Anónimo dijo...

esperamos la continuacion ¡
plas plas plas plas

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