Quijotes desde el balcón

martes, 2 de febrero de 2010

LAS PALABRAS QUE NO LLEGAN


LAS PALABRAS QUE NO LLEGAN
Nono Vázquez

Convinieron que todo quedaría cerrado pronto. Su relación ya no tenía sentido y las conversaciones se habían convertido en un ir y venir de insultos, que casi siempre terminaban con un mueble magullado o algún destrozo en la integridad física. Ya no era agradable regresar y encontrarse, porque lo que antes fue un lugar de convivencia ahora era campo de batalla de una guerra diaria, en la que no vencía ninguno de los dos y tampoco les convencía en modo alguno.
Se perdió la emoción, aseguraban algunos. Se fue desgastando todo, pensaban otros. El caso es que ellos se afianzaban como última esperanza a mantener una conversación. Pero casi nunca llegaba el momento bueno para ello. Cansados del trabajo, a veces casi ni discutían y ambos veían en el amanecer y el nuevo día la excusa perfecta para salir de allí y buscarse en lo que al resto de la gente aburre y desquicia, pero que para ellos se había convertido en la solución de muchos de sus problemas: la rutina diaria.
Y así fueron viniendo más y más mañanas de trabajo balsámico, tardes de discusiones y desplantes, noches de silencio y nuevos amaneceres de escapatoria. De vez en cuando, si los gritos dejaban una mínima tregua, volvían a hacerse la misma promesa: hablar de aquello cuanto antes y ponerle el cierre. Pero el momento no llegaba y los años pasaban.
Al poco tiempo, los hijos ya no fueron un impedimento para poner fin a aquella pesadilla; pero tampoco pudieron concretar un día, un minuto, para disponer qué sería de sus vidas por separado, ya que el proyecto común había fracasado años atrás. Pero la rutina de golpes en las paredes y gritos se había hecho fuerte, y hasta hay quien asegura que ambos estaban ya acostumbrados a ello hasta el punto de no querer dejarlo. Y algo de eso debió ser, porque poco a poco se dejaron de escuchar los gritos y, simplemente, tenían silencio como única compañía.
Con la vejez las cosas se empiezan a ver de manera muy distinta. La proximidad quizá de la partida definitiva suele ser el motivo; o tal vez el cansancio acumulado que debe sentir el náufrago que nada contracorriente y observa con desesperación acercarse dos metros a la orilla y, en un soplo, alejarse cinco. En todo caso, el rencor y la infidelidad eran ya los principales inquilinos de aquella casa que un día fue un hogar feliz, y que hoy arrinconaba a sus primeros moradores como dos muebles desgastados e inservibles, esperando el momento de deshacerse de ellos.
Él se marchó primero. Fue en silencio también, tal y como había vivido los últimos años de su vida. Ella efectuó con frío rigor los trámites para que tuviera una sepultura digna y continuó su vida como si nada. Hizo oídos sordos a las peticiones e invitaciones de sus hijos para dejar la casa con contundencia. Esa tozudez hizo desistir a todos y así pasaron siete años más. Silencio por toda compañía, y quién sabe si añoranza de aquellos tiempos; los buenos y los malos… o no tan malos.
En sus últimos días, su postrera voluntad fue sorpresa para todos. Quería reposar eternamente con él. Sus conocidos, principalmente los hijos, no daban crédito. Para ellos era increíble que su madre quisiera volver en la muerte al lado de la persona con la que en vida no pudo convivir de ninguna de las maneras. Una inocente respuesta salió de sus labios cuando ya el final estaba muy próximo:
- Es que le echo mucho de menos.
Sin más y sin menos, aquello zanjaba años de golpes, de gritos, de discusiones y de peleas. Aquello, de alguna manera, sería la conversación que nunca llegaron a tener, o que quizá llegó cuando la verdadera soledad invadió a uno de ellos, haciéndose desesperada otra vez la existencia al no contar con lo que, a fuerza de repetirse un día si y otro también fue, para bien o para mal, su vida.
Una lápida reza hipócrita poniendo epílogo a su historia, con dos nombres y dos fechas y una leyenda simple:
En la vida y en la muerte…
siempre juntos.
Ya nunca te echaré de menos.

4 comentarios:

ruyelcid dijo...

Gracias a nuestro gran amigo NONO VÁZQUEZ por habernos honrado con uno de sus relatos.

Si alguien quiere colaborar con alguno de sus relatos estamos "abiertos a todo"

Rafa Vera dijo...

Enorme, Nono, enorme.

Nono V. dijo...

Gracias a vosotros. Aquí estoy; ya sabéis que cuando se trata de algo creativo es fácil encontrarme. Mucha suerte con el blog.

alfredo dijo...

Muy bueno, torpedo

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