Quijotes desde el balcón

miércoles, 30 de marzo de 2011

Reflexiones, recuerdos alegres, pensamientos tristes…



La tarde en verano es como un pesado yunque de hierro que se desprende sostenido de una cuerda elástica. Se te cae encima, y aunque sabes que algo lo sostiene, no puedes evitar que se te eche encima cada vez más, hasta la sensación de que no vas a poder resistir su presencia y se te va a desplomar. La tarde me ha traído un momento de reflexión, tres recuerdos alegres y un pensamiento triste, y no lo he podido evitar. Ha sido así, tal como van llegando a la meta los participantes de una carrera, exhaustos, casi sin fuerzas, pero satisfechos de alcanzar el destino que se habían trazado.


La tarde es enemiga a veces, porque ahora es larga, pone fin a la jornada y te deja un montón de cosas que hacer para mañana. Si viene en son de paz, te presenta un mosaico de colores que quieres coger y tocar, para plasmarlos en el lienzo de tu retina y, con ellos, balancear un día, siempre de reflexión por algo, alegre por momentos y triste, casi siempre, en algún rincón. Por eso no me ha resultado extraño tener en mi cabeza exactamente esos momentos esta tarde, porque corresponden con lo que se espera de un momento así. Porque están ahí, para tomarlos y saborearlos; sí, porque así como una suculenta comida debe tener ingredientes dulces, salados, amargos… así la vida también tiene que estar repleta de emociones encontradas, de sentimientos dispares, aunque siempre compatibles, de ambigüedades extremas que nos atenazan y que se pierden en el clímax del sueño para volver a la vida en el primer bostezo de la mañana.


¿Por qué somos injustos? ¿Por qué destinamos tanta parte de nuestro tiempo a maldecirnos y lamentarnos y tan poco en poner remedio a nuestros propios actos? Hoy recordé que tuve diferencias con mis amigos, y que gracias a ellas hoy nuestra relación casi es inexistente. Recordé que muchos quedaron en el camino, simplemente porque me hicieron mal una vez. Nunca pensé cuántas fui yo el malhechor, porque supuestamente siempre actúo bien y de buena fe. Son los demás los que están al acecho, porque su objetivo es… ¿hacerme mal? Si se pudiera rebobinar la vida como aquellas viejas cintas de cassette, en las que grabábamos canciones de la radio y aparecían las voces de los locutores… Si se pudiera rebobinar la vida no tendríamos nada que hacer, porque como en aquellos engendros que hoy vemos antiguos, volveríamos a escuchar las voces de los locutores, y al intentar cortar lo que no nos gusta, sin querer estaríamos también destruyendo parte de la canción que sí queríamos conservar. La vida está vivida y si reflexionar sobre ella es bueno, procurar revivir el pasado es lo peor.


Sin darme cuenta, recordé… Los que peinamos canas, aunque sea tintadas, tenemos esa ventaja. Recordamos con orgullo, porque al recordar es como si nadáramos en el mar, con abundancia. Recordé a mis amigos. Algunos ya no están, porque el designio o la providencia decidieron que debían marchar de este mundo; que están mejor en otro sitio. Pero muchos quedan por aquí y caminamos juntos.


Recordé sus caras, sus voces, sus abrazos y apretones de manos en aquellos días de acné y primeros torpes afeitados a cuchilla casi viva. Recordé el colegio, el instituto, la pasada de copieteo de exámenes en aquellos finales de junio… Los proyectos para Granada, para la vida que estaba, como aquella vieja cinta de cassette de noventa minutos, aún virgen, esperando que la radio soltara la canción esperada para pulsar simultáneamente el rec y el play.


Sin querer también, recordé la vida que teníamos. Sin problemas, con un duro diario esperándonos para nuestros vicios, que en aquellos tiempos no pasaban de un paquete de chicles o un phoskitos, que siempre Carmen y Juan nos servían con amabilidad, con la sonrisa no fingida de la amistad, del conocerse de siempre, de la confianza de la vecindad bien entendida.


Recordé cómo cambiamos, y como de Enrique y Ana fuimos pasando a Parchís, de cómo nos fuimos enamorando de Beatriz, la de Verano Azul… y de cómo sufrimos el descalabro de España en el Mundial del 82 y luego el 12-1 a Malta, la gran final de París y la cantada de Arkonada… ¡qué poco dura la alegría en la casa del pobre! Después llegó la Eurocopa y el Mundial del ¡podemos! Otra historia.


Recordé cómo mis afeitados se fueron haciendo más necesarios, y de mis primeros amores, y de cómo ya eran Luis Eduardo Aute, Rosa León o Miguel Ríos los que levantaban mi ánimo, con canciones que hablaban de la vida, con la bandera de la canción protesta y mi encuentro con la música y el teatro.


Recordé que el tiempo pasó muy rápido, de cómo enfoqué mi vida hacia la radio, aquella que tanto me gustaba escuchar, cinta en ristre, y que fue testigo de los principales cambios en mi vida. Fui reportero de esos cambios; mi primer coche propio, el proyecto de comprar una casa, abandonar la soltería, ser padre… por fin, como dijeron muchos. El tiempo pasó muy deprisa, y llegaron a mi vida gentes nuevas, con otras vidas detrás; juntos nos fuimos pegando a otros, en idénticas condiciones… Como un río de innumerables afluentes, cada uno con su curso a cuestas, formando un enorme caudal. Ya eran Fleetwood Mac y Presuntos Implicados los que alegraban mis momentos de tranquilidad.


Entre los que llegaron a mi vida estaba aquella niña que pasaba desapercibida y que pronto cumplirá sepa Dios cuántos años. La recordé en un belén viviente, casi no sabía ni cómo era su voz. Dentro de nada será… ni lo sé. Con ella, casi a diario, me encuentro con los otros niños que estaban por allí; niños… todos tienen proyectos de vida; ya tienen buena parte de su cinta grabada; hasta los más pequeños, cuya evolución he visto desde la primera fila del teatro, y que están todos a punto de abrir el telón de la segunda parte de su vida. Y me pregunté: ¿por qué los buenos recuerdos siempre son del pasado y no del presente?


Inevitable; tenía que llegar. Coincidió con ese instante en que el sol pasa del amarillo al naranja: la tarde va a convertirse en noche. El presente nos agobia y nos persigue, como un defensa central que gana por 1-0 en el minuto 89 del partido. Por eso no nos deja pensar, ni nos deja recordar, ni nos permite un momento de reflexión; sólo nos trae el pensamiento triste: He tenido que desconectar de todo durante media hora para repasar lo bueno que he vivido. Me he tenido que sumergir en la profundidad de mí mismo para convencerme de que ha merecido la pena llegar hasta aquí. Triste y amargo, que también a veces una buena comida precisa del sabor más desagradable, es el ingrediente del presente, cargado de conclusiones simples, prisas y despedidas fugaces.


Triste, por otra parte, cuando se va viendo que en la cinta de la vida empieza a haber poco espacio virgen; cada vez menos carrete para grabar… Es ese momento del viaje en el que tienes que encender las luces del coche aunque aún se ve; que coincide exactamente con la hora del día en la que me encuentro, a punto de pasar de la tarde a la noche.


Y aquí me veo, buscando palabras para finalizar este relato, y maldiciéndome de nuevo, ahora porque no las encuentro, con lo fácil que han llegado a mi pluma hace tan solo unos minutos… De todo se compone nuestra vida, que no es ni más ni menos que la vida de los demás. De ahí que empiezo a rebuscar entre mis recuerdos más antiguos, porque en ellos está la esencia; allí están mis amigos en toda su pureza, los que siguen y los que se fueron. Allí también están los que llegaron después, sus hijos, las niñas del belén… Mari, mi mujer, y el Pequeño Paco también están allí. Pronto anochecerá por fin y todo se desvanecerá porque el sueño domina ese espacio del día y del transcurso vital, en el que reina la oscuridad. La mañana y el primer bostezo me plantan cara a cara con el presente y la realidad y, quizá, quién sabe, pronto llegará otra insoportable tarde de julio en la que, como un yunque atado a una cuerda elástica, todo se me venga encima. En ese instante, pulsaré los botones y grabaré en mi cinta, como hoy, mis reflexiones, recuerdos alegres y pensamientos tristes…

1 comentario:

Nono Vázquez dijo...

Ahí tenéis mi tema veraniego. Es una reedición de un ensayo que escribí hace tiempo. Saludos.

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