Quijotes desde el balcón

martes, 18 de octubre de 2011

Pizza Fría

Lo primero que pensó al abrir los ojos fue -“otra vez soñando que vuelo, ¿Qué diría Freud de esto?”- Pero no. Si bien Alfonso no estaba volando, si que permanecía en un estado casi ingrávido, suspendido en el tiempo de su relajación y en el espacio de la piscina con forma de riñón de su amigo Víctor. Se miró la muñeca, la hora dibujada en su casio lo volvió a la realidad.




-”Manda cojones”- se dijo tras chapotear con el pánico de alguien que se encuentra apunto de ahogarse -”Si no dejo de beber por las noches cualquier día me ahogo en este estanque apestoso al que llaman piscina”. A ciencia cierta nadie podía decir si era un estanque reconvertido en piscina por ocio o viceversa, por pereza.



Eran las nueve de la mañana de su segundo día de vacaciones, primera noche superada. Los padres de Víctor estaban en Brasil de viaje, dejando el chalet para ellos durante toda la semana. Los cuatro quinceañeros habían ampliado sus esporádicas tardes de verano jugando al póker en el porche de Víctor a siete días enteros. Con sus mañanas, sus tardes, sus noches y sobre todo sus madrugadas. En un lugar donde nadie puede oír tus gritos tampoco nadie se quejaría de los Maiden al 100% del volumen del equipo de música.



Cuando entró en la vivienda todo estaba oscuro y en silencio. Corrió las cortinas para dejar entrar la luz mirando orgulloso como botellas vacías de vodka, ginebra y whisky adoraban muebles, alfombras y hasta el sofá. Por no hacer ruido se sentó en el único cojín que parecía limpio a simple vista y se abrió una lata de cerveza mientras rebuscaba trozos de pizza fría que andaban por la mesa. -“Con dos cojones” - se dijo, -”¡El desayuno de los campeones!”-



Víctor fue el primero en despertar. Tapado sólo con la señorial bata abierta de su padre y con el logotipo de Bacardí marcado en la mejilla entró al salón, le quitó la cerveza a Alfonso y de un trago la apuró. Tras toser, carraspear y escupir dios sabe que en la caja de pizza vacía por fin articuló palabra -”¿Ha llegado ya el tontopollas de Carlos? Anoche se fue a hacer footing con toda la tajada encima y cuando me quedé frito aún no había vuelto”- Miró la lata pensando en qué carajo era eso (si la cerveza caliente está mala, recién despertado ya…) y tras rascarse a conciencia cuantos orificios tenía patéticamente al aire insistió en sus pregunta -”¿Lo has visto o qué?”-



Evidentemente no. Alfonso pasó de contarle que había amanecido en la piscina. Primero por la vergüenza, aunque esa parte se le pasó al verlo ataviado así. Y sobre todo por el asco que a el mismo le daba haber despertado entre agua estancada, verdosa y llena de unas hojas o musgo o baba de nosequé que allí flotaba.



Los padres de Víctor le dejaron el chalet prestado a condición de limpiarla y dejarla utilizable a su vuelta. Pero cuando le pidió a sus tres colegas que le echaran una mano obtuvo por toda respuesta “Que limpie tu puta madre la piscina, que para eso es suya”. Así que quedaba implícitamente prohibido mencionar la suciedad del agua bajo pena de tener que remangarse y limpiarla.



Antonio se despertó al poco. Llevaba sólo los calzoncillos. -”¿Has visto a Carlos?”- Preguntó Víctor -”Si, salió a hacer footing tras la pizza y ocho o diez cubalibres. Dijo que tenía que rebajar las calorías y se fue dándose golpes con cada rama que encontró a su paso. Seguro que está durmiendo la mona sobre los rosales.”- Buscaron un rato por el huerto y el jardín. Corto, pero al menos lo intentaron. “Ya volverá, él es así“. Y siguieron con sus tareas de amos de casa responsables. Víctor y Antonio cogieron el bote que había sobre la chimenea con su presupuesto semanal y se acercaron a “la civilización” a por más alcohol, tabaco, y piscolabis varios. Lo indispensable.



La preocupación por Carlos se disipó, aunque no sin esfuerzo. Media caja de cruzcampo, cuatro bolsas de Lay’s campesinas y un bote de banderillas después sólo tenían una preocupación: quien daba esta mano de póker.



La comida se mezcló con la merienda. La cerveza con los gintonics. El póker con los chistes verdes. El día con la noche y los gintonics con otra generosa ración de cerveza. Entonces llegó el momento clave de cada noche: llamar a la pizzería y pedir para cenar. Víctor llevaba con la risa tonta desde las seis y media. Antonio lo haría con la condición de pedir “dos pizzas cuatro estaciones ¡Pero con casinos y furcias!”. Así que Alfonso hizo el encargo que apenas tardó una hora y media en llegar. Y favor que les hacía el dueño de la pizzería, que rara vez hacía entregas tan alejadas del pueblo.



El sol brillaba con una intensidad inaudita. Alfonso se creía frente a un interrogatorio de la C.I.A., con el flexo apuntándole a la cara. Nada más lejos. Cuando por fin pudo enfocar las pupilas estaba tumbado en el borde de la piscina. La pierna derecha y el brazo compañero sumergidos en el líquido verdoso y maloliente. “¡Me cago en mi puta madre! Como me ahoge me ahostio” fue su buenos días.



Olvidando sus escrúpulos se echó esa agua verdosa a la cara. Un par de respiraciones profundas y volvía a ubicarse en el mundo. Las nueve de la mañana. “Si es de gilipollas dormir la mona junto a la piscina, madrugar con el resacón es para nota”.



Entró en la casa tras dejar en la baranda del porche lo poco de ropa que tenía: unos vaqueros con la pernera izquierda azul y la derecha aturquesada y los calzoncillos cuarteleros. Detrás de la puerta cogió la toalla de Spiderman, y se la ató a la cintura. Al poco apareció el otro madrugador, Víctor. “El café es de pobres” dijo ofreciéndole una lata de cerveza y empujando con el pié una caja con tres trozos de pizza fría. “Eres un mamón, y un cerdo de los grandes. Anoche salí para llamar a Javi a ver si se venía y estabas en la piscina jugueteando. Una cosa es que no quieras echar una mano a limpiarla. Pero, cojones, no te metas que tiene que haber hasta insectos pleistocénicos ahí” - Alfonso abrió los ojos hasta que le salieron estrías en los párpados -”¿Qué dices flipao? Todo lo más que metiera los pies para refrescarme, que es como he amanecido. Y ni me acuerdo de eso con la tajada. Pero ni bañarme ni nada de eso, copón, si no tendría ya veinte sífilis de cepas distintas”-



-“Tú mismo, a mi me la suda”- zanjó Víctor la conversación. -”Pero la cosa es que el Javi se viene esta tarde. Después de comer, eso si, que por lo visto es más preciso ver a sus sobrinos esputando potitos que echar el día con los colegas. ¿Antonio está ya por ahí? En su cuarto no lo he visto. Le dices cuando venga de pajearse tras los rosales o lo que quiera que esté haciendo que reserve sobriedad para la tarde y se acerque a recoger a Javi. Es el único con coche y carnet, ahora que el cabrón de Carlos se ha dado a la fuga”.



Alfonso se quedó paseando por la finca. En el jardín había rosales de varios colores, la madre de Víctor era de las que se realizaba con la botánica por no mandar al padre a tomar por culo. Ser gerente de la fábrica del pueblo no era razón para ser el rey de los puteros. Por allí ni rastro de Antonio. No es que lo fuera buscando, realmente ni se fijaba en sus pasos. Sólo sabía que caminar por el campo descalzo era a partes iguales doloroso y relajante. Se sentía raro. No notaba frío ni calor. Hincarse piedras o ramas en los pies era un dolor que se compensaba con la paz de la soledad entre la naturaleza.



Sin darse cuenta y con la noción del tiempo mirando para Tarifa, Víctor y Alfonso se sobresaltaron cuando, amodorrados por la siesta y varios litros de Ron, escucharon el crujir de la verja. Era Javi. -”¿Cómo carajos has venido tan pronto? Estábamos buscando a Antonio para que se acercara a por ti”- Javi los miró con una mezcla entre pena por verlos en ese estado y a la vez envidia por lo mismo. -”Ahí podía estar esperándolo. Al final he cogido la moto de mi hermano, la Suzuki, y me he venido solo. Joder, no hay quien aguante a los sobrinos más de media hora.”-



Javi estaba oficialmente dado de alta en la bacanal. Cubalibres, partidas de póker, chistes pésimos, anécdotas de pequeños. Aunque para ellos apenas había pasado media hora era ya de madrugada. Sólo la luna llena los iluminaba. Ni se habían acordado de encender las luminarias del porche. Al darse cuenta de lo tarde que era, Alfonso se concentró en su reloj y activó la alarma a las ocho de la mañana. Dos días seguidos de vacaciones madrugando era una putada, pero hacerlo dentro de un estanque maloliente era ya el colmo. Se concienció para acostarse lo más conscientemente posible y sobre todo para despertar antes que los días anteriores, previendo cualquier susto al amanecer.



Así que cuando Víctor y Javi sacaron las cartas del Magic, Alfonso se metió en uno de los cuartos, cerró apoyando una silla contra la puerta y se arropó para sentir la absurda seguridad de unas sábanas de hilo tapándolo por completo.



Bip bip, bip bip. Cuando el Casio de Alfonso cantó, este dio un sobresalto con un grito ahogado. -“Uff, menos mal”- pensó - “Por fin despierto en la cama como dios man…”- Sin saber como, lejos de estar durmiendo en la cama, Alfonso estaba de rodillas en un lateral de la piscina. En su mano derecha tenía el cuchillo con el que llevaba tres días seguidos cortando pizza fría. En la izquierda los rizos negros de Víctor pegados a una cabeza sin cuerpo y sólo con una oreja. “Oh, dios mío, ¿Qué he hecho, que cojones…?”- ¡¡¡Zas!!! Al notar algo en su hombro se giró bruscamente clavando el cuchillo en el estómago de Javi. “¿Pero que coño haces? ¿No sabes que no se puede asustar a alguien con un cuchillo? Maldito gilipollas”- Empujó el cuerpo de Javi a la piscina. Poco podía hacer su colega con esa herida para mantenerse a flote. En apenas unos segundos los pulmones de Javi se encharcaron de agua sucia y dejaron de funcionar. El tiempo justo para ver en el fondo del agua verdosa los cuerpos de Carlos, Antonio y la cabeza de Víctor que llegó al fondo a la vez que él.



Alfonso tardó tal vez dos minutos, tal vez dos horas, en levantar la vista del agua. ¿Era lo que parecía que era? ¿Realmente había arrojado a la insalubre piscina los cuerpos sin vida de sus amigos? ¿Era el quien los había matado? Había tantas dudas, tantos interrogantes en esos escasos días en el chalet que Alfonso pensó “que venga otro a averiguarlo, yo no voy a perder los pocos días de vacaciones con estos mierdas” y arrancando la Suzuki salió de la finca dirección norte con las alforjas llenas de cerveza y pizza fría.

2 comentarios:

ruyelcid dijo...

Muy bueno, mucho... me ha venido a la memoría una peli que vi hace muchos años, "The Blackout" http://pics.filmaffinity.com/The_Blackout_Oculto_en_la_memoria-890024077-large.jpg

¡¡Muy buen relato... para la ocasión!!

Anónimo dijo...

Si Chicho se quitara la bufanda....

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