Quijotes desde el balcón

lunes, 30 de abril de 2012

Sol Crepuscular

Aquella tarde no habría sido distinta de las otras, de no ser porque mis pasos se aceleraron, nerviosos, de una acera a otra. Sudoroso y jadeante, acababa de acceder a la esquina de la calle Nueva Higueras. “-Al fin-”, suspiré. La tableta no me funcionó en toda la mañana y en mi desesperación, un cúmulo de cables se desparramaba entre mi bolsa de transporte y mis cansadas piernas. No era posible. No me conectaba con el servidor y ya iban más de cien intentos, mientras la máquina mascullaba: “Conexión fallida, inténtelo de nuevo más tarde…”

En mi desesperada búsqueda de la información que necesitaba en aquel preciso instante, detuve mis pasos en la esquina. Aquella antigua esquina que tantas y tantas mañanas de mi infancia me había visto pasar de camino al viejo edificio del Instituto. Hoy tengo casi 70 años. Mire a mi alrededor. Hacia abajo, y casi al final de la calle, vislumbré el aún encendido rótulo de WEEP, aquel conocido distribuidor de material informático.
 “-¡Menos mal!-“, grité, ante el asombro de una señora que en ese momento cruzaba el paso peatonal, lanzándome una mirada triste…

Bajé como un poseso, empapado en sudor. Eran las 21:10 horas. Aún tenía algo de  tiempo antes de que saliera el Sol Crepuscular. Así lo llamábamos desde 2043. Apareció casi de repente. De un día para otro. La estrella Alpha - Centauri, había estallado, así, de repente. El fulgor a que nos tenía acostumbrados desde niños había desaparecido para convertirse en una Supernova irradiando aquel calor de justicia, que cada día asomaba, a las 21:15 e invitaba a cobijarse bajo el primer techo disponible.
Pero yo no podía esperar. Tenía la tableta desajustada y eso no podía permitirse, en esta sociedad informalmente informatizada, era como algo sacrílego y totalmente carente de todo sentido. Ya no bastaba con los libros en papel, que se extinguieron hace la menos 30 años atrás. No había librerías, ni libreros, ni se respiraba aquel aroma inconfundible del papel ardiendo…
    Iba caminando calle abajo mientras algunos pobres transeúntes buscaban el cobijo de las techumbres de lata ante los primeros y calcinantes rayos. Yo aún estaba en mitad de la calle, tratando de avanzar lo más rápidamente posible entre la marabunta peatonal e intentando saltar por entre aquellos autos magnéticos.
Ya casi había llegado a la altura de WEEP, cuando de repente una figura oscura, entrada en carnes y años, de vestimenta más oscura aún y con una presencia omnipotente, asomose a la puerta de entrada, fumando uno de aquellos cigarrillos prohibidos, que al instante noté por su aroma rancio y maravilloso. Era tabaco negro, y de liar. Hace años que se acabó el papel impregnado de fumar. Aquello era una ilegalidad en estos tiempos, el fumar tabaco auténtico y encima más negro que el corazón de la exmujer de mi vecina.
Le miré de reojo y allí estaba el, tranquilo, apostado en el quicio del escaparate mugriento, exhibiendo sin pudor aquellas tabletas exuberantes, ultramodernas ¡y sin cables!...
Alcance como pude la entrada, casi resbalándome con el escalón incipiente, y con aquel rayo de sol asfixiante pegado a mis espaldas, le inferí: -“¿Esta lo mío?”-
Aquella oscura figura, me miró de arriba abajo, como de soslayo y se limitó a asentir con la cabeza, invitándome a pasar a la parte de atrás de aquella especie de antro del cacharreo. Apagó la colilla de un plumazo cuando le solté encima del vetusto mostrador los 15.000 euro-cosmos pactados. Desapareció un instante detrás de las cajas de material apilado, para regresar de repente con un abultado paquete de un tono marrón parduzco…
-    “Aquí lo tienes”, tal y como me lo pediste…y que conste que ha sido difícil conseguirlo, pero aquí está. Si no te molesta que te pregunte, ¿para que lo quieres?..”-
-    “Es cosa mia”-, argumenté sin mucho convencimiento….-”lo importante es que funcione”-, balbucee…
-    “Funcionará… pero ten cuidado, uno nunca sabe que esperar de estos cacharros…”- dijo la oscura figura en un tono algo nervioso y poco tranquilizador…

Salí apresuradamente del local mientras deshacía el paquete entre las manós, intentando protegerme de los rayos de aquel castigador nuevo sol, mientras la oscura figura me observaba desde lejos, de nuevo asomada a la puerta y exhalando un humo grisáceo y espeso…

Caminé raúdo y con cierto nerviosismo en dirección desconocida, como ausente unos instantes, tras deshacerme del engorroso envoltorio del paquete. No quería perder ninguna pieza.
-“¿Quieres Sol?...toma sol…..”, mascullé mentalmente mientras me reía calle arriba huyendo por entre los tejados de chapa….

Sólo tenía que conectar el cable y darle al interruptor. Esperar que esta vez la conexión no falláse, porque de lo contrario, quizás no podría soportarlo. Pero no era hora de vacilar. Si el Condensador de Fluzo, se portaba como era de esperar, no habría tableta en el mundo capaz de detener el proceso. 

Y más cuando todo el mundo sabe lo que pasa si dos soles están demasiado cerca el uno del otro…



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