Quijotes desde el balcón

jueves, 16 de julio de 2015

RELATOS PARTICIPANTES EN EL I Concurso de Relato Corto Huerta de Capuchinos. Tema "MI BARRIO"


Ante todo agradecer a todos los participantes los relatos enviados, dado la premura y escaso margen de tiempo que dimos para la entrega la participación ha sido aceptable. Desde aquí os invito a próximas ediciones en las que iremos mejorando las formas y el contenido del concurso. Y sin más aquí están los relatos participantes. Enhorabuena a Enrique Hinojosa y a Álvaro 1º y 2º clasificados en el concurso. ¡Gracias y Hasta Pronto!


BALDOSAS 
(Enrique Hinojosa. Primer Premio)

Al salir del colegio fui a dar un paseo por el barrio montado en mi bicicleta. Antes de cruzar la calle ya podía ver los arcos de herradura en las ventanas de arriba de la casa antigua de la familia Abril, y los forjados de hierro viejo de las ventanas de abajo contra los que un día me abrí una brecha en la cabeza. Crucé la calle hasta el Paseo de los Álamos bordeando el edificio de Capuchinos. Había algunos trastos viejos en el patio de lo que un día fue un convento de monjes capuchinos. Compré unas bolsas de pipas y al salir miré hacia el paseo, pero me dirigí al sur por la calle de arriba, pasando junto al Cuartel de la Guardia Civil, bajando luego hasta el Parque de los Sauces, y desde ahí hasta la Plaza de la Constitución, donde unos niños jugaban a algo parecido a fútbol, usando árboles como porterías. Hacía calor, así que me senté en uno de los bancos, a la sombra de los perennes árboles del parque. Un resplandor apareció desde una esquina y, tras el resplandor, surgió la figura del guarda Luis, con su bastón y su camisa limpia, encargado de vigilar ambos parques y el paseo, con extraordinaria dedicación. Los niños cogieron el balón y huyeron rápidamente. Volverían poco después —yo ya sabía cómo era ese juego—, pero yo proseguí mi camino, hacia el instituto, y lo bordeé, siempre hacia el sur. Mi bicicleta volaba por los desniveles del terreno...
No me detuve, seguía hacia las afueras de Alcalá, quería llegar hasta donde llegó algún día la huerta del Convento de Capuchinos. Vi una torre alta y estrecha, sola y gastada, de sombra alargada y melancólica, pero yo pasé de largo, siempre hacia el sur. Llegué hasta el lavadero de la Fuente Granada, y supuse que la huerta terminaría más o menos por allí... Me detuve y dejé la bicicleta a mi lado, mirando hacia una Sierra Nevada sin nieve. Cerré los ojos un momento.
Al girarme, algo había cambiado, no sé por qué. Mi bici ya no estaba allí, la fuente tampoco, y vi algo que juraría que no estaba allí hacía un segundo: había construidas decenas de naves industriales, y había mucho movimiento de coches grandes y personas con prisa. Volví andando hacia Alcalá; ahora había un parque ferial que antes no estaba, y en el que se preparaban para no sé qué festival. Ahora había una estación de autobuses que antes no estaba, y que hacía compañía a aquella torre sola y gastada. Me pareció más gastada pero menos sola. A cada paso notaba mis piernas más cansadas, pesadas y doloridas, y sentía cómo aumentaba el peso de mi espalda.
Ahora me fijaba en los semáforos, y en los enormes supermercados... ya no estaba la gigantesca excavadora de Eduardo Vela, ni el Bar Estudiante, ni podía pisar las geométricas baldosas de colores del Paseo porque ya no existen. Quisiera poder volver a pisar las mismas baldosas por las que durante años iba a la escuela, día tras día, baldosa tras baldosa; por las que durante años pasaba sin darme cuenta de que era el mismo camino una y otra vez. Llegué de vuelta hasta Capuchinos, ahora el edificio parecía más joven, y de él salían jóvenes cargados de libros y sueños. Una estatua y yo los mirábamos entrando y saliendo. No entiendo muy bien qué ha ocurrido hoy: Fui a dar un paseo por el barrio... cerré los ojos sólo un momento... y han pasado treinta años. 


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BARRIO
(Álvaro Collado. 2º Premio)

El sol hace su puesta en escena. Con sus rayos, ilumina las fachadas de los bloques de pisos, análogamente, las persianas comienzan con su particular concierto. El niño, tras comprobar que el día será tan soleado como el anterior comienza a vestirse, aunque sin mucho acierto, pues su madre le regaña al ponerse la misma camiseta que ayer. Es su camiseta favorita y al niño, le da igual el qué dirán. Tras lavarse la cara y peinarse, o al menos, intentarlo, el niño desayuna para ir al colegio.

Como Ulises buscando Ítaca, el niño emprende su viaje hacia el colegio. Cada día, lo primero con lo que se encuentra es una iglesia del siglo XVI, la capilla es gótica, mientras que la fachada y la nave pertenece al renacentismo. Sin embargo, al niño, poco le importan estos detalles. Es un silencioso y extraño lugar. Varias veces ha acompañado a su abuela a ese lugar. Veía a las personas de rodillas, susurrando. Su abuela le explicó que estaban pidiendo todo tipo de cosas a Dios. El niño no se explicaba por qué un señor iba a dar tantas cosas a gente a la que no conocía, y lo que es más, sin recibir nada a cambio. Él ama los colores alegres, pero miraba a un lado y a otro y veía cuadros que no eran para nada motivo de felicidad, todos ellos representaban cosas horribles para un niño, como la muerte de un señor o la tristeza de una madre al tener el cuerpo de su hijo inerte en su regazo. Aquella iglesia no era lugar para un niño, concluyó.

Cerca de aquella iglesia, se encontraba una boca de metro con nombre de general de no sé qué guerra incivil. Él tenía prohibido coger las escaleras mecánicas que llevaban a lo más profundo de su barrio. El metro era un lugar asombroso para él. Tantas personas, tantas historias por conocer. ¿Dónde irá toda esta gente? ¿Por qué no sonríen ni dicen buenos días? Su padre le explicó un día que toda esa gente iba a trabajar y por eso no sonreían. El niño, sin dudarlo un segundo le dijo a su padre que él quería trabajar en algo que le hiciese sonreír.

El lugar preferido de su barrio son las pistas deportivas. Baloncesto, fútbol y tenis son los deportes que se practican allí. El niño ve jugar a los mayores y recuerda las batallas entre soldados que ve por televisión. Ve el deporte como una estilización de la guerra, que diría Umbral.

Cada mañana pasa por una cárcel. O eso creía, pero su hermano le dijo que aquello no era un penal, sino una residencia de ancianos. Le explicó que ellos no tienen tercer grado, que aquellos reclusos saben que de allí nunca saldrán, solo esperan  que Dios se los lleve, sin que nadie haya vigilado sus sueños ni sus miedos. En esa cárcel de oro los metieron sus familiares porque estorbaban.

Por fin, ha llegado al colegio Ortega y Gasset. Su colegio lleva el nombre de un filósofo español del siglo XX, de uno solo, y no dos como creía hasta el curso pasado. En ese lugar, le enseñan a leer y a escribir. Le enseñan lo importante que son las palabras y el adecuado uso de ellas, también le enseñan matemáticas, aunque a él no le gusta tanto como leer. En definitiva, en ese lugar le enseñan a ser más persona, y por consiguiente, más libre.

Así es su barrio, no es el más bonito de su ciudad, pero es el lugar donde crecerá y eso, lo hará especial.


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MI BARRIO 
(Custodios Miguel Valverde)

En la noche de San Juan, cerca de la quema de la Bruja, en el barrio colindante a la Fortaleza de la Mota, mirando las estrellas, Vísperas de la Fiestas “Huerta de Capuchinos” un joven estudiante universitario quería redescubrir Alcalá la Real, sus barrios; el joven había vuelto de una estancia fuera de su Ciudad, desilusionado. Europa no era lo que le habían pintado.  Venía con la intención de quedarse. Es andaluz, quiere vivir en su Ciudad y buscar, si pudiese ser, barrio que mejorase al de su punto de partida.
Su infancia la recuerda en la Huerta de Capuchinos. El joven aventurero, en su adolescencia, paseando por el resto de la Ciudad, pensaba en la posibilidad de cambiar de vivienda, calle, barrio, manzana. Recorrió prácticamente todo el pueblo, y llega a la conclusión que no encuentra sitio alguno, que le   tiente para posible permuta o cambio de hospedaje. Es verdad, que en muchos sitios, otras zonas,  descubrió algunas mejores condiciones, pero también en otras, no se superaba ni igualaba la calidad de vida y vecindad de la que pudo disfrutar. Por ello, la conclusión de su análisis, es el de Virgencita “mejor nos quedamos como estamos” ante cualquier posible cambio, siempre respetando al resto del Municipio, por lo que decidió seguir en la morada de sus padres, sin prisas por hacer familia y prolongando su adolescencia.
Tras la cena, sentado en el sofá, le llamó la atención un programa en blanco y negro, fotografía de vecinos y al fondo una cruz. Es el programa de la Asociación 2015 Huerta de Capuchinos. Pudo ver como este año, anunciaban, la decoración del barrio, con paraguas. Analiza que la Asociación, es una Huerta de Capuchinos.  No dice que se haga una piscina pero si imagina ambas plazas, Juan Carlos I y la Constitución, en Huerta de Capuchinos, con fuentes, circuito de agua cerrado, reciclable, en movimiento, que transmitan algo de frescor para un mejor disfrute. Trabajos que recordaba como se podría realizar por su pasado formativo en las Escuelas de la SA.FA. Al mismo tiempo piensa como el barrio, puede ver ampliada la belleza de sus balcones incentivando, para próximas ediciones, un futurible, concurso de macetas.  Puede ser difícil en sus comienzos pero tal vez, no imposible. Ahí queda el reto.
Recuerda todos los eventos a los que se ha desplazado y entonces vuelve a pensar: “si Mahoma no va a la Montaña, la Montaña va a Mahoma”, quiere decir, exponer y buscar fórmulas para ampliar el campo de actuación pudiendo ofertar en el barrio, lo que muchos vecinos, se desplazan días concretos a otros municipios en su búsqueda y que tal vez no se haya propuesto disfrutar. Ejemplo: Un día en verano salen muchos autobuses a la playa porque hay degustación de sardinas allá por Fuengirola o similar. Es ser conscientes, que hay muchas personas que no pueden desplazarse, que prefieren quedarse en su ciudad, y por qué no, poder celebrar en el barrio, ese producto o evento, para los que así deseen quedarse. Esto se propone para su análisis y mejora, si procede.
Finaliza afirmando que vecinos somos, siendo tu mejor hermano el vecino más cercano, por lo que brinda simbólicamente, por toda la vecindad pero especialmente por quienes mantienen viva la Asociación, con trabajo constante, recogiendo ideas, compartiendo alegrías y tristezas, pero siempre, estando ahí, con disponibilidad solícita, en aras a una mejor convivencia y vecindad.  Deja su mano tendida a unos y otros para cuando haya necesidad reiterando la enhorabuena a quienes hacen posible este encuentro de grata convivencia vecinal y estival.

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MI BARRIO (66)
(Ricardo San Martin Vadillo)

Casi cuarenta años unidos, mi barrio y yo. Él creció, yo me hice mayor: de la juventud a mi madurez. Hemos vivido mucho juntos. Cómo no quererlo.

            Conozco sus calles, pero no sabría trazar con precisión sus límites: tal vez la Avenida de Europa, desde el “Alfonso XI” hasta la Biblioteca y el Archivo Municipal. Desde la calle Figueras a la calle Miguel Hernández y la mitad longitudinal de Avenida de Andalucía. Pero el límite afectivo de mi corazón engloba más que sus calles.

            Mi barrio son tiendas y servicios tradicionales: un zapatero largirucho y bonachón, un peluquero amante de coches y motos antiguas, comercios con solícitos tenderos, bares con ágiles camareros: una tradición de trato estrecho y personal. Pero también mi barrio es muy moderno y puesto al día: las mejores impresiones de varios fotógrafos, las diversas joyerías, la moda juvenil y tradicional en ropa y zapatos, las agencias de viaje que te llevan a la Virgen de la Cabeza, Londres, París, Singapur o cualquier punto del planeta, un café bar con título de película y actividades culturales, los comercios que abren incluso en domingo para dar servicio a los alcalaínos, las tiendas de móviles o informática, comercios de chinos o marroquíes… En mi barrio encuentras de todo.

            Y todos nos encontramos en mi barrio. Me veo con mis vecinos y nos interesamos por nuestras vidas. Es un “microcosmos” para comprar, sí, pero también barrio para pasear, para saludar, para detenerse y charlar. Por sus calles van y vienen madres con niños y niñas de la mano que llevan a la escuela, señoras que pasean con su perro, adolescentes que salen al recreo a comerse un “bocata” y tomarse un refresco o batido, ancianos que descansan en un banco, adultos que van y vuelven de la compra, que entran en oficinas a hacer un seguro, realizar un curso de reciclaje o sacarse el carnet de conducir. Actividad a cualquier hora.

            Y a cualquier hora puedes degustar un aromático café acompañado de una tostada impregnada del rico aceite jienense. Siéntese usted dentro, siéntese fuera, en las terrazas, al aire libre. Pida una cañita fresca, bien tirada, un vino del terreno o un amontillado, paladéelo, vendrá un solícito camarero o una salerosa muchacha que le traerá la tapa: una ocasión para la creatividad gastronómica. Si se pide otra bebida, con la segunda “tapilla”, se irá medio comido; desde luego bien atendido.

            ¿Dónde quieren sentarse los señores? ¿Dentro del bar o la cafetería? ¿Verán el partido de máxima rivalidad? ¿En la calle? El tránsito de gentes será como ver una película costumbrista. ¿Y por qué no en el jardín? Deje que sus niños jueguen en columpios y toboganes, manténgalos vigilados con el rabillo del ojo (aquí crecieron mis hijos) y charle, tome el sol y tómese la vida con tranquilidad. ¡Qué digo! Con deleite. Este barrio, el mío, tiene mucho que ofrecer.

            Podría recorrer mi barrio con los ojos cerrados: reconocería los lugares por sus olores. Aquí venden croissants, un poco más allá pizzas, en esa cafetería ponen un café delicioso, en éste el chocolate y los churros me llaman, el aroma de esa floristería me embriaga, en esa esquina ponen de tapa morcilla, en ese bar tortilla de patatas, allí venden comida exótica, en aquella tienda los dulces son deliciosos, en esa otra puedes encontrar tés e infusiones olorosas, aquí asan pollos. ¿Alguien puede ofrecer más y tan variado?

            Pues venid por mi barrio; nos vemos.


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MI BARRIO
(Marla Romero)


Mi barrio que decir, es uno como cualquier otro se podría decir que tiene todos los
diferentes tipos de vecinos que cada uno a su manera destaca en algo que a su vez tienen
todos.

En todos los barrios esta la típica pareja de personas mayores simpáticos que te regalan
cosas sin apenas conocerlos, pero no podemos olvidar a el otro tipo de personas mayores
que puede haber en tu barrio, el tipo de que te cuenta su vida sin apenas preguntarles y te
obliga a tomar la merienda con ellos.

En mi barrio como en todos están los míticos chicos malos con las motos de pacotilla
que les regalan sus padres que no serán por las notas que sacan, que se tiran todo el día para
arriba y para abajo con ellas haciendo ruido y que cada media hora se le ve con una chica
diferente en la misma esquina, también esta el muchacho tímido guapo que vive enfrente de
ti pero que apenas te hace caso, le ves cada mañana pero parece que ni existes pero cuando
sale la niña mimada hermana del chico malo, en ese momento te haces invisible y quedas
petrificada por arte de magia pero te das cuenta de que hay uno de que si que te mira a ti y el
es el gafotas que te envía cartas y que siempre ignoras e ignorarás.

Como no en mi barrio también esta la familia que pasa desapercibida por completo
excepto cuando sus perros se ponen a ladrar a las tantas de la noche, y las familias con
puestos de trabajos que si juntas todas tienes para vivir toda tu vida solo con las tiendas y
oficios de tu no muy queridos vecinos...esta el herrero, el pintor, el carnicero, la peluquera, y
como olvidar la pequeña tienda de la esquina que aunque parezca que no, tiene mas cosas
que las grandes tiendas y gracias a ella tu madre se tira el día mandándote que vallas a
comprar algo diciéndote que esta a un salto, a un salto de doscientos metros sera.

En mi querido barrio también está el grupo o también llamado “peña” que se dedica a
hacer el botellón en el parque mas cercano pero aun así hasta en tu puerta acaban los litros
de cerveza barata, este grupo lo podrás reconocer por los nombres demasiado ridículos tanto
para chicas para tener un poco mas de superioridad como en la frase de: La Noe rechulona
te vacila, tanto para los chicos: El Cristian to rayao, ellos son llamados por canis y chonis y
suelen escribir mal y con muchas haches si todavía no has podido diferenciarlo piensa el
típico niño con mote absurdo como El pollo copiado de películas o por forma de insulto a sí
mismo cosa que es algo que no entiendo pero como en todos los barrios estarán ahí.

Sí no te sientes identificada con ninguno de estos es porque eres como yo, la chica
que no presta atención a su barrio pero que se entera de todo pasando desapercibida sin
querer problemas y guardándose todo, la típica niña que no encaja en su barrio y prefiere
estar con sus amigos antes que con sus vecinos por las noches en los grupos que se tiran en
el verano asta la madrugada en el portal de enfrente, soy de las que pienso y pensare que
todos son iguales, exactamente todos, todos son y serán por muchos que pasen los años y las
generaciones todos los barrios serán iguales y no cambiaran.


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SIN MOTE, ¿QUIÉN TE CONOCE?
(Antonio De La Torre, er moños)



Peleas de perros,
Peleas de gatos,
peleas de viejas.
Peleas de gatos con perros
y peleas de viejas con ambos animales.

Paz y armonía de un caos que solo se entiende en barrios como este, barrios con casas vacías que prestan el saliente de los tejados a los nidos de golondrinas. Pájaros que aprenden a bolar antes de iniciar su viaje a cualquier lugar, igual que la enorme pandilla de niños que en los  ochenta y los noventa llenaba las dos únicas calles de mi barrio.
Barriada humilde de nietos y abuelos. Barriada de viejos y viejas, que no cruzan más inviernos, que se van en un constante goteo. Niños que crecieron, que ya no vienen cada domingo, o en vacaciones. Los que quedan son pocos y los que llegan están desligados de nuestra nostalgia.  Aquí el ritmo de vida analógico se pierde, no así otras tradiciones más garrulas, como el bar lleno de hombres o el chismear con mala saña sobre la hija de la vecina o el primo del panadero, esas se aferran a las raíces.
Un barrio con todo lo bueno y todo lo malo, donde se cambian recetas para la mermelada y se comparten los trucos para las conservas y los tomates gigantes huevo de toro se plantan un poco menos, pero se plantan. Ya no tenemos la baquearía  pero sigue habiendo cabreros y alguno que domina el arte de los canasteros. En este barrio los abuelos se van y muchas cosas se pierden pero el futuro se mantienen, conservándose en el recuerdo popular a través de los excelentes motes: como el del entrañable Manolico "El Santo", la mal humorada Dolores "La Fuerta" o el asalvajado  "Berraco". Custodio "El Rata" siempre tacaño, el cojo "Salta Lindes" bailando a cada paso y los orgullos "Berenjenos", quienes decoran sus autos con pegatinas de esta rica hortaliza.
Con las nuevas calles se llega antes al cementerio pero despareció la Calabaza, rica tierra de hortaliza, fertilizada por los huesos de los humanos desde los fenicios hasta hoy. El pozo, con su casita blanca de tejas rojas también desapareció y el terreno lo ocupan ahora tres solares, el chalet de Antonio Castillo y quince feas casas adosadas que enreciaron las cuentas bancarias de Santi Pérez "El de las Maquinas".



1 comentario:

Obat Benjolan Kecil di Leher kanan dijo...

El cambio es la ley de la vida. Y aquellos que sólo miran al pasado o presente definitivamente perder el futuro.

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