Quijotes desde el balcón

sábado, 22 de agosto de 2015

De Padres, Hijos, Su Educación y Su Libertad de Elección.


Mientras repasaba algunos de mis archivos pdf  guardados hace años, me he encontrado, y me ha llamado mucho la atención, este "CAPÍTULO 16: De lo que sucedió a don Quijote con un discreto caballero de la Mancha" (dentro de la Segunda Parte de Don Quijote De La Mancha) con lo que me he quedado con este conversación en concreto, en la cual me siento muy identificado con la forma de pensar del caballero andante que dio inspiración a este "lustro-so" blog.

Tu, que has sido padre, antes hijo, y que siempre has sido caballero andante, ¿qué opinas de este debate/consejo entre Don Quijote y el caballero del verde gabán?

Conversación entre Don Quijote y Don Diego de Miranda sobre los hijos y su educación



Fte: Blog de Literatura de Carlos Mata Induráin 



A todo lo cual respondió don Quijote:

–Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o
malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida; a los padres toca el encaminarlos
desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas
costumbres, para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y en lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso; y cuando no se ha de estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante que le dio el cielo padres que se lo dejen, sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren inclinado; y, aunque la de la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que suelen deshonrar a quien las posee.
 La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en
todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas
doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar
con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las
esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud,
que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la
tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser
vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias, o en
comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo,
incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo
aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y
príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo. Y así, el que con los requisitos que he dicho
tratare y tuviere a la poesía, será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del
mundo. Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a
entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en
latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las
estranjeras para declarar la alteza de sus conceptos. Y, siendo esto así, razón sería se estendiese esta
costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su
lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya. Pero vuestro hijo, a lo que yo,
señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros
romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten y ayuden a su
natural impulso; y aun en esto puede haber yerro; porque, según es opinión verdadera, el poeta
nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y, con aquella
inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que
dijo: est Deus in nobis..., etcétera. También digo que el natural poeta que se ayudare del arte será
mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber el arte quisiere serlo; la razón es porque el
arte no se aventaja a la naturaleza, sino perficiónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el
arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta. Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor
hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama; que, siendo él tan
buen estudiante como debe de ser, y habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las
esencias, que es el de las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras humanas,
las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada, y así le adornan, honran y
engrandecen, como las mitras a los obispos, o como las garnachas a los peritos jurisconsultos. Riña
vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y
rómpaselas, pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general,
como tan elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la invidia, y decir
en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero
hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de
Ponto. Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es lengua
del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos; y cuando
los reyes y príncipes veen la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no
ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas veen

honrados y adornadas sus sienes.

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