Quijotes desde el balcón

miércoles, 30 de septiembre de 2015

ANUAL (Raúl Góngora) (5º aniv. Entre Aldonzas y Alonsos)


Ese año el sol estaba luciendo su altanería con más fuerza de lo habitual en aquellos livianos meses de primavera. Espigo y Maiza lo estaban sufriendo en su aún creciente fisionomía, día tras día.
Ya no era solo que llevaban tiempo sin saber nada de aquello a lo que los humanos llamaban "lluvia", sino que esos dioses de dos piernas y dos brazos que año tras año creaban vida de la nada en su mundo, tampoco se estaban preocupando de mantenerlos fresquitos y alegres; ni a sus familiares, ni a sus vecinos, ni a los de más allá de los límites de su hilera.


Espigo y Maiza; "amor en linea"



Desde brotecillos, Espigo y Maiza habían compartido toda clase de aventuras juntos. Habían conocido cientos de seres "de paso", que los llaman ellos, y habián escuchado de las mazorcas más viejas toda clase de historias, algunas sobre terribles destinos sin retorno posible y otras sobre tierras fértiles de vida eterna y verdes absolutos.

Una madrugada, bien avanzado el cruel verano, en medio de un silencio lleno de acordes biológicamente acompasados; el grillo melodioso , la lechuza espabilada, el ratón glotón y todos sus vaivenes a los que nuestros ya vistosos amantes estaban acostumbrados, un estruendo horrible írrumpió en aquella nocturna balada.

Dos focos gigantes como si el sol hubiera encontrado al fin un hermano gemelo, iluminaban su hilera de maiz y todas las hileras vecinas. Arrojando al viento un gemido lleno de dolor y broncosidad, como si mil grajos estuvieran en su primer día de ensayo coral.
Cuando en medio de aquellos segundos de pesadilla Espigo consiguió, ayudado por la brisa y el polvo de aquellas bestias, girarse un poco hacía la que era, es y sería el amor de su vida. Sus granos palidecieron al ver a Maiza volar hacía atras por los aires, sesgada junto con los bellísimos complementos que arropaban su cuerpo. Pero ni a tiempo de reaccionar, fue sesgado él también por aquellas bestias frías, desalmadas y llenas de crueldad a cada metro que avanzaban.
Cayó a unas pocas mazorcas de Maiza, viendo a su lado a vecinos y algunos familiares lejanos destrozados por el golpe ante aquella especie de habitación de metal interminable. Sin tiempo aún de avisar de su cercanía, una especie de remolino metálico desgranó sus cuerpos y los condujo a un contenedor aún más grande junto con cientos o miles de cuerpos desmembrados de miembros de su especie. ¡Puro dolor! ¡Pura incomprensión y miedo!  Se estaban cumpliendo aquellas absurdas e incomprensibles fábulas que les contaban sus viejos vecinos en esas calidas noches de primavera. Los mismos dioses que les dieron la vida, llenos de amor e ilusión, se la arrebatarán de cuajo, con crueldad y sin dejarse ver. Maiza ya tenía muy perfeccionada aquella especie de simbiosis vegetal que tienen los de la misma especie, y orientada principalmente al amor de su vida, a Espigo. Así pues, la esencia de ambos si se comunicaba entre ellos. Espigo sentía como, llena de madurez y serenidad Maiza le decía: - ¡Tranquilo, sabíamos, yo al menos lo sabía, que este sería nuestro destino, no a lo mejor tan pronto como lo está siendo, pero sabíamos que  tendríamos un final! - ¡Me niego a que sea el fin! - le contestaba Espigo. Estaré escuchándote tanto como me sea posible, y espero que tu estés siempre, en la forma que estés, a mi lado. Yo haré todo lo posible por no perderte. ¡Somos uno y seguiremos siendo uno siempre me dijiste hace meses! - ¡Así será! - contestó Maiza.

Han pasado ya  unos cinco meses desde que la tranquilidad en el prado acabara para ambos. Cinco meses de silencio, sufrimiento artificial, oscuridad y más silencio. Una tarde de finales de septiembre, Maiza comenzó a sentir un calor repentino, y a escuchar susurros en la distancia. Más calor; susurros convertidos en palabras claras ya: - ¡Maizaaaaa, .... Maizaaaaaa! - Efectivamente era la voz de Espigo, que flotaba entorno a ella de forma casi insonora pero inconfundible. -¿Espigo? ¡Espigoooooo!
Sus cuerpos, triturados ya por el hombre, por ese ser superior que les dio la vida, estaban siendo entremezclados por unas manos cálidas, desconocedoras de aquel amoroso destino y dispuestas a hacer, con esa fina harina que había comprado directamente en su tienda de la esquina habitual, un riquísimo bizcocho de inicios de otoño.

Así, durante unas horas más, nuestros dos enamorados, acabando su ciclo vital, recordaron todos aquellos días, tardes y noches en el prado, su aprendizaje por parte de "los más crecidos"; sus juegos, los bichillos y animales que por allí pasaron, y la incertidumbre y celeridad con lo que todo ese amor les fue robado hace unos meses. Se sintieron. A su manera se abrazaron para siempre, sabiéndose completos. Su ciclo ya podría cerrarse.

Y YA NO LLOVIÓ MÁS (Álvaro Morales) (5º aniv. EAYA)



Y ya no llovió más.
Aniversario de una tragedia anunciada
Cuaderno de bitácora - pag 1 - Año 2150.

Hace un año que estoy aquí, que ocurrió todo, que ya no llovió más. Cada día encuentro menos comida y los árboles y animales casi han desaparecido, salteadores vagan como lobos por los caminos en busca de algún despistado con agua para arrebatársela, hay que ir con mucho cuidado

-Todo empezó un día cuando ya jamás llovió, aunque ya se nos venía advirtiendo desde hace mucho tiempo del problema de la sequía y el cambio climático, pero vivíamos al día, no nos dábamos cuenta de cómo poco a poco todo iba cambiando, mas calor, cada vez menos lluvia y menos comida.

Busco continuamente agua para beber, no me importa no poder ducharme ahora solo busco sobrevivir, estoy sediento; para comer todavía queda algún animalillo, cualquier lagartija es buena para llevársela a la boca, pero hace mucho tiempo que no encuentro algo de beber, lo poco que encuentro está contaminado.

 -Grandes extensiones se perdieron en aquellos tiempos, se talaba sin mirar atrás, sin saber qué consecuencias iba a tener nuestro comportamiento en el mundo, también se quemaba selva, pasto salvaje, el cielo se oscurecía hasta tal punto que no se veía el sol.

Mi refugio es pequeño y apartado de los principales caminos, no quiero que me asalten y maten en busca de una cantimplora o alguna botella, estoy pensando en salir de aquí, buscar a alguien, hace mucho tiempo que estoy solo, pero no me puedo fiar de nadie.

 -Poco a poco sin darnos cuenta las grandes corporaciones fueron comprando los manantiales, los lagos, hasta los ríos era una época en que el agua fluctuaba más en bolsa que el petróleo o el oro.

 Ya no puedo soportarlo más tengo que buscar como sea algo para calmar esta sed, todavía conservo un viejo mapa y un cuchillo por si acaso, me pondré en camino al norte, confío en que allí o haya llovido algo o al menos a la tierra le quede algo de reserva, aquí está todo desierto.




-La guerra por el control del agua se fue agrandando mas y mas, empezó económicamente, solo era un juego de compra/venta de acciones, pero cada vez más gente tenía poco que perder primero en el tercer mundo, de la mano de los disturbios, llegaron los asesinatos, después la caída de los gobiernos y el caos por el control del tan preciado oro azul, el oro líquido, por el control de la vida o del poder absoluto.
Ando con miedo por las carreteras, no puedo dejar de mirar atrás, el sol cada vez pega más fuerte, no hay sombra, no hay nada, no se ve ni un alma, montones de chatarra quemada por los incendios y el sol se hacinan a los bordes de la carretera, si tengo que esconderme de algo o alguien, me servirán.

-En el primer mundo no estábamos mal en esos momentos, pero cada vez había más incendios forestales y las cosechas no daban el rendimiento que se esperaba, entonces echábamos mas fertilizantes a la tierra, no sabíamos que estábamos contaminando lo que más tarde nos podía haber ayudado a sobrevivir….o sí? quien sabe, ahora es ya muy tarde para pensar en aquello.

 Huesos humanos amontonados y calcinados se amontonan debajo de un puente, no me gusta esto, tengo que salir de aquí, tengo que buscar refugio, la noche se echa encima y no quiero que me pille al raso, sin fuego y sin una manta para cubrirme del frío casi glacial nocturno.

-Pronto nos vimos como la gente que salía desesperada en las noticias, saqueos se producían a diario y las imágenes de muertos no dejaban de repetirse, los incendios desolaron ciudades enteras y las fuerzas policiales faltaron al orden y a la ley para hacerse ellos con su parte del pastel.

Todo era un caos, tendríamos que haber cuidado mas nuestra casa, nuestro mundo. Llegó un día más, un día más que añadir al calendario, todavía sigo vivo, sobrevivo. No sé por cuánto tiempo ni donde encontraré mi fin, sigo el camino.

EN DÍAS DE INFORTUNIO (Pilar Gámez)




 EN DÍAS DE INFORTUNIO
(Pilar Gámez)


Dicen que cuando una puerta se cierra se abre una ventana y, que cuando alguien dice que no cree en las hadas una muere en el País de Nunca Jamás.  

Margarita no entendía de problemas laborales, ni de problemas económicos, sociales, culturales ni sentimentales; no entendía que nacer y vivir en este mundo es solo una cuestión de suerte. Ella nació siendo víctima, como también nacieron víctimas sus hermanos, y como anteriormente nacieron víctimas su madre y su padre también. Víctimas de un sistema, de una sociedad y de una forma de vivir.  

Margarita llegó la tercera, y tras ella llegaron dos niños más, siendo ella la única niña en el ecuador de cinco hermanos. Nació simpática, guapa, con un salero y un desparpajo que conmovía y enamoraba a quien la conocía. Virtudes que en este mundo bien podían ser un premio o convertirse en motivo de esclavitud. 

Cuando su padre y su madre sin proponérselo acabaron siendo padres por primera vez, eran demasiado jóvenes. Hijos de familias que, a su vez, sus padres habían sido demasiado jóvenes, e inmersos en un círculo de pobreza e incultura que les impedía avanzar. Pero estos niños habían nacido bajo buena estrella. Se criaban gracias a la caridad, a medias estatal y a medias cristiana.  Internos en un colegio, estaban bien alimentados, bien vestidos, iban a la escuela a diario, gozaban del calor de maestros y compañeros, supervisados por la gran institución estatal, pero también y más importante aún, gozaban de un padre, que a falta de grandes entendederas les daba lo único que podía darles, la dedicación que les era permitido y el amor fraterno que ni la pobreza ni la falta de letras le podía arrebatar. Amor que era correspondido por esos cinco niños que sentían por él verdadera adoración. 

Y así se fueron sucediendo los años de la mejor manera posible, hasta que un día, cuando Margarita era una niña de siete, aquella buena estrella cambió de destino, y un día de vacaciones de Navidad, su madre decidió que ya no los quería más, que correría tras aquel galán guapo de brazos fornidos, que le prometió una vida plena a un millar de kilómetros de su pueblo natal. Se los metió debajo del brazo, y al responsable que había de guardia aquel día en el cuartel le dejó de regalo a los cinco que un día viera nacer, mientras su padre se desgarraba impotente tras los muros de aquel cuartel esposado de pies y manos por culpa de una ruin mentira. Y así fue como la buena estrella de aquellos niños se apagó.


"aquella buena estrella cambió de destino..."



No pasó mucho tiempo hasta que el furgón que vendría a llevarlos a una nueva casa, que no un hogar, aparcara a la puerta de aquel lugar, y al subir Margarita junto a sus hermanos llorando y temblando de miedo, sintió el fuerte portazo tras de sí. Pero no hubo ninguna ventana que se abriera por ningún lado dejando entrar una ligera brisa con la que volver a respirar.   

Hoy han pasado once años desde aquel día. Hoy es el décimo octavo cumpleaños de Margarita, aunque no hay nada que celebrar, tan solo una maleta junto a una puerta que nunca cruzó de la mano de una nueva madre que la quisiera. Margarita sabe que la van a ayudar, pero hoy recuerda a sus hermanos, a los que perdió cuando los adoptaron y a los otros que perdió el día que cruzaron la misma puerta que hoy ella debe cruzar. Siempre soñó con el reencuentro, pero no sabe ni cómo ni por dónde empezar. Y firme bajo el umbral de la puerta, agarra fuertemente la maleta, respira hondo, y con el miedo mordiéndole la boca del estómago, unas palabras no dejan de revolotear  en su cabeza, unas palabras que leyó en algún cuento infantil: “no creo en la magia, no creo en las hadas”, se repite. No se atreve a pronunciarlas en voz alta por temor a ser ella el hada que muera en el País de Nunca Jamás.

¡Cómo te quiero! (Ricardo San Martin Vadillo) (V aniversario EAYA)


V ANIVERSARIO 

“Veinte años no es nada”, dice el tango. Bueno, cinco años de vida de “Entre Aldonzas y Alonsos” sí es algo. Es un pedacito de tiempo en la vida de un grupo de personas. Personas unidas por afectos y aficiones. La afición de la creación literaria. 
En una Alcalá que trata de salir adelante día a día, donde el trabajo es un bien precioso, entre cofradías, ferias, carnavales, calores de verano, escasez de lluvia, crisis económica y de valores. 
Aquí nació, en Alcalá, y aquí sigue, en el Café Bar Casablanca como lugar de reunión y de encuentro, “Entre Aldonzas y Alonsos”, integrada por gentes diversas en edad y gustos, unidas en torno a relatos diferentes. 
“Colgaos”. Colgados en la red, en su página web, atrapados por los personajes que crean e imaginan. Es momento para alegrarse, celebrar que se escribe, que se piensa, se imagina, que se hace funcionar la mente creativa. Alegrémonos, estamos aquí y escribimos. 
Pero… 
¿Y si un día alguien dinamitara Internet? ¿Y si fallase la red? Esa red universal, intangible, casi anónima. 
El papel y los libros han sobrevivido a través de los siglos. Yo soy de libro, no de página “webo”, ni de “Facebook”. Aconsejaría una edición en papel de esos relatos, muchos se lo merecen. 
Otra idea: venimos aquí cada año el día de Todos los Santos y leemos nuestros relatos sobre la muerte, las tinieblas y el más allá. ¿Por qué no venir otro día, tal vez en primavera, y celebrar LA VIDA, lo positivo, la ilusión y la luz? 
Propuse estas ideas, y otra, hace tiempo, pero cayeron en saco roto. Ahora las reitero. 
Hoy toca alegrarse, sentirnos felices y orgullosos porque las Aldonzas y los Alonsos cumplen cinco años. Sigamos escribiendo. 


¡CÓMO TE QUIERO! 
(Ricardo San Martín Vadillo)


-¡Ay, mi Cati, cómo te quiero! 
-Qué bello es querer y que te quieran, -pensaba yo sentado en una mesa en la terraza del bar del Parque, con la Mota vigilante en la distancia. 
No había podido evitar oír aquella declaración de amor de aquel hombre, mientras de espaldas a él, leía el periódico en una luminosa mañana alcalaína. 
-Tú eres mi fiel compañera, la que está a mi lado en todo momento. 
-Eso es el amor, -me dije a mí mismo-: comprensión, apoyo mutuo, alguien que sepa escuchar y orientarte en los momentos difíciles de la vida. 
Me imaginé a los dos cercanos protagonistas de la conversación: él ya entrado en años, quizás con pelo canoso, pero aún lleno de vigor y de ardor amoroso por su esposa, tal vez un poco más joven que él..  
-Pero, ¿estarán casados o serán pareja de hecho? Qué más da, lo importante es que se quieren. Eso me decía sin querer romper el momento íntimo y dulce de la pareja. 
-¿Me vas a dar un beso? –pidió él meloso. 
-Es bonito que dos seres que se quieren muestren su amor. No hay que ser monótono, no hay que dar nada por sentado, -me dije. –Cualquier momento es bueno para reiterar el amor. 
-¿Cómo será ella? Desde luego, Catalina es tímida, callada, -especulé incapaz de concentrarme ya en las noticias del periódico y sin querer girarme para observat a la pareja. –Aún no le ha dicho nada a su amado. 
-¿Me vas a dar un beso, Cati? –volvió a rogar él con voz entregada. 
Y en ese instante se rompió el misterio y el hechizo del momento. 
-Guau, guau, guau, -oí con un sobresalto, a la vez que comprendía.  
Cuando me volví, allí estaba Cati en brazos de su amo: una perrita mínima, con un lacito rosa ciñendo su “toto”. 
-Guau, guau, guau, -ladró el caniche a la vez que su lengua lamía los labios de su dueño. 




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