Quijotes desde el balcón

sábado, 20 de febrero de 2016

Yo, Tu; EL





- ¡Si metes el carrito ahí no podrás subir tu luego!- me dijo una voz de corte fino, al 0,5 sería en mi cortadora de fiambres, pero a la vez llena de suavidad en su inicio e interrogantes en sus segundos posteriores.
Me giré completamente desde mi incómoda posición, mientras empujaba aquel peculiar carrito de la compra para hacerlo encajar en el estrecho elevador que había para acceder a la siguiente planta de Hipercor. Cuando aún no había conseguido enhebrar palabra alguna, fascinado tal vez por la frescura y apetecible desparpajo de aquella rubi-castaña de piel más bien norteña y gafas metálicas plateadas, pero sin llegar a ser repipis (para que te hagas una idea, NO eran como las de Desi en “Verano Azul”), la joven me volvió a sorprender con un: - Doy por supuesto que sabes que lo que estás empujando en un carrito de la compra moderno, y no un carro de la compra de los que te deja gratis el supermercado mientras recorres los pasillos ¿no? Mira, ahí le puedes ver la etiqueta y el precio, y además el plastificado que lleva en su parte inferior.-
- ¡Si, si, gracias! contesté con toda naturalidad intentando controlar el enrojecimiento bestial de cara que se me pone tras cagadas de esa índole. - Necesitaba uno y ya voy a matar dos pájaros de un tiro, lo usaré para la compra de hoy también.-
Llegaba ya el incómodo pero preciso y decisivo momento en el que tienes que sacarte un conejo audaz de la chistera para que no acabe todo en un simple “¡adiós y gracias!”, una coletilla de continuación de conversación urgente, pisar el charco mojándome levemente las suelas, o meter el pie hasta el tobillo y sacarlo empapado en barro y agua. - ¿Eres de aquí, de Granada? ese acentillo no es muy de esta zona.-
¡Bufff… no sé si ha sido la frase afortunada, o esta frase viene después de otras mucho más introductorias y formales, no sé, el caso era pararla un segundo! ¡Y, qué bien olía el perfume que llevaba! A mi no se me puede dejar así de pillado un sábado por la mañana, cuando ya llevaba con todo el día planeado desde el miércoles. Roto el organigrama del sábado, ya no podría dejar de pensar en otra cosa que no fuera esa joven, sus primeras frases, su olor ( de esos que marcan pero sin agobiar en absoluto) y las sensaciones que positivas que tuve los primeros segundos que pasé a su lado. - ¡Gracias por todo! ¿eh?- le dije sin pensar. - ¡Gracias por qué! me contestó ella. -Si aún no he dicho ni hecho nada que no supieras que estabas haciendo a conciencia.-  continuó, dejando caer que para nada se había tragado lo de que el carrito de la compra lo había cogido para comprarmelo y no por puro despiste. - ¡Abel me llamo! - le dije, ya creí oportuno que había llegado el momento de las presentaciones. - Susana, y si, soy de aquí de Granada, del centro de Granada de toda la vida.- Me constestó dejándome claro que mi trillado anzuelo en el arte del cortejo había sido una gran cagada esta vez. Pero gracia se vé que le hizo.
Como un torero que quiere atajar de forma fugaz en su carrera, y tiene claro como hacerlo, me lancé a “porta gayola”  y le dije: - Mira, me has caido genial, y soy muy de primeras impresiones y sensaciones hacía la gente que voy conociendo. Suelo tomar un café rápido en la cafetería que hay en la parte de arriba, antes de meterme de lleno en la compra, ¡Déjame que te invite a un café rápido, y luego ya cada cual seguimos con nuestros tareas! ¡Venga, ni te lo pienses, nos tomamos un café, nos descojonamos de risa unos minutos con el lo del carrillo nuevo de la compra que ni de coña me había dado cuenta que era de los que están a la venta, y cada cual vuelve a su sábado! (imposible volver ya a mi sábado, pero bueno… a ver lo que me contestaba)


- ¡Pero bueno, ¿en serio?- me contestó con una carcajada microscópica, pero con cara de querer decir que si. - ¡Pues mira, ni de coña hago yo eso con nadie, pero pareces buena gente, despistaete, pero buen muchacho, y ayer me quedé estudiando hasta las tantas y estoy que me caigo! ¡Vale, vamos a echar ese café rápido, que tengo que comprar y seguir con las oposiciones, me examino el miércoles!


Alucinando me quedé. Aparte de que no lo había intentado así nunca, daba por hecho que me diría que no, o algo así como “estás chalao” o “tu lo flipas”, alguna expresión de esas para no mandarte a la mierda directamente. Pero no. ahí estaba yo subiendo con una completa desconocida las escaleras mecánicas que van a la cafetería de Hipercor, con mi carro de la compra nuevo, que manda huevos, y con una muchacha de belleza sencilla, y cara llena de verdades. Me encantan así.


Aún no nos habíamos sentado en la primera mesa que pegaba a la barra de la esa cafetería tan naturalmente iluminada, negando cualquier ápice de intimidad alguna, cuando ya me estaba cagando la pata abajo tan solo de pensar cómo le iba a dar yo conversación a esa maravillosa desconocida… Así, a pelo, con tan solo algo de cafeína matinal, (-¡camarero, pon unos chupitos de orujo o algo! - para romper el hielo!- pensé)


Imposible dejar de mirar aquellos ojos cargados de horizontes 


- Pues yo llevo unos tres años viviendo en un piso de esos que hay por debajo de la facultad de Ciencias, por Gonzalo Gallas. - Estoy trabajando en un restaurante de los que hay al inicio de la calle Navas, ya sabes, los típicos que hay para crujir a los turistas con paellas de todas los colores y sabores. - Le solté así de sopetón sin dar lugar a que la conversación se demorara ni se fuera por otros carriles incómodos.

- Yo en cuanto acabe de comprar cuatro cosuchas para comer rápido este fin de semana. Me pongo otra vez de lleno a pegar los últimos repasos de la temática de las oposiciones del miércoles. Auxiliar Administrativo en la administración local. Es ya la segunda vez que pruebo a ver si pillo plaza. Están bastante complicadas.


Sabía que el haber dicho que soy camarero, era tirar piedras sobre mi tejado. De todos es sabido que un camarero tiene horarios de mierda; días interminables, y festivos tan solo en sueños, o sea nunca. Así que me pegué la vacilada añadiendo. Estoy ahorrando para poner una especie de tasca, de esas de madera, bidones, etc, pero todo de delicatessens. Buen Vino, buen embutido, buenas conservas (berberechos, mejillones, pulpo, etc) y buenos clientes; clientes que sepan  lo que se están bebiendo y comiendo, y que sepan pagar por ello. Así echando solo unas horas de trabajo al día, en las horas de máximo movimiento comercial, ya tendría mi jornada echada y me podría dedicar al resto de mis hobbys; cine, algo de running, escribir, etc.
¿Cómo lo ves? ¿Y tu Susana, tienes pensado algún plan b o algo pasajero mientras consigues pillar alguna plaza?
- La verdad es que no quiero planes b. Empecé compaginando estudios de oposiciones, con clases particulares en mi pueblo, y haciendo de extra en restaurantes, y comencé a salir gastando el dinero rápido ese que pillaba. Así que me dije: - Nada Susana… o A o B, pero entremezclar no funciona; te acomodas al dinero fácil y ves prescindible el fin último. Y así me dediqué de lleno a pagar una academia con lo que te tenía más o menos ahorrado y a presentarme a oposiciones locales por los alrededores.

- Bueno Abel, ya he alargado mucho el café. Me ha gustado este rato de relajación pre - sábado contigo, pero tengo el tiempo super medido estos días. Se levantó, me dio la mano y me dijo: - pareces muy buen tio, ya te busco algún día en facebook o algo y te digo como me han ido las opos. Abel García, creo que no habrá tantos así. Venga nos vemos. Gracias por todo. - Me dijo mientras miraba el reloj. Deseé que se hubiera torcido un tobillo allí mismo al girarse para irse. Sabía que sería muy difícil poder volverla a ver. Ya que ella se había guardado de no darme casi ningún dato suyo. Me tiré casi 40 minutos comprando cosas casi sin pensar. Chominadas que en verdad no me hacían falta. Las iba poniendo en el carro, pero con la angustia y el mal cuerpo que se me estaba creando tras ese fugaz e incompleta despedida.
Cuando estaba saliendo por la puerta principal, dirección a mi piso, ¡ZASCA! estaba ella allí, junto al puesto de cupones de la ONCE, y, aluciné al ver que estaba charlando con mi amigo del instituto Rafa Jesús. Pues resulta que se conocieron en los primeros exámenes de administración local a los que se presentaron, y llevaban desde entonces, hace ya tres años y pico, sin verse. Joder que pequeñísimo y porculero es el mundo, pensé tras las explicaciones de ambos. Se le notaba como iba incrementando el brillo de su cara mientras Rafa Jesús contaba sus andanzas, y la suerte que había tenido al pillar aquella plaza en Atarfe, a tan solo unos minutos en coche de donde vivía de alquiler en una casa chulísima con terraza en la zona alta de Real de Cartuja.
-¿En serio que os acabáis de conocer ahí a trompicones en la rampa de acceso y os habéis tomado un café ya y todo?- Preguntó Rafa Jesús mirándome. - ¿No cambias, eh Abel? Siempre tirándole a todo lo que se mueve. No veas, Susana, lo ligón que era este en los últimos años de instituto. Era el que más quemaba la noche de todos, con diferencia. ¿Sigues de camarero, no? - Dejó caer Rafa, poniendo énfasis en la palabra camarero, para dejar bien claro que él, lo suyo, sus opciones y elecciones, habían sido siempre mucho mejor. Y, claro, así nos había ido a cada uno.
- Pues a ver si quedamos otro día y charlamos los tres unos minutos más. Yo me tengo que ir ya. - Zanjó la conversación Susana, viendo que esto se podía convertir en un saca trapos ininterminable de antiguas amistades. -¡Pues sí, sería lo suyo. Como nos seguimos en facebook, ya nos ponemos en contacto de nuevo, y ya le paso yo el contacto también a Abel para así quedar los tres!


Pasaron dos meses aproximadamente desde aquel día y yo, quitando algún que otro vistazo sin esperanza por las redes sociales, no había vuelto a saber nada más de Susana, ni de Rafa Jesús. Mi orgullo me impedía preguntarle nada a éste. Pero una tarde, de camino al restaurante, los vi. Plaza Bi-Rambla, se tenían las manos cogidas por detrás mientras miraban un escaparate de camisetas y complementos frikis que hace esquina en la plaza. Atajé por la Calle Zacatín evitando que me vieran, y seguí mis pasos hacía el trabajo. Tragué saliva con la estima por debajo del suelo por donde iba pisando y agité la cabeza recordándome a mi mismo que nunca somos dos. Siempre aparece “EL”.



20/02/2016

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