Quijotes desde el balcón

lunes, 27 de marzo de 2017

La verdad rota

por Alfredo Luque

Explotó cual Krakatoa
Un cuento es aquello que nunca existió. Algo no real, o irreal, si me apuras. Una relación de sucesos, hechos y personajes, compuestos e hilvanados con algún tipo de hilo argumental, más o menos consistente, para hacerlo creíble. Pero no es real. Es un mundo ficticio donde damos rienda suelta a la más pura imaginación o simplemente vamos tirando de tópicos y nos basamos en otras historias que hemos oído en primera persona o nos las han contado otros, que a su vez se la contaron a otros. En el mundo de los mitos y la Mitología, sucede algo parecido. De la Historia al Mito, solo hay un trecho. La historia que se convierte en mito, o el mito que se convierte en una lección de historia, antigua o reciente, que para el caso, da lo mismo.

Hoy, tengo que escribir algo sobre el mito de la Atlántida para mañana, y no sé por donde empezar. Cientos de documentos, miles de páginas y decenas de autores para plasmar en mil teorías y conjeturas, el supuesto origen de una supuesta civilización, que supuestamente nunca existió, quedándose tan solo tal cuestión en un invento del filósofo Platón, que una tarde, estando aburrido en el jardín, plasmó, en boca de dos amigos un dialogo, dando como resultado, un encendido debate acerca de la política de una época convulsa de su patria, acerca del despilfarro económico que supusieron las guerras para Grecia; una visión no mucho más alejada o certera de la que ocurre en nuestra época actual.

Algunos se fueron en busca de la tierra prometida y hundida por un estrepitoso cataclismo, justo al momento en el que la batalla con los Atenienses se disputaba y caia a favor de estos. O tal vez aquellos, sólo buscaban el Oricalco; un vil metal más valioso que el oro de la época, al que daban un uso religioso. Otros, quizás soñaban con hallar ese mundo mítico antediluviano, con palacios y construcciones para fascinarse y ser la envidia del mismo Olimpo bajo la atenta mirada del todopoderoso Zeus.

Fueron los ingleses, avezados piratas y navegantes los que rápidamente partieron hacia las Azores en su busca, más no hallaron mas que agua y algunas gaviotas por el camino. Pero ni rastro del Oricalco. Curioso.

Cuando siglos más tarde, nuestro mundo se volvió el más convulso del Universo conocido, a causa de las dos guerras mundiales más crueles y despiadas, que el ser humano ha padecido, con permiso de Napoleón, las naciones mas poderosas, buscaron en los mitos, la perspectiva esotérica que fuera capaz de otorgarles el poder que ansiaban; la eterna busqueda de la pureza de la raza aria del Nacional Socialismo y los poderes sobrenaturales que otorgarían tales descubrimientos capaces de dominar el mundo. Incluso se habló de la exixtencia de supervivientes atlantes, tras el gran cataclismo, esparcidos por el resto del mundo, en forma de Hiperbóreos o Ingaevones, ocultos en Sociedades Secretas, poseedores de ancestrales conocimientos.

Incluso las Universidades invirtieron tiempo, dinero, esfuerzos y arqueólogos a lo Indiana Jones, para tratar de encontrar un nexo de unión entre la antiquísima civilización Minóica (Cretense, para más señas) y la Atlante. El volcan de Thera, no podia haber acabado con todo tan de repente, o tal vez si, pues el mismo, rebautizado Santorini, explotó cual Krakatoa, llevándose por delante cualquier vestigio, incluso el de la imaginación, si es que lo hubo alguna vez. Pero hubo defensores a ultranza de esta cruenta desaparición instantánea, que aseguraron ver la explosión desde las costas de la China, Canadá y el mismo Egipto, pues el faraón Ahmosis, esculpió en una columna, una historia acerca de una terrible tormenta de fuego, que oscureció el firmamento durante meses. Cosas de los dioses y sus enfados.

No sabemos con certeza, si también llegaron al Sur de España. Nuestro sur. Ahorá todos los periódicos provinciales, dicen que el continente perdido estaría muy cerca de nosotros. Así lo cree el mundo del cine, incluido el director que hundió el Titanic, pero esto ya lo dijo el viejo profesor Schulten, en su obra cumbre Tartessos: otra civilización perdida o tal vez la que estamos buscando aún no encontrada. Para mas inquina, también se creyó en la existencia de islas hundidas en el Estrecho de Gibraltar desde hace doce mil años, y unas extrañas figuras circulares vistas por satélite sobre el Coto de Doñana; pero nada. Ni un yacimiento hasta el momento. Quizás estos míticos personajes atlantes o Atalantes citados incluso en la mitología Tolkeniana, como Numenoreanos, de la Isla de Númenor, un buen día, llegaron y se fueron. Quizás nunca lo sepamos. Tal vez no les gustó nuestro mundo y regresaron a allí de donde vinieron. O tal vez, vencieron a los Atenienses, dejándo pistas falsas entre nosotros, y éstos, avergonzados, ocultaron para siempre la verdad.

Algunas noches de verano cuando salgo al campo con mis viejos prismaticos 15x70, en busca de M31 o Andrómeda, el Cúmulo de Perseo o Sagitario pienso, desde la quietud y la oscuridad, retrepado en la hierba contemplando la miriada de estrellas, que curiosamente, todo lo que está allí arriba, tiene nombres griegos. Mitos griegos. Fábulas y cuentos. Historias de guerras, política, luchas de imperios y dioses. ¿Acaso una invernción para justificarnos a nosotros mismos y pensar que no estamos solos en la infinidad del Cosmos? ¿Que no somos un simple punto azul pálido, en palabras de Carl Sagan. Buscando siempre quienes somos o pudimos ser, o si todo fue destruido y comenzamos desde cero, como en un experimento fallido?

Tal vez, la verdad sigue aún ahi fuera. Y quiero creer, como el agente Mulder, pero ahora mismo Atlantis no es mas que una verdad a medias, pero necesaria. Una verdad rota, como esos sueños ocurrentes, justo antes del amanecer.

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