Quijotes desde el balcón

domingo, 28 de mayo de 2017

Lentamente

por Mari Carmen Arenas

¿Estás nerviosa?
Cuando traspasé aquella puerta, una montaña rusa de emociones sacudieron mi ser. Me sentía asustada, excitada, nerviosa, feliz, impaciente, emocionada… Tuve que esperar sentada en aquella sala aproximadamente media hora. El corazón me palpitaba a un ritmo desenfrenado y mi respiración era cada vez más lenta y pausada. No dejaba de suspirar. Mis pupilas se dilataban y contraían como las de un gato cuando está a punto de cazar a una mariposa posada en la rama de un árbol. Entonces apareció él, con guantes blancos de látex, la sonrisa torcida y mirándome fríamente me preguntó:
- ¿Estás nerviosa?
- Un poco, la verdad -le contesté con la voz entrecortada.
- Tranquila, será rápido. ¿Es tu primera vez?
- Sí -le respondí con la mirada fija en el suelo y la cara sonrojada.
Me pidió que lo acompañara hasta la sala que había al fondo del pasillo. Corrió la cortina y me dijo que tenía que quitarme la camiseta y desabrochar el brasier para tumbarme boca abajo en la camilla. Yo obedecí en silencio, estaba cada vez más nerviosa. Una vez situada en la posición encomendada sonó el teléfono y tuvo que dejarme sola unos minutos ¡Y qué minutos! Fueron los diez minutos más largos de toda mi vida. Yo solo quería que empezase para acabar lo antes posible. Era mi primera vez y tener que esperar no me hacía mucha gracia. Volvió con la misma sonrisa torcida, creo que disfrutaba viendo el sufrimiento en los ojos de sus víctimas y yo no era una excepción, mi mirada hablaba sola.
- No te preocupes, la primera vez es la peor. Luego engancha, es como una droga, nunca serán suficientes.
Yo me limitaba a contestar asintiendo con la cabeza. No me salía la voz, pero él, insatisfecho seguía hablando mientras preparaba las cosas:
-Verás, al primer contacto notarás que arde. Luego, cuando clave del todo te dolerá un poco, sobre todo cuando rellene, esa es de las más gruesas.
Volví a asentir, escuchaba su voz muy lejana, era como un susurro vacío a lo lejos. Y yo, en mi cabeza me preguntaba por qué, por qué tenía que estar allí en aquel momento y lugar, intentando convencerme a mí misma de que era mi voluntad y que ya no era momento para ir marcha atrás

Entonces ocurrió, todo pasó como él me había dicho minutos antes. Primero frío, luego ardor, ardía muchísimo, y al pasar unos segundos: dolor. Pero el dolor era soportable. Noté que sangraba un poco y pude confirmarlo porque vi sus guantes manchados de sangre.
-Ya queda poco. ¿Cómo te sientes?
-Bien, pensaba que dolería mucho más, es molesto pero es soportable.
-Ya te lo he dicho, eso es porque es el primero. Los próximos, que seguro que habrá, serán indoloros, de hecho hasta disfrutarás.
Solté una carcajada y volvió a clavar lentamente la aguja en mi espalda. Empecé a disfrutar de la forma en la que penetraba la tinta por los poros de mi piel y cuando quise darme cuenta ya había terminado y estaba untando un poco de crema cicatrizante encima.
-¿Quieres ver como ha quedado? -de nuevo esa sonrisa torcida.
- ¡Claro! Al menos espero que el dolor haya merecido la pena -contesté.
Cogió dos espejos y pude verla perfectamente dibujada en mi espalda. Los contornos eran perfectos y, aunque alrededor estaba un poco rojo e inflamado, no podía estar más satisfecha con el resultado. Aquél tatuaje con forma de cruz significaba mucho para mí. Aún no he repetido, pero no descarto la opción de volver a sentir el acero taladrando mi piel para grabar con tinta un recuerdo imborrable en un lienzo efímero, tan efímero como la vida.

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