Quijotes desde el balcón

lunes, 2 de octubre de 2017

Tienen gracia... o no

por Ricardo San Martín 

Ya lo han señalado estudios antropológicos: la Sierra Sur de Jaén es proclive a la aparición de santos y curanderos. Hay una larga tradición y en la mente de todos están los nombres de esos hombres y mujeres que un día, sin saber cómo, ni por qué, recibieron la gracia.

La gracia es ese poder especial que viene a recaer en aquella persona que desde ese momento parece tocado por unas capacidades cuasi divinas. No en balde las gentes de la zona hablan de santos y santas.

En el momento presente todo el mundo conoce la merecida fama de la santa Cristina. Nacida en el cortijo de Marchales, cerca de Benalúa, se vino a vivir a Mures cuando se casó con Ramiro, del que enviudó al cabo de tres años. La gracia de la santa Cristina la recibió tras unas calenturas que la tuvieron en cama durante dos meses. En varias ocasiones, en un estado febril, entre delirios, dijo haber hablado con uno de los santos que la precedieron en una cortijada de Alcalá.
-Vi una figura como con un resplandor que me tocaba con su mano y me decía: Cristina, continúa tú cuidando de mis seguidores.
Y así lo hace la santa que nada pide a cambio de sus consejos. El hecho de que a la salida de su casa haya un cestillo (vigilado por un familiar) donde cada visitante deposita la voluntad no debe empañar su labor curativa.

Otra persona que goza del fervor y la credibilidad de sus pacientes es Casimiro. Vive en Villalobos; su casa está al otro lado del río, sobre una colina. Allí se desplazan cada viernes decenas, tal vez cientos de personas convencidos de la gracia sanadora de las manos de Casimiro.

El ensalmador les recibe en una habitación llena de estampas con motivos religiosos, crucifijos y exvotos que sus fieles han colgado de la pared como muestra de agradecimiento y recuerdo de la parte curada: pies, manos, cuello, etc.

Dicen algunos que incluso sabe curar males del alma como el histerismo, la melancolía o el desamor.
- Hágase en ti la voluntad de Dios -suele musitar, mientras sus manos tocan suavemente la zona dolorida, el hueso roto o la herida supurante-. Señor, soy tu instrumento. Haz en él según tu deseo -dice en otras ocasiones-.
 Las fórmulas son diversas: por voluntad de Dios te curarás.

En otras ocasiones recurre a forzar el miembro herido: mano, pie, clavícula, costilla... hasta la que considera que debe ser su posición correcta. Aseguran que tras el intenso dolor, el paciente suele notar un bienestar y una calma enorme. No obstante, también hay detractores que aseguran que los procedimientos de Casimiro han dejado a alguna persona lisiada de forma permanente.

Una mañana en Frailes, mientras desayunaba en el bar la Cueva, hará de esto más de quince años, alguien me conto un suceso cuya veracidad dejo a criterio de mis oyentes:
Un día acudió a la consulta de Casimiro, el ensalmador, un hombre que se había roto un brazo tras caerse de su mulo mientras iba de regreso a casa. Conocido el mal y el origen del mismo, Casimiro le preguntó por qué lado del mulo se había caído.
- Por el lado izquierdo -contestó el cortijero.
- Pues para contrarrestar y curar el dolor de esa caída, déjate caer del mulo por el costado derecho.
Aseguran algunos que el confiado labriego siguió al pie de la letra el consejo del curandero. Al parecer ya no volvió a consultar a Casimiro qué hacer tras romperse una pierna en la segunda caída.
Repito: lo cuento como me lo contaron. Creerlo o no es vuestra decisión.

Y aun hay otros muchos taumaturgos diseminados por los pueblos y aldeas de la Sierra Sur. Estos son tan sólo algunos de ellos.

En la Rábita, en una casa cuyas ventanas pertenecen la mitad a Alcalá y la otra mitad a Alcaudete, está el santo Pene. No, no penséis mal. Su nombre procede de la abreviatura de su largo nombre: Prusimidencio Noretálvarez. La gente le llama PN, para abreviar. Es especialista en el aire: por medio de su soplido dice poder curar culebrinas, jaquecas, fibromialgias, arritmias del corazón, etc.

En la Hortichuela reside la santa Tomasa. Tiene casi cien años y es especialista en males intestinales. Posee un profundo conocimiento de plantas que recoge en los montes cercanos a su casa. Tiene su clientela fiel, aunque en algunas ocasiones ha sido denunciada por algún devoto a Sanidad tras haber provocado diarreas imparables y en una ocasión una perforación de estómago.

Mucha gente acude a la consulta del anudador Martín, en los Rosales, pasado Frailes hacia Valdepeñas. Su don es deshacer maleficios. Ya sabéis: el mal de ojo o como dicen los granadinos el mal fario. Sucede que a veces en una familia las cosas parecen torcerse de forma reiterada y les sobrevienen diversas desgracias. Alguien les ha echado el mal de ojo y es preciso que Martín, con sus ceremonias y ritos vuelva las cosas a la normalidad. Para ello suele sacrificar una gallina y con su sangre unta al afectado o a veces hace una pócima que le da a beber.

Sin embargo, el mismo Martín sufrió una racha de mala suerte: un zorro entró en su gallinero y mató todas las aves; en los días siguientes se destrozó dos dedos de un martillazo reparando un vallado y tan sólo una semana más tarde se quebró una pierna al pisar en un hueco en el suelo. Él lo atribuye a la casualidad.

Un caso especial y aparte es la vidente Tumbalá.  Tumbalá es una negra de recio corpachón. Emigró hace diez años desde Nigeria. Llegada a Alcalá, se juntó con Mostachón, un gitano con muchos redaños. Tuvieron un hijo de color tostado al que todos, ellos también, llaman Aguacate. La familia vive y regenta el prostíbulo que está en la antigua carretera de Alcalá al Castillo. El Edén se llamaba, pero la gente acabó por cambiarle el nombre: ese va al Edén. De va al Edén, devino en va al paraíso y finalmente se abrevió en Valparaiso.

Allí, Tumbalá, además de ejercer de matrona de las pupilas que prestan sus servicios sexuales, pone en práctica su don: es vidente. Y de éxito. Desde que predijo el número de la lotería de Navidad hace cuatro años, su crédito y fama han subido de forma meteórica. La gracia dice que le viene de su aldea natal, allá en la lejana Nigeria. De niña auguraba sucesos de todo tipo que en días o meses posteriores se cumplían.

Recientemente recibió en Valparaíso la visita de don Gabriel, el sargento de la Guardia Civil, con motivo de un suceso que tenía conmocionada a toda la comarca: el secuestro de Joshua, un niño gitano, que llevaba desaparecido una semana.
- Mira, Tumbalá -le dijo el sargento-, yo no creo mucho en tus artes adivinatorias y visionarias, pero me recomiendan que acuda a ti en busca de ayuda, así que ponte a la tarea y si nos das una pista buena, seremos benevolentes en las visitas y controles del prostíbulo.
- Debería saber que la fe mueve montañas, don Grabiel -le contestó la vidente negra-. A pesar de su incredulidad, traígame una prenda de ropa que pertenezca al niño y vuelva dentro de dos días.
 Transcurrido ese tiempo los migueletes pasaron por Valparaíso. Las palabras de Tumbalá fueron enigmáticas:
- Agua saludable y sanadora. Eso he visto mirando en los posos del café, don Grabiel.
    Con esa pista tan general la Guardia Civil especuló que el lugar donde se tenía retenido al niño secuestrado fuese Frailes, dado que las aguas de su antiguo balneario gozaban de poderes curativos para varias enfermedades. Se hicieron las pesquisas oportunas, se establecieron controles, se preguntó a los vecinos del lugar... Nada. Ninguna pista apuntaba a esa villa.

Fue el mismo sargento quien sugirió indagar en Fuente Álamo y su entorno. Al fin y al cabo, recordó, también allí hubo otro balneario de aguas curativas. Nuevas pesquisas, indagaciones, vigilancia... Y sí, se localizó en un cortijo cercano a Fuente Álamo a un grupo de rumanos que tenían retenido al gitanillo. Liberado éste, detenidos los secuestradores y puestos a disposición judicial, la fama y credibilidad de Tumbalá ha subido como la espuma. Decenas de personas se desplazan a Valparaíso, no ya por los placeres del sexo, sino a consultar a la negra nigeriana sobre cuestiones de tipo amatorio, de negocios, de ancestros desaparecidos...

Y sin embargo, a pesar de su acierto evidente con el secuestro, aún se oye la voz de los críticos de Tumbalá: que si ya sabía la Guardia Civil que el asunto era un ajuste de cuentas entre clanes por el control de drogas en la Sierra Sur, que si todo se debió a un soplo de un confidente, que si...

Frente a los creyentes a pies juntillas en el poder y la gracia de los santos, curanderas, rezadores, sabias hay otros que se muestran agnósticos y descreídos con su don. Tú, lector, ¿a cuál de los dos grupos perteneces?

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