Quijotes desde el balcón

viernes, 22 de diciembre de 2017

Campanilla y Colino

por Colorado Jim

Era mediado de Diciembre y el valle hacía unos días que se había cubierto con un manto blanco, dando la bienvenida a la Navidad.

Manuel, que así se llamaba el padre, se había levantado para encender la lumbre, ya que en el interior de la casa hacía bastante frio. Soplaba la poca llama que salía, cuando a sus espaldas oyó unos pasos que al momento los asoció con los de su hija.
- ¡Buenos días, hija! ¿Dónde vas tan temprano?
- ¡Buenos días papá! Anoche dijo mamá que hoy íbamos a hacer tortas de manteca.
- ¡Ay, hija mía, que cabeza tengo! voy a calentar el horno para cuando mamá termine de hacer las tortas. Hija, que no se apague el fuego, que voy a prepararlo.
- ¡Campanilla! ¿Dónde está papá? -dijo Josefa, saliendo de la habitación.
- Ha ido a calentar el horno para las tortas y el pan.
- Está bien, vamos a preparar el desayuno para cuando venga tu padre.
Cuando terminaron de desayunar, Josefa que así se llamaba la madre, una vez que terminó de amasar con cariño y mucho amor  cogía porciones de masa y los iba transformando en bonitas tortas dispuestas para ser horneadas. Cuando terminaron, casi era medio día y después de la comida Manuel dijo, mientras cogía el hacha que pendía de la pared.
- Cariño, voy a ver si corto un abeto para estas navidades que hace tiempo que le tengo el ojo echado a uno.
- ¡Papá! ¡Papá! Yo voy contigo -gritó Campanilla.
- No, hija, que está todo nevado y hace mucho frio.
- Anda Manuel... deja que vaya ¿No ves que le hace ilusión?
 Padre e hija con abrigos que les cubrían hasta las orejas se fueron en busca del abeto. Caminaban cerca del arroyo cuando sintieron un lastimero valido.
- ¡Papá! ¿Has oído?
- ¡Claro que lo he oído, hija! ¡Parece el valido de un cervatillo!
Efectivamente se trataba de un cervatillo con una preciosa cola blanca y una patita hinchada.
- Vamos para casa que mañana venimos a por el abeto -dijo Manuel, mientras pensaba que ya tenían la comida de Navidad asegurada y cuando llegaron a casa:
- ¡Mira mamá! ¡Mira lo que traemos! ¡Es un cervatillo!
- ¡Qué bien ya no tenemos que preocuparnos por la comida de navidad!
- ¡No, Mamá! ¡Eso no! ¿Cómo nos vamos a comer el cervatillo? Piensa en sus padres que estarán buscándolo y sufriendo por la pérdida de su hijo.
- Bueno... y según tú ¿Qué crees que debemos de hacer con él?
- ¡Curarlo mamá! Que yo me encargaré de darle de comer.
- Bueno, pon agua a calentar que le vamos a poner paños calientes y veras que pronto se pone bien. 
Había pasado la navidad y el cervatillo se había recuperado y era como de la familia y entre Campanilla y Colino, que era el nombre que le habían puesto, se había establecido un vínculo de cariño; paso que daba Campanilla, paso que daba Coliblanco ¡eran inseparables! y así llegaron hasta final de año.

La tarde avanzaba y Campanilla notó que Colino estaba nervioso y no le prestaba la debida atención. Una de las veces que pasó delante de la ventana, vio que no muy lejos había una pareja de ciervos mirando hacia la casa.
- ¡Papá! ¡Mamá! Ahí fuera hay dos ciervos ¡Seguro que son los padres de Colino!
El padre se levantó de donde estaba sentado, al calor del fogón y mirando por la ventana, dijo:
-Sí, hija: Probablemente sean los padres de tu cervatillo. Así que ve pensando lo que vas a hacer con él.
Campanilla, llorando, se abrazó a su amigo Colino diciendo:
- ¡Gracias Colino por estos días tan felices que he pasado contigo! pero tus padres te necesitan más que yo, así que vete con ellos y recibe el nuevo año con felicidad junto a los tuyos, que yo lo haré con los míos pensando en ti.
Campanilla con lágrimas en los ojos abrió la puerta y Colino, lleno de alegría, salió retozando y una vez en la calle se paró y volvió su mirada hacía su amiga. Campanilla salió corriendo y se abrazó a él diciendo:
- ¡Colino! ¡Te quiero mucho han sido unos días estupendos! Anda, vete con tus padres -mientras Colino se alejaba, Campanilla limpiándose las lágrimas con las manos seguía-. ¡Adiós Colino! Que seas bueno y nunca te separes de tus padres. ¡Adiós! Y ven algún día a jugar conmigo. ¡Adiós Colino! ¡Adiós!

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