por Jorge Romero
En esa línea oscura, que derrama
tu cuerpo tardío, desde mis ojos
hasta lo más alto del pensamiento,
hay un espacio que nos conecta,
como una despedida sin nombre,
una zona incolora que sólo
muestra el lugar donde me hallo
dedicando mi tiempo a la tardanza,
y a vagar sin nada, por no querer borrar
de mis retinas el brillo parco
ya de tus hojas silenciadas.
En este parque que me reta equidistante,
entre los hábiles adoquines que soportan
las interminables idas y venidas de sus gentes
y el murmullo incesante de tus pájaros ausentes.
Algunas veces lo pienso,
qué tendrá el cielo sobre esa línea,
si por azul multiplica
la elegancia en tus maderas,
qué tendrá el mar aquí en la tierra
para soñar tus luces sin las sombras,
una palabra enorme de alas intensas
una mirada entera, un horizonte,
para plasmar su nombre aquí en la arena.
Hay una línea desde tu cuerpo muerto,
olmo pardo del desaliento,
una piel gris sobre esta tierra
erguida de tactos con tu figura,
y yo tocaré tu sueño con mi presencia
y tu llenarás mi tiempo de despedida
con el rugoso beso de tu indulgencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario