Quijotes desde el balcón

jueves, 1 de noviembre de 2018

Calados hasta los huesos

por Raúl Góngora

Tú qué sabrás, si nunca estuviste en mis entrañas.

El verano del 2015 estaba siendo inolvidable entre familiares y amigos íntimos de Il Sole Blu Corp. Compañía Italiana de Energías Renovables. Paolo y su compañero de empresa y mejor amigo Fausto comenzaron, entre las risas de sus hijos, a enterrarse en el enorme agujero que excavaron entre todos en la arena de la playa. Aquella era su cala preferida de Formentera y esa especie de arco de piedra que se formaba en su lateral izquierdo, el lugar donde siempre se colocaban y jugaban con sus hijos. Una vez que ambos tenían enterrado casi todo el cuerpo, Fausto comenzó a agitar los brazos bajo la arena para dar algo de movilidad a sus piernas. Su mano derecha enterrada chocó con una especie de roca redondeada por la erosión marina. La acercó hacia su cuerpo y la sacó a la superficie.

De pronto comenzó a gritar y a agitar sus piernas y brazos para desenterrarse rápidamente. Sus piernas, al estirarse y levantarse de golpe, sacaron hacia la superficie lo que parecía que eran restos de algún muerto. Los niños comenzaron a correr hacía el otro lado de la playa donde estaban sus madres, y Paolo, ya en la superficie, cogió el móvil de la toalla y llamó al 112.

Era el segundo día de trabajo de Rubén en el Hotel Sa Volta de Es Pujol, Formentera. No podía creer que las y los monitores de animación ya lo hubieran invitado a sus selectas quedadas en la playa para beber mojitos amanecer bajo las estrellas. Desde el comienzo de la noche en aquella cala, Una monitora de piel clara y el pelo negro y rojo, se interesó en Rubén más que en ningún otro. Le susurró un par de veces al oído que este sería un verano especial, que el primer verano en Formentera nunca se olvida y se levantó un par de veces para prepararle otro mojito. Rubén no cabía en sí. Ya alucinaba nada más pensar el verano bestial que le esperaba. La chica con pelo a lo spider-man al traerle el tercer mojito, le pidió que si daba un paseo con ella, que estaba un poco aburrida de estar sentados allí. No había acabado de hablar cuando Rubén ya estaba en pie pegado a su gran logro de la noche.

Anduvieron unos minutos hacia una especie de medio arco que formaban las rocas de la playa con la arena, y allí la chica se sentó y le hizo un gesto a Rubén para que se sentara a su lado. Ella comenzó a mordisquearle suavemente la oreja y el la besó, como a cámara lenta, como deseando que aquel momento no acabase. Ella, continuó sus besos y al poco tiró del bañador de Rubén hacía abajo. Este comprendió que aquello ya quemaba y se quitó el bañador y la camiseta en décimas de segundo. La del pelo bicolor estaba ya sentada sobre Rubén, al que no le importaba en absoluto lo fresquita que podía estar ya la arena en esa cala, bien entrada la noche. Cuando el reloj muscular de Rubén marcaba perfectamente las doce en punto, la chica le dijo que esperara un momento que iba a hacer pis, Rubén respiró con los ojos cerrados y le pidió que no tardara, estaba en ebullición. Pasó menos de un minuto, cuando de pronto Rubén sintió los motores del todoterreno que los había traído hasta la playa arrancar a pocos metros tras de él, pegarle un fogonazo de luz y tras las risas de todos girar e irse. 

Rubén les gritó con todas sus fuerzas, los llamó hijos de puta, cabrones y todo lo que se pueda gritar bajo las estrellas, más aún al comprobar que la chica se había llevado también su ropa...


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