Isabel no paraba de meterme mano sin corte alguno en la cola. De pronto me cogió el brazo y me dijo
— Vamos al servicio.
— ¡Qué me arranquen los ojos y el corazón de golpe si alguna vez digo que no en momentos así! Pensé.
No sé cómo lo hizo pero aún no habíamos acabado de llegar a la puerta interior de los baños cuando me giró para que viera como estaba dándole vueltas a sus bragas en sus dedos.
— Estás loca. Le dije mientras me bajaba los pantalones.
Yo no sé qué flotaba ese día en el ambiente, o cuantos más habían abusado de los chupitos de después de comer en el chino, el caso es que una pareja que iba también a los servicios, al ver que nos comíamos literalmente contra los azulejos del cuarto de baño, se acercó desvistiéndose y se entremezclaron en nuestro fogonazo pasional.
Al minuto o menos había dos chicos más que, sin mediar palabra estaban casi desnudos entre nosotros. Resoplidos, bufidos de placer y gemidos anónimos estaban ya llenando aquellos baños de la planta alta de centro comercial. Dos chicas más, y un guarda jurado, que en vez de llamarnos la atención, se desnudó en segundos, como si de un stripper de despedida de solteras se tratara, se agachó y se coló en el centro de la muchedumbre hormonada.
Así sucesivamente durante los siguientes minutos fueron apareciendo personajes a cada cual menos pudoroso llenando aquel baño de chicos hasta que no cabía ni un alfiler. Sujetadores, Calzoncillos y hasta un consolador, se ve que alguien viajaba con él encima, pasaron por delante de mis narices. Nos hicimos todos de todo.
Cuando exhaustos comenzamos sin mediar palabras a dejar el baño vimos que la película había comenzado hace ya más de una hora.
Nos miramos los unos a los otros y con la cara aún colorada y medio sudando nos dijimos:
— ¡Bah, se hunde, todos saben que el Titanic se hunde!
Fue la mejor película que no he visto en mi vida.
— Vamos al servicio.
— ¡Qué me arranquen los ojos y el corazón de golpe si alguna vez digo que no en momentos así! Pensé.
No sé cómo lo hizo pero aún no habíamos acabado de llegar a la puerta interior de los baños cuando me giró para que viera como estaba dándole vueltas a sus bragas en sus dedos.
— Estás loca. Le dije mientras me bajaba los pantalones.
Yo no sé qué flotaba ese día en el ambiente, o cuantos más habían abusado de los chupitos de después de comer en el chino, el caso es que una pareja que iba también a los servicios, al ver que nos comíamos literalmente contra los azulejos del cuarto de baño, se acercó desvistiéndose y se entremezclaron en nuestro fogonazo pasional.
Al minuto o menos había dos chicos más que, sin mediar palabra estaban casi desnudos entre nosotros. Resoplidos, bufidos de placer y gemidos anónimos estaban ya llenando aquellos baños de la planta alta de centro comercial. Dos chicas más, y un guarda jurado, que en vez de llamarnos la atención, se desnudó en segundos, como si de un stripper de despedida de solteras se tratara, se agachó y se coló en el centro de la muchedumbre hormonada.
Así sucesivamente durante los siguientes minutos fueron apareciendo personajes a cada cual menos pudoroso llenando aquel baño de chicos hasta que no cabía ni un alfiler. Sujetadores, Calzoncillos y hasta un consolador, se ve que alguien viajaba con él encima, pasaron por delante de mis narices. Nos hicimos todos de todo.
Cuando exhaustos comenzamos sin mediar palabras a dejar el baño vimos que la película había comenzado hace ya más de una hora.
Nos miramos los unos a los otros y con la cara aún colorada y medio sudando nos dijimos:
— ¡Bah, se hunde, todos saben que el Titanic se hunde!
Fue la mejor película que no he visto en mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario