Quijotes desde el balcón

jueves, 22 de agosto de 2019

VIRUELAS BLANCAS (Relato para la edición de septiembre de 2019 en IDEAL de Alcalá La Real)

“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida” (Armando Tejada Gómez)



 Una noche más Natalio se quedó unos minutos en silencio, mirando su vieja tele, apagada ya hace muchos años. Natalio recordaba perfectamente pasajes de su larga vida, casi todos buenos, aunque al final se eclipsaban con la trágica muerte de su esposa en un absurdo accidente de tráfico. Llevaba  ya 10 años de soledad absoluta en su piso estrecho del barrio de La Barceloneta, en plena capital. Su mujer murió a los dos años de jubilarse Natalio. Así, se fueron en un triste e invisible paso de peatones todos los planes futuros que, tras su jubilación, ambos tenían juntos. 
Tras soñar un rato despierto frente al pantallón oscuro, Natalio se quedó dormido y tuvo un sueño revelador, de esos que te hacen plantearte decisiones sí o sí. Se vio en luminosos pasillos, jardines, salas de recreo y comedores, rodeado de otras personas, ancianos ya también, conversando, riendo, jugando al ajedrez, viendo una película, esta vez con la tele encendida y otras tantas aficiones propias de un buen asilo para la tercera edad. Se despertó, se fue del salón al dormitorio, sacó del cajón de su mesita de noche la cartilla de su cuenta bancaria, asintió con la cabeza, beso una foto antigua de su mujer y se echó a dormir. 
A la tercera tarde de la nueva vida de Natalio en aquel bonito asilo a las afueras de la ciudad, observó que en la habitación 101 había una señora alta, pelo ex-rubio, y piel de tonos sureños.


— ¡No puede ser! -exclamó Natalio repentinamente, asustando, por unos instantes, a aquella señora que permanecía quieta; de espaldas, mirando un cuadro de una gran fotografía en blanco y negro de Alcalá La Real y su majestuosa Fortaleza de la Mota.
— Perdón por asustarla señora, me llamo Natalio, soy nuevo aquí y estas dos lagrimas que están cayendo ahora mismo de mis ojos se deben al ver la foto en grande de la Alcalá de mis amores; mi tierra. Me encantan las coincidencias y esta me ha dejado gratamente helado. Me llamo Natalio Jiménez y soy natural de Alcalá la Real. Del barrio de La Tejuela.
— Jacoba Rosales, criada en las últimas casas de lo alto de la calle Caridad; calle Ramón y Caja he visto que la llaman ahora. Le contestó mientras notaba como rejuvenecían sus mejillas




Emigrantes andaluces en Barcelona



     
Jacoba dio un abrazo de más de cinco segundos a Natalio, y éste comprendió que los dos habían coincidido en el juego de la petanca, alrededor de una bolita blanca a la que algunos llaman “destino”.
Natalio y Jacoba estuvieron todas las tardes de aquella semana, hablando de sus recuerdos, de sus familias, de los porqués de su emigración y de la soledad que esconden las distancias. El paralelismo de sus vidas era asombroso. Postguerra, emigración, amor, matrimonio, trabajo intenso en ese monstruo industrial al que llaman ciudad y la trágica viudez que los llenó de sombras a ambos.

— ¡Hagámoslo! –le exclamó Jacoba aquella tarde de finales de septiembre, mientras le cogía y agitaba ambas manos, llevándolas hacía el pecho de Natalio.
— ¿Cómo? ¿Hacer qué? Le replicó Natalio, sonriendo e intentando estar a la altura de la misma ilusión que reflejaba el rostro de Jacoba.
— Yo estoy jubilada, viuda y no tengo que rendir cuentas a nadie. Tú estás, más o menos en mi misma situación. Los dos tenemos el alma apuntando hacía Alcalá La Real. ¿No me digas que no lo has pensado, Natalio?
— Ya si que me tienes un poco perdido. No le des más vueltas Jacoba, sabes que tenemos confianza. Dime lo que estés pensando.
— Aún estamos con algo de fuerzas, ganas y alguna que otra sonrisa nos queda por sacar ¡Salgamos de aquí, Natalio, salgamos de aquí! Somos de Alcalá, nos gusta, conocemos sus familias y tenemos donde vivir y como vivir. El destino te ha puesto cerca de mí para ser el ala que me faltaba para salir de aquí volando hacía mi tierra. ¿Estás conmigo? ¡Vámonos Natalio, vente, mientras aún nos queden ganas y fuerzas, vente a vivir conmigo a Alcalá!

Natalio permanecía mirando los ojos claros de Jacoba con una sonrisa de asombro y con la silenciosa certeza interior de que su respuesta sería un sí absoluto y sin contemplaciones. 
Han pasado seis años ya desde que Natalio y Jacoba quedaran unidos por una fotografía de Alcalá La Real y lo mucho que tira el sur a su edad cuando te ves lejos entre cuatro paredes.
Jacoba nunca olvidará cuando aquel taxista paró en la rotonda de entrada al pueblo viniendo de Granada, Natalio le insistió en que se bajara y allí mismo, justo debajo del cartel de Alcalá La Real, le pidió matrimonio. Jacoba, con lágrimas de pura felicidad reencontrándose entre sus mejillas, le dijo que sí y lo beso durante unos largos segundos, para deleite y alegría compartida de todos los coches que pasaban por el lugar, algunos se pararon y se bajaron para darles la enhorabuena por el sorprendente y peculiar enlace. 

                                                                  

1 comentario:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Muy bueno Raul. Me ha gustado mucho.
Besicos muchos.

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