Quijotes desde el balcón

sábado, 25 de abril de 2020

POR QUÉ ME GUSTA LEER

Gracias a Ricardo por esta segunda aportación a la festividad del libro.
Libros que son los mejores aliados que estamos encontrando en este largo confinamiento. Libros que siempre estarán ahí para pintar nuestras retinas con distintas realidades, para enseñarnos, para volar y para, en definitiva, hacernos algo más racionales.



Ricardo San Martín Vadillo

“Qué maravillosos son los libros, cruzan mundos y siglos, derrotan a la ignorancia y, finalmente, incluso al tiempo cruel”. Gore Vidal.

Día 23 de abril. No está mal que desde el hecho conmemorativo se trate de potenciar acciones necesarias (Día de la Cruz Roja, del Medio Ambiente, etc.), pero no debe existir un solo Día del Libro, deben ser 365.

En el deseo de aportar mi “granito de arena” para la promoción de la lectura, pensé –en un principio- en redactar un artículo donde analizase el estado actual del libro en España, comparase cifras de producción editorial en estos pagos con otras naciones, lamentase el bajo índice de personas con hábito lector, discrepase con Antonio Gala cuando dice que no es la televisión la culpable de las bajas cotas de lectura, a la vez que sumaría mi voz a la suya para clamar con él: leer en España es llorar; expresase mi preocupación por el escaso índice de hogares andaluces –a las encuestas me remito- que poseen libros.

Desistí. En tal sentido remito a los lectores a la revista El libro español (números 331 y 332), al estudio “Juventud española: 1960-1982” (bastante deprimente en sus conclusiones); al libro de Pedro Laín Entralgo, La aventura de leer,  a los artículos de Antonio Gala, “Aprender a leer”, ”El mundo de los libros”; de Rafael Conte, “Por qué no leemos”; de J. Lasso de la Vega, “El buen lector”; de P. Gimferrer o los de Rafael Hinojosa, “Querido libro”, “La lectura crítica” o “La afición lectora”.

Pretendo ofreceros, lectores, algo más personal, un trozo de aquello que late dentro de mí y que siento con intensidad. Y es que sólo se debe hablar de aquello en lo que se cree “a pies juntillas”; yo creo en la lectura y en su beneficioso poder. Os diré más, de existir tal me gustaría ver impresa en mi DNI una profesión que dijese: lector.



yo creo en la lectura y en su beneficioso poder




La frase de San Juan (8:32), “la verdad os hará libres”, (por cierto, importantísima lectura la de la Biblia), me permito transformarla en: “La lectura os hará más libres”.

Pero, una vez declarada mi pasión lectora, detente pluma/lápiz/”boli” y vayamos a los orígenes de ese gusto/placer/pasión. ¿Desde cuándo me gusta leer? ¿Quién encendió esa llama cada vez más viva? Tocado el resorte del recuerdo, retorno mentalmente a mi infancia y admito que nadie me indujo a la lectura. Quizá todo empezó –como para tantísimos chicos/as- con los TBOs: de la imagen, pasé a la lectura de viñetas. Jaimitos, robertos alcázares y pedrines, guerreros del antifaz, fueron compañeros inseparables que, ávidamente, intercambiábamos en zaguanes y esquinas.

Había, por aquel entonces, en mi pueblo natal (unos 4.000 habitantes) una biblioteca pública, hoy desaparecida. En mis visitas veía en sus despoblados anaqueles gruesos lomos de libros que me imponían gran respeto: mucha letra y pocos “santos”.

No obstante, la ausencia de mar en Castilla –si no son los dorados trigales mecidos por el viento- y una afición juvenil: el submarinismo, me llevaron entre las páginas de un libro de J. Cousteau sobre el tema. Leí aquel libro, que otrora me pareció inaccesible, sin reposo, casi con voracidad. De esta forma me sentí sumergido –nunca mejor dicho- en el mundo de los libros.



El mar es el gran unificador para el hombre. Todos estamos en el mismo barco. Jacques Cousteau.




Descubrí que había belleza en las palabras, que los libros son maestros de vida, embajadores de otras mentes y otros mundos, portadores de ficción y realidad a un tiempo. Y quedé prendido en esa magia.

Imagino que, en cada una de las personas que disfrutan leyendo, el camino que les condujo a ese deleite habrá sido diferente. Reconozco, sin embargo, que la labor de los padres y del entorno pueden ser factores que coadyuven (¡qué palabrita!) o inhiban esa afición.

Analicemos ahora otro aspecto: ¿por qué leo? Ay, amigos, porque me gusta, aprendo nuevos tonos del mundo y sus gentes y me siento mejorar.

La vida está llena de pequeños placeres y depende de nosotros captarlos: un buen libro es uno de ellos.

A modo de receta os lo diré: hágase girar un disco de clásica, jazz, orquestal o electrónica (no muy estridente), descórchese una botella de noble rioja, acomódese en un sillón, ábrase libro (Delibes, Orwell, Neruda, Márquez, Buero Vallejo…). Puntos suspensivos a rellenar por ti, lector-. Ya comenzó la aventura.

Al mundo amigo de los libros se puede acudir por deleite, como instructor de habilidades, panel de ideas y mentalidades, guardián de hechos históricos, recopilador de datos, cifras y gráficos, exponente de la capacidad de grandeza y miseria humana. En efecto: todo está en los libros.

Encabezaba este artículo/confesión con una cita de Gore Vidal. Quiero que sean las de un español universal las que sirvan de punto final. Lo dijo Miguel de Unamuno: “Todos los que vivimos principalmente de la lectura y en la lectura, no podemos separar de los personajes novelescos a los históricos […] Todo es para nosotros libro, lectura. Somos bíblicos. Y podemos decir que en el principio fue el libro. O la historia. Porque la historia comienza con el libro y no con la palabra”.
(Artículo publicado en IDEAL, 22 de abril 1987, pág. 3)

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