Quijotes desde el balcón

jueves, 17 de noviembre de 2022

Eterna Amistad (por José Manuel Collado)

 









Deshacerme en recuerdos

como la lluvia en el mar,

como la nieve al fuego;

sumido en desconcierto

de historias inconclusas

bajo un mismo cielo:

El sol desaparece

por diferentes senderos…


Ningún esfuerzo es vano

para empezar de nuevo.

Deshacerme en amores,

cada vez que te encuentro

y me recuerdas siempre

lo mucho que te quiero.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Una rápida (porque si)

 













  Fosos que fueron pisadas  

  alrededor de nuestro árbol.

  Espinas antaño almibaradas,

  hojas de higuera sin besos, envenenadas.


   Nubes de posibles, 

   cielos claros como la nada,

   calles rectas en nuestra corta mirada

   Puñales de gominola con sangre, sin puñalada.


   Risas en tu presente;

   futuros estructurados,

   Humos sin chimenea 

   juegan en bosques cansados,

   reloj solar en días encapotados.

   líneas discontinuas de blancos enmarronados.



                    "If lovin' you kills me, I will go willin"

                                    Si amarte me mata, .......





viernes, 4 de noviembre de 2022

UNA VIDA EN CIEN PALABRAS (por José Manuel Collado)

 













No es verdad que se amorticen los sueños, el alma y el espíritu te han de llevar más lejos; no es cierto que puedas sucumbir ante la nada, ante el vacío del tiempo.

Cuando me miro al espejo, mi cuerpo se diluye entre sombras. Los fantasmas del atardecer me impiden ver, sentir con claridad, y entonces interpreto una vida desvencijada y sin aciertos.

Mas he querido hoy, poner en un crisol mis experiencias y abrirlas al sol cálido, cual flor que en lodo arraiga, y me he preguntado ¿por qué?: tal vez porque amo la vida,  y las flores,  y los pájaros; tal vez porque sin espina que nos hiera, nunca abrazaría las rosas del presente y el pasado.

28/10/2022  José Manuel Collado.

DESPEDIDA (por José Manuel Collado)

 






Se irá despacio tu alma
como el humo de la hoguera,
tus flores serán cadenas
de silencio y de nostalgia.
En la bóveda celeste de tus
sueños -mar de sombras-
anidará  la tristeza.
Tu frente será de luna,
de luna blanca y tinieblas;
entrelazadas tus manos,
-hundidos tus ojos ya-
no verán mas las estrellas.
Se irá despacio tu alma
flotando entre nubes negras,
y en la hora solitaria de la tarde,
las campanas en el aire
anunciarán la certeza
que entre vuelos de almidones,
te está esperando la tierra.

31/10/2022 José Manuel Collado.


                          

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Soy Juán (por Robert y Valerie Andrews)

 

Os he contado mi muerte, ahora quiero contaros la historia de mi corta vida. Nací en el año 1502 en Cadiz y desde los once años tuve que vivir en las calle para sobrevivir. Había oído que el puerto ofrecía la oportunidad de robar comida, pero era un lugar peligroso donde muchos niños desaparecían. Impulsado por hambre fui el puerto y en unos pocos minutos estaba en garras de un hombre grandullón, bruto, feo y aterrador. Me agarraron bajo sus brazos al borde un gran galeón para arrojarme a los pies del capitán, Hernán Cortés. Me llevaron a la parte trasera del galeón y me pusieron bajo el control de otro bruto, tan terrible como mi captor. Tuve que aprender obedecer sus órdenes rápidamente puesto que él tenía muy mal genio. Zarpamos y muy pronto Cádiz despareció en el horizonte. Mi rutina diario fue correr de una estación a otra, llevar herramientas y materiales al carpintero, llevar verduras, agua y sal al chef, y agua a mis tripulantes durante sus días más duros bajo el sol. No había tiempo para descansar pero muy pronto enteré de que había otros tres chicos a bordo, uno en la parte delantera y dos bajo la cubierta. No me gustaría ir bajo la cubierta, he escuchado los gritos y los lamentos durante la noche y he visto los cuerpos siendo arrojadas por la mañana. No quiero ni pensar las condiciones que tendrán allí abajo. Tras una eternidad llegamos a nuestro destino, un país que desconocido para mí. Pudimos atracar en el embarcadero donde los puntos de carga de nuestro rey nos aguardaban con grandes cajas que habíamos oído que estaban llenos de oro, joyas y artilugios robada a los incas y que en este viaje llevaríamos a España el artefacto más importante de los incas, una estatua dorada de su sagrado Dios, Viracocha




Viracocha



Después de dos días habíamos cargado todo lo necesario para viajar a España, y lo más importante para el rey, el oro, joyas y artefactos que usaría para financiar sus guerras. Zarpamos temprano y pronto, como Cádiz, la tierra se perdió en el horizonte. Al principio el viaje transcurrió sin consecuencias, buen viento, mar en calma y una tripulación bastante calmada y feliz con su carga. Durante la segunda noche nuestra suerte cambio. Salida de la nada estalló una gran tormenta, el viento aulló más de las gritos que había escuchado bajo cubierta y las olas eran tan altas que nos impedían ver la luna o las estrellas. Era como si las olas tuvieron dados de espuma y furia suficiente como para arrojar a cada individuo bajo las olas. Los tripulantes estaban aterrorizados y querían tirar por la borda el Dios inca, Viracocha. Era demasiado tarde, ya estábamos condenados, el barco comenzó a hundirse al fondo del mar con todo al bordo. No quería ahogarme y con la ayuda de una caja madera fui remontando las olas hacia un atolón seguro de arena. Helado caí rendido en el atolón pero mi pesadilla continuaba porque no tenía agua ni comida. Durante los días y noches esperé morir pensando que los dioses de los incas ya tenían su venganza.


martes, 1 de noviembre de 2022

EL TERCER OJO

 



   — ¡Vamos José, me cago en tó! le gritó Teresa desde la cama.

Son las cuatro y media de la mañana, las cuatro y media otra vez.

José llego a la habitación dando tumbos de sueño y sin mediar palabra se metió entre las sábanas mientras Teresa seguía riñéndole en lo que ella decía que era voz baja.

   — ¿Otra vez el puto Sandro Rey ese? Estás enganchadísimo. ¿Cuántas veces te he dicho ya que ese y todos esos son un timo, un engaña tontos? José se giró para contestarle y así tratar también de terminar esa conversación de altas horas.

Mira Tere, será todo lo que sea… pero el tío ese, su programa, recibe un montón de llamadas cada noche. Con su tosca forma de ser, su hiriente franqueza y sus gestos y chorradas, Sandro se está hinchando. He leído que se lo rifan en otros canales de televisión.

Esa noche José no pegó ojo dándole vueltas a un asunto que ya llevaba meses tramando. Y aún sin acabar de amanecer del todo, se levantó y llamo por teléfono a su mejor amigo.

   — ¡Pero tú es que no duermes! le gritó Emilio.

   — ¡Shhh, calla, calla! –le contestó José muy acelerado. Está decidido Emi (así le llamaban en la pandilla desde pequeño) lo vamos a hacer. Lo de la secta va p’alante. Nos vemos mañana para el café.


   —Muchas gracias a todos los que veis más allá de ser una simple persona corriente. Muchas gracias a todos vosotros que, como yo, entendéis que dos ojos no son suficientes para absorber tanto poder que nos devuelve la naturaleza. A los iniciados, recordar que ese ojo triangular que se os ha tatuado en el hombro derecho, aparte de destacar vuestro poder que por fin verá sus frutos, conlleva una gran responsabilidad. Id a encontrar tercerojistas como nosotros, mostrarles su verdadero poder e inscribirlos en la orden para que juntos podamos reconducir nuestra energía haciendo el bien a los desafortunados. No olvidéis que el poder del tercer ojo está entre nosotros pero es de responsabilidad humana saber reconducirlo hacía el bien. Que rellenen la solicitud con todos sus datos y paguen el ingreso al nivel 1. Juntos, la fuerza global del tercer ojo entrará en simbiosis entre nosotros y ascenderá a niveles inimaginables.

 

José y Emilio, ambos vestidos de vaquero negro, camiseta negra y zapatillas blancas inmaculadas, subieron el volumen de la canción “Sadeness” de Enigma que había estado sonando de fondo durante toda la charla y se quitaron la camiseta a la misma vez, mostrando, al darse la vuelta, el perfecto triángulo equilátero con un gran ojo en su centro, muy parecido al símbolo masónico de los billetes de dólar, el ojo de la providencia, el ojo que todo lo ve. Los dos de espaldas, con las manos cogidas en alto, aguantaron la postura el minuto que duraron los aplausos de las nueve personas que habían asistido a esa ceremonia de iniciación.

   — ¡Recordad que el ojo está entre muchos de nosotros, nuestra labor es enseñar a esos poderosos a manejar tanta responsabilidad y conducir su energía hacía el bien! ¡Rescatad a todos los tercerojistas posibles de su ignorancia en el poder! Nos vemos dentro de una semana.

José y Emilio salieron por la puerta que había delante de ellos, entrando en la casa particular de este mientras aún se escuchaban algunos aplausos de aquellas mentes de arcilla tan moldeable. Mientras se quitaban con disolvente y crema corporal el ojo que ambos se habían pintado en el hombro, bromeaban mientras sonaba en las notificaciones del móvil los ingresos de las cuotas de los primeros iniciados. Seiscientos treinta euros habían ganado en una escasa media hora que habían estado en aquel altar improvisado montado en el garaje de Emilio. 

   —Les hemos puesto un mínimo de siete nuevos miembros por cada miembro. -Le repetía Emilio a su nuevo gurú de las finanzas sin sudar. Y me da a mí que con lo pletóricos que se han ido, estos lo hacen y sobrados. En cosa de un mes tendremos una tribu de locos, creyentes de un poder intelectual y energético por encima de los demás, soltando billetes a saco.

Llegó el domingo siguiente y la cochera de Emilio se quedó pequeña y aún no habían llegado ni la mitad de los asistentes. José y Emilio los trasladaron al patio y jardín que tenía Emilio tan bien cuidado en la parte trasera de la casa.


 

   — Iniciados y ya casi maestros en el poder del tercer ojo ¿lo sentís? –Les gritó José. 

   — ¡Lo sentimos maestro lo sentimos! gritaron todos casi al unísono, formando una especie de cuadro totalmente negro sobre su jardín, ropa que habían decidido ellos adoptar por su propia cuanta para estar más cerca en la simbiosis de poder con sus maestros.

   — ¡Enhorabuena tercerojista Mateo por compartir y divulgar tu energía con tantos nuevos iniciados! Has doblado el número que os recomendamos, tu poder es un ejemplo y camino a seguir.

Aquel mediodía de un mayo ya casi veraniego, José llego exultante a su casa, besó a Tere y le dijo que hacía ya tiempo que no iban a un buen restaurante a comer.

   — Demasiado Feliz te veo, José ¿no te estarás metiendo en ningún follón, no? 

   — Tranquila Tere, que esta nueva asociación de vecinos que hemos creado va viento en popa, y se ven todos vecinos muy formales.


   — ¿Qué pasa Emilio, qué pasa? Son las tres de la madrugada, has despertado a todos por aquí.

   — José, José, José, José…. le susurraba entre llantos Emilio. Ven rápido a urgencias del Clínico a Carmen le ha pasado algo. –Y colgó.

   — ¿Qué pasa José? le preguntó Teresa frotándose los ojos. Nada Tere, nada, el exaltado de Emilio que no se encuentra bien y voy a hacerle compañía en urgencias. Vuelvo en menos de una hora, verás.

   — Es familiar, puede pasar, le decía Emilio a la enfermera de urgencias mientras José se acercaba a Carmen que estaba con la cara rojiza y llorando casi entre ahogos.

¿Qué te pasa Carmen? –Le preguntó José en voz bajita mientras está le apretó las dos muñecas con sus manos. Sois unos hijos de puta sin cabeza y sin alma. Ojalá os pillen y peguéis los dos en la cárcel. Su boca estaba a punto de soltar espuma de la rabia y el odio que sentía hacía ellos en esos momentos. 

   — Calma, Carmen, relájate. – Le dijo Emilio mirándola a los ojos intentando que no montar más espectáculo aún.

   — ¡Os odio! –les volvió a gritar mientras se daba la vuelta delante de José y se subía el camisón mostrándole el gran triangulo perfecto con un ojo en su interior que a modo de culebrilla rojiza e hinchada abarcaba toda su espalda.

Aquella misma noche, más treinta mujeres ingresaron en urgencias del Hospital Clínico Universitario de Badajoz con un gran eccema rojizo en forma de triángulo con otro eccema o culebrilla como le decían ellas en forma de ojo en su interior. Los médicos nunca pudieron dar con el origen ni la solución a aquellas erupciones tan perfectamente definidas.


EL FINAL DE MI BODA_por Lourdes Siles Atienza

 


Lo vestí con sus mejores galas, escogí el traje de boda que llevaba guardado tantos años y que pensaba regalar desde hace ya algún tiempo.

Puse nuestra música favorita, la que siempre dijimos que era nuestra canción.

Después de todo, no quedaba tan mal en ese sofá deshilachado en contraste con su traje azul. Los zapatos se perdieron en la mudanza pasada, pero le puse sus deportivas favoritas. Esas que yo tanto odiaba.

Encendí diez velas, una por cada año que pasaba con la esperanza de que los siguientes meses mi deseo se cumpliese y todo fuese a mejor.

Las coloqué formando un corazón, y cuando estaban lo suficientemente derretidas, las derramé sobre el tapete dibujando el nombre de mi más ansiado deseo: Mateo.

¿Le podrá pedir perdón? ¿Se lo aceptará? Me preguntaba mientras me entraban las prisas.

Siempre me he arrepentido de esas cosas que nunca hice, como por ejemplo de dejarlo plantado en ese altar mientras mi padre me miraba con rabia, obligándome a mantenerme firme. También me arrepiento de aquella vez que pude escapar hacia la libertad, con esa persona que más que humano parecía Ángel y quería concederme todos mis anhelos.

He pasado media vida arrepentida de las cosas que no hice, pero hoy puedo decir que mi mayor arrepentimiento es no haberte hecho esto antes.

Termino de cerrar la maleta y tiro a la basura mi ropa teñida de sangre sin preocuparme de quién la encuentre y te dejo las llaves sobre la mesa, yo sí te doy la libertad de huir.

Coloco mis dos yemas sobre tus puentes azules, y siento que ya es demasiado tarde para echarte de menos. La mancha de la cocina desaparecerá en unos años y otra familia llenará de vida esta casa que tanto me consumió. Mientras tanto dejaré que el diablo te pille por sorpresa, yo intentaré recuperar eso que me quitaste de mis entrañas.

¿A quién quiero engañar? No quiero irme a ningún sitio, me pondré mi vestido de boda y todo acabará donde empezó. Pues llevo muerta todos estos años y no me había dado cuenta.


Espero encontrarme contigo, Mateo.

Te quiere, mamá.




LECTURAS VITALES _ por Ricardo San Martín Vadillo

 



Libros donde la muerte es la protagonista… Me quedo pensando. Recuerdo algunos: El libro de los muertos escrito en tiempo de los egipcios. Según ellos el camino hacia el más allá está plagado de dificultades. No lo sé; ¿no era la vida la que está plagada de dificultades? Al menos para algunos o en ciertos lugares: Burundi, Malawi, Sudán, Siria, Afganistán, Ucrania…

Recuerdo la lectura juvenil de las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, tan certeras, tan llenas de sabiduría y de advertencias. Me quedo con este fragmento: “Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando, / cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, / da dolor; / cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor”.

Y cómo no identificarme con lo escrito por Antonio Machado para Leonor, casado y viudo en Soria. Soria, donde también vivimos Dama y yo aquel estupendo curso de 1976-77: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”. Sin embargo, hay que mostrarse esperanzado, seguir el camino de la vida, como Machado concluía su poema “A un olmo seco”, el olmo que está en el cementerio de El Espino: “Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera”.

De igual modo, me inspiran estos versos de Miguel Hernández, que nos hablan de la vida y de la muerte. Así me siento yo, como el poeta de Orihuela: “ Aquí estoy para vivir / mientras el alma me suene, / y aquí estoy para morir, / cuando la hora me llegue, / en los veneros del pueblo / desde ahora y desde siempre. / Varios tragos es la vida / y un solo trago es la muerte".

La vida y la muerte. La muerte, cualquier  muerte, no puede detener el fluir de la vida y el tiempo va curando la herida. Para cauterizarla necesitamos dos cosas: aceptación y resignación. Algo similar dice Rosa Montero en su libro La ridícula idea de no volver a verte: “La vida es tan tenaz, tan bella, tan poderosa, que incluso desde los primeros momentos de la pena, te permite gozar de instantes de alegría: el deleite de una tarde hermosa, una risa, una música, la complicidad con un amigo. Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza”.

En su día leí y me gusto el libro de Marcos Giralt Torrente, Tiempo de vida, una reflexión sobre su tempestuosa relación con su padre, ahora muerto y añorado. En una parte del libro el escritor se dice: “Tu padre vive ahora en ti”. También en mi caso “mi padre vive en mí”: viven sus consejos, sus cuidados y correcciones, los ratos de asueto compartidos; en definitiva su lección de vida. Pero, de igual modo, todos mis familiares que me quisieron y a quien quise viven en mí. Ya lo dice Carlos Ruiz Zafón en su precioso libro La sombra del viento: “Existimos mientras alguien nos recuerda”.

El libro de mi idolatrado Miguel Delibes Cinco horas con Mario tiene como protagonistas a Mario, ya muerto, de cuerpo presente, y a Carmen, su mujer, llena de recuerdos y de reproches durante las horas del velatorio. Apenas se habla de la muerte en el libro, es la vida de ambos, de sus familiares y amigos lo que Carmen le recuerda.  Tan sólo he encontrado un pequeño fragmento sobre la muerte, cuando Carmen confiesa al principio: “Nunca vi un muerto semejante, te lo prometo. No ha perdido siquiera el color. Carmen experimenta una oronda vanidad […] Como Mario, ninguno; era su muerto, ella misma lo había manufacturado”. Esto es ironía. Y lo que sigue es humor negro: Borja, el hijo pequeño de Carmen y el difunto Mario, vuelve del colegio dando voces con esa ingenuidad infantil: “¡Yo quiero que se muera papá todos los días para no ir al colegio!”. Su madre, Carmen, le había golpeado despiadadamente, hasta que la mano empezó a dolerle”.

Pero el libro que realmente disfruté de Miguel Delibes fue La hoja roja. Sí, me gustaron El camino, Las ratas, Los santos inocentes, El príncipe destronado, El hereje… Y me desazona la lectura de su primer libro La sombra del ciprés es alargada, donde la muerte es la protagonista. Pero de esa novela sombría me quedo con una frase niveladora. Dice Pedro, el protagonista, hacia el final: “Sentí abalanzarse sobre mí una oleada infinita de paz […] -Mi sitio está aquí -me dije-; entre los vivos y mis muertos, actuando de intercesor”.

He dicho que mi libro favorito de Delibes es La hoja roja porque me causó una honda impresión. Ya sabéis La hoja roja es una reflexión sobre la vida y la muerte, pero sobre todo trata de la vida, una vida solitaria. Don Eloy, ha visto morir a su mujer y recientemente a su amigo y compañero de paseos, Isaías. Su única compañía es “la Desi”, la criada, una joven pueblerina con la que comparte confidencias. El libro tiene unas reflexiones profundas. Opina don Eloy que “La jubilación era la antesala de la muerte”. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo en eso con Delibes: la jubilación para mí ha sido otra fase más de mi vida y me ha servido para viajar, hacer deporte, escribir, investigar… Y lo más importante: estar con mis hijos y mis nietos. Ellos me unen a la vida, me transmiten ganas de vivir. “El tiempo le sobraba de todas partes como unas ropas demasiado holgadas”. Tampoco en eso coincido con Delibes. Lleno todo el día de actividades y disfruto de estar vivo y de las cosas que hago. “El tiempo se va sin sentir, ni te das cuenta”. Ahí sí estoy de acuerdo con Miguel Delibes. Miro atrás y me veo recién casado, un poco más atrás y estoy en Granada, estudiando en la universidad, disfrutando por todos mis poros de la juventud, y en una nueva mirada retrospectiva me veo como Caíto, feliz e ingenuo niño a la vera del Nela. Todo eso fue casi ayer mismo.

Pero bueno, ¿por qué el título del libro La hoja roja? Se lo dice don Eloy a Desi al final del libro: “Lo quiera o no, me ha salido la hoja roja en el librillo de papel de fumar. Es un aviso”. 

Yo conocí en mi infancia esos librillos de papel de fumar, se los veía utilizar a mi abuelo para liar sus cigarros de picadura. Ahora se suelen usar para liar los porros. Aquellos librillos de papel de fumar llevaban casi al final una hoja roja que servía para avisar al fumador que el librillo estaba a punto de acabarse. Don Eloy, con setenta años, siente que le ha salido la hoja roja. Y yo con setenta y tres me pregunto cómo estará el librillo de mi vida de hojas de fumar y por dónde andará mi hoja roja.


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