— ¡Vamos José, me cago en tó! le gritó Teresa desde la cama.
Son las cuatro y media de la mañana, las cuatro y media otra vez.
José llego a la habitación dando tumbos de sueño y sin mediar palabra se metió entre las sábanas mientras Teresa seguía riñéndole en lo que ella decía que era voz baja.
— ¿Otra vez el puto Sandro Rey ese? Estás enganchadísimo. ¿Cuántas veces te he dicho ya que ese y todos esos son un timo, un engaña tontos? José se giró para contestarle y así tratar también de terminar esa conversación de altas horas.
Mira Tere, será todo lo que sea… pero el tío ese, su programa, recibe un montón de llamadas cada noche. Con su tosca forma de ser, su hiriente franqueza y sus gestos y chorradas, Sandro se está hinchando. He leído que se lo rifan en otros canales de televisión.
Esa noche José no pegó ojo dándole vueltas a un asunto que ya llevaba meses tramando. Y aún sin acabar de amanecer del todo, se levantó y llamo por teléfono a su mejor amigo.
— ¡Pero tú es que no duermes! le gritó Emilio.
— ¡Shhh, calla, calla! –le contestó José muy acelerado. Está decidido Emi (así le llamaban en la pandilla desde pequeño) lo vamos a hacer. Lo de la secta va p’alante. Nos vemos mañana para el café.
—Muchas gracias a todos los que veis más allá de ser una simple persona corriente. Muchas gracias a todos vosotros que, como yo, entendéis que dos ojos no son suficientes para absorber tanto poder que nos devuelve la naturaleza. A los iniciados, recordar que ese ojo triangular que se os ha tatuado en el hombro derecho, aparte de destacar vuestro poder que por fin verá sus frutos, conlleva una gran responsabilidad. Id a encontrar tercerojistas como nosotros, mostrarles su verdadero poder e inscribirlos en la orden para que juntos podamos reconducir nuestra energía haciendo el bien a los desafortunados. No olvidéis que el poder del tercer ojo está entre nosotros pero es de responsabilidad humana saber reconducirlo hacía el bien. Que rellenen la solicitud con todos sus datos y paguen el ingreso al nivel 1. Juntos, la fuerza global del tercer ojo entrará en simbiosis entre nosotros y ascenderá a niveles inimaginables.
José y Emilio, ambos vestidos de vaquero negro, camiseta negra y zapatillas blancas inmaculadas, subieron el volumen de la canción “Sadeness” de Enigma que había estado sonando de fondo durante toda la charla y se quitaron la camiseta a la misma vez, mostrando, al darse la vuelta, el perfecto triángulo equilátero con un gran ojo en su centro, muy parecido al símbolo masónico de los billetes de dólar, el ojo de la providencia, el ojo que todo lo ve. Los dos de espaldas, con las manos cogidas en alto, aguantaron la postura el minuto que duraron los aplausos de las nueve personas que habían asistido a esa ceremonia de iniciación.
— ¡Recordad que el ojo está entre muchos de nosotros, nuestra labor es enseñar a esos poderosos a manejar tanta responsabilidad y conducir su energía hacía el bien! ¡Rescatad a todos los tercerojistas posibles de su ignorancia en el poder! Nos vemos dentro de una semana.
José y Emilio salieron por la puerta que había delante de ellos, entrando en la casa particular de este mientras aún se escuchaban algunos aplausos de aquellas mentes de arcilla tan moldeable. Mientras se quitaban con disolvente y crema corporal el ojo que ambos se habían pintado en el hombro, bromeaban mientras sonaba en las notificaciones del móvil los ingresos de las cuotas de los primeros iniciados. Seiscientos treinta euros habían ganado en una escasa media hora que habían estado en aquel altar improvisado montado en el garaje de Emilio.
—Les hemos puesto un mínimo de siete nuevos miembros por cada miembro. -Le repetía Emilio a su nuevo gurú de las finanzas sin sudar. Y me da a mí que con lo pletóricos que se han ido, estos lo hacen y sobrados. En cosa de un mes tendremos una tribu de locos, creyentes de un poder intelectual y energético por encima de los demás, soltando billetes a saco.
Llegó el domingo siguiente y la cochera de Emilio se quedó pequeña y aún no habían llegado ni la mitad de los asistentes. José y Emilio los trasladaron al patio y jardín que tenía Emilio tan bien cuidado en la parte trasera de la casa.
— Iniciados y ya casi maestros en el poder del tercer ojo ¿lo sentís? –Les gritó José.
— ¡Lo sentimos maestro lo sentimos! gritaron todos casi al unísono, formando una especie de cuadro totalmente negro sobre su jardín, ropa que habían decidido ellos adoptar por su propia cuanta para estar más cerca en la simbiosis de poder con sus maestros.
— ¡Enhorabuena tercerojista Mateo por compartir y divulgar tu energía con tantos nuevos iniciados! Has doblado el número que os recomendamos, tu poder es un ejemplo y camino a seguir.
Aquel mediodía de un mayo ya casi veraniego, José llego exultante a su casa, besó a Tere y le dijo que hacía ya tiempo que no iban a un buen restaurante a comer.
— Demasiado Feliz te veo, José ¿no te estarás metiendo en ningún follón, no?
— Tranquila Tere, que esta nueva asociación de vecinos que hemos creado va viento en popa, y se ven todos vecinos muy formales.
— ¿Qué pasa Emilio, qué pasa? Son las tres de la madrugada, has despertado a todos por aquí.
— José, José, José, José…. le susurraba entre llantos Emilio. Ven rápido a urgencias del Clínico a Carmen le ha pasado algo. –Y colgó.
— ¿Qué pasa José? le preguntó Teresa frotándose los ojos. Nada Tere, nada, el exaltado de Emilio que no se encuentra bien y voy a hacerle compañía en urgencias. Vuelvo en menos de una hora, verás.
— Es familiar, puede pasar, le decía Emilio a la enfermera de urgencias mientras José se acercaba a Carmen que estaba con la cara rojiza y llorando casi entre ahogos.
¿Qué te pasa Carmen? –Le preguntó José en voz bajita mientras está le apretó las dos muñecas con sus manos. Sois unos hijos de puta sin cabeza y sin alma. Ojalá os pillen y peguéis los dos en la cárcel. Su boca estaba a punto de soltar espuma de la rabia y el odio que sentía hacía ellos en esos momentos.
— Calma, Carmen, relájate. – Le dijo Emilio mirándola a los ojos intentando que no montar más espectáculo aún.
— ¡Os odio! –les volvió a gritar mientras se daba la vuelta delante de José y se subía el camisón mostrándole el gran triangulo perfecto con un ojo en su interior que a modo de culebrilla rojiza e hinchada abarcaba toda su espalda.
Aquella misma noche, más treinta mujeres ingresaron en urgencias del Hospital Clínico Universitario de Badajoz con un gran eccema rojizo en forma de triángulo con otro eccema o culebrilla como le decían ellas en forma de ojo en su interior. Los médicos nunca pudieron dar con el origen ni la solución a aquellas erupciones tan perfectamente definidas.