Era ya muy tarde cuando se vio dentro de aquel atolladero. Su compañero y amigo iba al lado. Pensó detenidamente por qué se había aventurado en aquella guerra sin final, casi fraticida, solamente escuchó la voz de su gran líder, Stalin, llamando a los patriotas de la gran URSS y no lo pensó dos veces, se alistó en una pequeña mesa que estaba en mitad de la triste, fría y nevada plaza de su pueblo, que ahora después de pasar 2 años fuera de su casa tanto anhelaba, encontrándose en una ciudad desolada que ya no conocía. De aquella ciudad decían que era insignia de
Por fin estaba con sus camaradas de batallón pero se sentía solo no quiso retroceder para volver a ver a su viejo amigo, tirado en el suelo casi sepultado por la inmensa tormenta de nieve que ocultaba a la pequeña resistencia alemana.
Tan pronto como capturaron otra mas de las líneas enemigas, pudo distinguir una pequeña casita que le resultaba muy familiar, estaba destrozada pero aún recordaba las tardes de verano en aquella calle que ahora estaba desierta solamente 2 ratas merodeaban por aquel páramo estéril de vida a lo lejos desde los altavoces se oían una serie de himnos y de discursos rezando ¡NI UN PASO ATRÁS! intentando animar a las tropas de soldados que poco a poco se adentraban en aquel campo de muerte por otro lado un Hitler asombrosamente amable y simpático incitaba a los soldados soviéticos a que salieran de detrás de los escombros y se animaran a unirse al ejercito alemán, con mejor vida, mas comida, vodka, tabaco alemán y por supuesto prostitutas, todas las prostitutas que quisieran, pocos accedían a aquellas ofertas tan tentadoras del führer alemán por que sabían que al salir o les abatirían los francotiradores alemanes apostados entre las ruinas o sus propios camaradas por traidores a la patria.
Llegó al lado de su pequeña casa destrozada que ya apenas conocía y con un vistazo furtivo divisó el interior intentando buscar a sus padres y a su hermana pequeña que anhelaba tanto, pero no encontró mas que un pobre perro muerto de frío y asustado debajo de una pared derruida y con un cinturón con dos o tres pequeñas bombas. A aquel perro anteriormente lo habían entrenado para adentrarse en terreno enemigo y colocarse debajo de los tanques para hacerlos volar por los aires, por alguna extraña casualidad o algún milagro, el temporizador se había roto y este pequeño perro asustado de tantos tiros y explosiones se cobijó en los restos que quedaban de su casa.
Decidió, después de un rato, liberarlo de aquel cinturón de bombas y otra vez más intentó divisar algo de vida dentro de aquella casa, pero ni sus padres ni su hermana aparecieron dándole un abrazo como otras muchas veces pasaba y con lágrimas en los ojos decidió marcharse sin volver a girar la mirada. Dentro de sus pensamientos y de su tristeza resonó un eco, un ladrido, que raro, pensó: “¿un perro por aquí?”. Ya no se acordaba de aquel pequeño perro que liberó y que hacía ya mas de tres horas le venía siguiendo el paso justo al lado, sin despegarse, parecía como si le quisiera agradecer lo que había hecho por el, parándose, le instó varias veces a que se marchara y siguiera por otro camino pero el animal se sentía bien a su lado y ya había perdido todo el miedo. Así que como el perro no se iba, pidiéndole permiso a su sargento y en colaboración con sus compañeros de batallón, decidieron que sería la mascota de éstos, y así, después de unos cuantos pequeños enfrentamientos, consiguieron tomar el control de Stalingrado sin sufrir demasiadas bajas y con aquel perro a salvo entre ellos. Nuestro amigo decidió marcharse al poco tiempo de aquel país asqueado por la política y atormentado por que nunca supo que había pasado con su familia, tal vez engrosarían las listas de civiles que cayeron victimas de las numerosas ofensivas del enemigo y de sus propios camaradas, pero siempre estuvo acompañado de aquel nuevo amigo, aquel perro que lo seguía fiel donde se dirigiera, al fin y al cabo después de todo lo quería y era su única familia y compañía.
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