Quijotes desde el balcón

viernes, 25 de junio de 2010

Sobrevivir o Morir (por Álvaro Morales)







Era ya muy tarde cuando recordó algo de los viejos tiempos. Tirado en la cama mirando hacia el techo se le vino a la mente todo aquello que había pasado y que él antes no daba importancia: aquellas tardes de verano en su ciudad natal, el primer juguete de plástico barato, el grupo de amigos con los que salía unas veces a pescar y otras a cazar, el olor del almendro en flor, todo aquello se había diluido tanto entre recuerdos malos, hechos dolorosos y pesadillas que iban absorbiéndolo poco a poco, noche tras noche, inevitablemente.

Su juventud a la vez de feliz también fue dura era un chico pobre y desde temprana edad tuvo que ayudar a su padre en la pequeña panadería que tenía en un pueblo pequeño en Calabria en el sudeste de Italia pero esto no le quitaba el tiempo para pasar un buen rato con los amigos, jugando a la pelota o pescando a la orilla del mar.

Pero poco a poco las cosas fueron cambiando; a medida que el tiempo transcurría se iba dando cuenta de que su padre era un esclavo como tantos otros comerciantes y de que la mayoría de los beneficios que sacaba de la panadería iban para el capo local, un perro viejo llamado Giuseppe Vottari de la mafia calabresa o 'ndrangheta, al que le debían respeto y cordialidad según decía su padre por que los protegía y les daba trabajo a veces.

Creció viviendo casi al margen de la realidad que conocía, trabajando lo que podía a veces solamente dormía 3 o 4 horas, solo por sacar algo de dinero para su pobre familia, pero un día ya no pudo más cada vez los impuestos de la mafia local iban creciendo, cada vez más estaban en la miseria, ya casi no tenían comida y tomó una dura decisión. Cogió un pequeño ferry con destino a América, pasando inadvertido como polizón de noche se agarró como pudo a una red que transportaba maletas y equipajes y se escondió en la bodega de aquel pequeño y lúgubre barco, no sabía cual sería su futuro, no tenía nada, estaba solo en esta empresa, tenía mucho miedo pero también tenía esperanza y el deseo de escapar de aquella prisión. Entre cajas, ratas y maderas podridas echó un último vistazo a la tierra que le había visto nacer y crecer, a aquel muelle donde tantas veces había ido a pescar con los compañeros de fatigas y, con una lágrima en la cara, miró al horizonte y apretando las manos emprendió un viaje hacia lo desconocido; solo sabía que América era la gran tierra de las oportunidades, donde un pobre chico como el podría triunfar y tal vez ganar algo de dinero para mandárselo a sus padres.

Solamente tenía 15 años, una vida por delante y un futuro incierto que podía cambiar trabajando duro. La primera noche en aquel barco fue la peor; es cierto que en su casa las camas no eran muy cómodas y algunas veces te topabas con arañas o insectos que no te hacían mucha gracia, pero aquel suelo de madera, cobijado en un pequeño espacio y escuchando a las ratas corretear y gruñir era lo peor hasta ahora que le había pasado en su vida, deseaba que amaneciera para poder ver el sol y sentir el calor desde aquella pequeña ventanilla del barco, mientras y con suerte pillaba algo de pan, agua y con mucha suerte alguna patata cruda de la cercana cocina en plena noche.

Tras pasar estos penosos días vislumbró en la lejanía, la pequeña y a medida que se acercaba grandiosa estatua de la libertad, y con ella la ansiada libertad que anhelaba.
Empezó muy pronto a trabajar, primero como mozo del almacén del puerto en el que había desembarcado, chico de los recados, después debido a su destreza con la harina y con el rodillo empezó a hacer pan, pizza y montó una pequeña panadería parecida a la de su padre cerca del barrio del Bronx pero no tardó en cansarse de la extorsión que sufría en el negocio y arruinado decidió adentrarse en aquel negocio que tanto mal le había causado, la Mafia. Hacía sus pequeños trabajos para una familia cercana de New Jersey y se ganaba unos cuantos dólares, primero simples trabajos: contrabando de alcohol, juego y sobre todo contrabando de armas, después pasó a ajustar cuentas y a ser el soldatto en la familia, le iban bien las cosas, al contrario que a otros muchos, a él le iba bien en el trabajo, empezaba a ganar grandes sumas de dinero por un lado y por el otro hacía sus pequeños trabajos que le reportaban también bastante dinero.

Pero un día no supo muy bien lo que pasaba, todo aquello se desmoronó la familia con la que estaba entró en guerra con los vecinos de little italy y no llevaban las de ganar, en una semana o estaban liquidados o desaparecidos, solo quedaba el que procuraba guardarse las espaldas con una magnum del 43 y algunos compañeros que habían sobrevivido de la purga entre familias.

Pero no tardó mucho tiempo en darse cuenta que había llegado su momento no quería ser un simple soldatto quería escalar, ganar mas dinero, tenía mas ambición y mas dinero, mas dinero es mas poder y mas poder es la gloria. Se sentía bien tenía su propia familia, pasó de ser un simple chico pobre inmigrante a ser un hombre mas o menos respetado; como le decía su padre cuando le preguntaba: ¿Papa cuando podré ser rico? Eso solo ocurre en América ragazzo, el final, ya es harina de otro costal.

2 comentarios:

ruyelcid dijo...

¡Niquelao!

Anónimo dijo...

Ragazzo....muy bueno, jeje

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