Quijotes desde el balcón

lunes, 13 de diciembre de 2010

RELATIVIDAD

(Self Portrait With A Beret, Claude MONET)

Aquella tarde, mientras paseaba por una calle contigua a Los Campos Elíseos, su mente estaba en blanco, sus ecuaciones, hipótesis, formulas matemáticas y razonamientos no existían, tan solo tenía ojos para ese sol anaranjado que se ocultaba casi sin querer en el horizonte de aquella maravillosa ciudad. Corría el final de la primera década del siglo XX cuando un, ya acelerado, profesor de de la universidad de Berna (Suiza) había sido invitado a dar unas conferencias en París por sus recientes descubrimientos sobre la Relatividad Especial y sus avanzadas pero aún inconclusas hipótesis sobre ésta.

Allí estaba él, Albert Einstein, mordisqueando unos barquillos de canela que acaba de comprar y absorto mirando un escaparate de complementos que había justo enfrente. Le había llamado la atención una oscura y amplia boina que tenía un cartelito debajo con el precio y una breve explicación del artículo en cuestión. Se acabó los barquillos justo antes de que el sol se ocultara del todo, y ya, con el escaparate de la tienda totalmente iluminado, se acercó para observar la boina con más detalle. “Recuerdo de Monet, compañera inseparable de su musa inspiradora en el cuadro “Los Nenúfares”.

Einstein se quedó un rato contemplando esa boina y recordando con la mente cuales habían sido sus musas en sus primeras investigaciones científicas y como una simple boina, se podía hacer imprescindible a la hora de prolongar la inspiración durante la creación de una obra de arte. Sin más, revisó el dinero que le quedaba en los bolsillos, llevaba poco pues iba de ponente y con casi todos los gastos pagados por la organización de las Jornadas sobre Física Emergente, y sin más dilación entró a comprarse aquella fuente de ideas e inspiración. El vendedor le estuvo contando que fue un donativo personal del famoso pintor a la tienda, y que corrían malos tiempos de ventas y decidió ponerla en venta. El pintor, tenía ya una fama y reconocimiento mundial importantes, así que el precio de la boina 2950 fr. era demasiado para un científico aún resurgiendo. Einstein le explicó al vendedor y dueño de la pequeña tienda que estaba dando unas charlas en la universidad y que con lo que el gobierno francés le pagara le pagaría la boina. Le dejó anotado una dirección, un número de teléfono y sus datos personales, pero ni aún así, el humilde vendedor no se fió de aquel extraño y convenció a su cliente de que se la guardaría hasta llegado el momento él volviera, con el dinero. A la segunda mañana de aquel amago de compra, Einstein ya tenía anotado en su orden del día, volver a la tienda junto a los Campos Elíseos para adquirir aquella boina antes de volver a Berna. El comprador, sabedor de que el cliente volvía a por su compra, se mostró esta vez mucho más cordial y atento con el emergente científico, e incluso le ofreció uno de los bollitos rellenos que su mujer le había preparado para el desayuno. Y así se quedó su relación comercial zanjada.

Ya en su asiento del tren, dormitando con la cabeza apoyada en el aún empañado cristal de la ventana, Einstein sacó de una caja de cartón su reciente adquisición y se la probó, y en breve cayó dormido con ella puesta.

Al poco de estar soñando, comenzaron a correr por su mente (en sus sueños) unos destellos de luz, unos números corrían detrás de otros y todos chocaban bruscamente en un amplio cruce de caminos, y cada vez más destellos y más números chocando a mayor velocidad, y de pronto, sobresaltado, Einstein se despertó cogió su pluma y papel y empezó a escribir y a expresar con palabras todo lo que ese sueño le había sugerido, y así surgió su Teoría final sobre la Relatividad Espacial. Con los ojos absortos, sudando y sediento, se quitó lentamente la boina, la volvió a meter en la caja y se quedó inmóvil, con las manos temblorosas, impresionado de la relación imaginaria que acababa de hacerse entre el hecho de ponerse esa boina y la fluidez de ideas interrelacionadas que le habían llevado durante aquel sueño a formular aquella tesis.

3 comentarios:

Begoña dijo...

Esta la cosa complicada, la verdad es que tenéis los dos mucha imaginación. Me ha encatado la idea de escribir un relato a partir de una palabra. Muy buenos los dos relatos.

Rocío dijo...

Han hablado los sabios: enhorabuena. Pero este pique hay que repetirlo, tengo sed de revancha (que a mi no me gusta perder ni al parchís)jejejeje.

Anónimo dijo...

Fantástico relato, genial...que bueno. Eres un torpedo!!! Pues si que va a estar la cosa dificil, pero a mi tambien me mola la idea de relatear a partir de una simple palabra!!

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