Quijotes desde el balcón

miércoles, 9 de octubre de 2013

Brujas



A modo de apunte: La piedra

Las piedras en el camino nos
alejan tanto que la mayoría
de las veces no llegamos a saber
de los precipicios. 
OPCIÓN 1

Paseando por el camino que une mi casa con el pueblo, camino desconocido por el que nunca antes había paseado pero que aquel día mis pasos me llevaron a él, hallé justo en su mitad, impidiéndome el paso, una gran piedra. Intenté rodearla a derecha e izquierda, incluso traté de escalarla, me empeñé en pasarla como fuera, y allí perdí tiempo y energías, porque la triste realidad era que no podría seguir mi camino. A mí siempre me han dicho que el camino más corto es el que haces en línea recta, así que con la frustración a cuestas de no haber podido salvar aquel obstáculo, y la culpa que se otorga a aquellos que no vencen en la lucha (tal vez no estaban destinados a vencer, porque ¿quién decide qué es y dónde está la victoria?), busqué otro atajo que me llevara a mi destino. Tardé bastante más tiempo que si hubiese seguido el anterior sendero, pero ¿saben una cosa? No sé qué me hubiera deparado el caminar por el primer camino, pero doy gracias por aquella piedra que se me cruzó porque en mi nuevo derrotero encontré un paisaje de una belleza increíble, unas gentes que se convirtieron unos, en amores y otros, en grandes amigos, y todos me otorgaron momentos que me dieron grandes satisfacciones, tuve problemas, sí, pero quién no los tiene... 

A veces, me pregunto qué habría encontrado tras la piedra, pero procuro no darle mucha importancia, porque gracias a ella he vivido todos esos grandes momentos que se han convertido en lo que es mi vida. 

OPCIÓN 2

Paseando por el camino que une mi casa con el pueblo, camino desconocido por el que nunca antes había paseado pero que aquel día mis pasos me llevaron a él, hallé justo en su mitad, impidiéndome el paso, una gran piedra. Intenté rodearla a derecha e izquierda, incluso traté de escalarla, me empeñé en pasarla como fuera, me aferré a mi piedra, que estaba allí para mí, y perdí mi tiempo y mis energías, porque la triste realidad era que no podría seguir ese camino, que creía el único. Me senté delante de aquella gran mole y lloré y lloré, y mis lágrimas debieron de enternecer el corazón de alguien que no sé..., la piedra mágicamente desapareció. 

Seguí radiante de alegría mi camino, dando las gracias sin saber a quién. Saltando y brincando por tener libre frente a mí el camino que me había empeñado en seguir. Parecía que mis pies volaban  entre salto y salto...,
y lo hicieron, al menos lo intentaron, cuando de improviso me vi cayendo, obedeciendo a la ley de la gravedad, por el inmenso precipicio.



2 comentarios:

Nono Vázquez dijo...

Sin duda, la OPCIÓN 1. A veces lo bueno por conocer es más bueno que lo bueno conocido, sobre todo si ya no hay mucho más que aprender de él. Gracias por este relato, que también es filosofía aplicada.

Pilar Gámez dijo...

Pues sí, la cuestión es que nos aferramos y nos aferramos a lo que nos resulta cómodo por conocido. En muchas ocasiones, las piedras en el camino no son el problema sino la solución. Muchas gracias por tus palabras.

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