Quijotes desde el balcón

lunes, 23 de junio de 2014

"STARRY" (Estrella-Do)


La azotea es la parte superior de un edificio cuando ésta es plana. Frecuentemente se permite el acceso a ella, ya sea como lugar para asomarse, para tender la ropa o para colocar antenas. En edificios especialmente altos y grandes puede haber un helipuerto o repetidores de televisión.
Suelen utilizarse en zonas de clima poco lluvioso, como son las de los países mediterráneos o los latinoamericanos de Bolivia y Perú. (fte: wikipedia.es)

Hannah aún pasaba parte del día dándole vueltas a la cabeza para intentar comprender en qué momento y por qué decidió aceptar esa beca de post grado para desarrollar sus estudios de botánica en Birmingham. Pero el caso es que allí estaba... y ese momento había que aprovecharlo de la forma más enriquecedora posible.
Consiguió pillar un piso (si se lo podía llamar a eso así) en una zona céntrica. Aquello era un cubo blanco con una cama haciendo esquina y una especie de "pegado" rectangular cerrado, que era el cuarto de baño. Tan solo una pequeña ventana inclinada, siguiendo la trayectoria del tejado, le permitía ver la luz (si es que había suerte y ese día "se iluminaba").
Las primeras semanas pasaron lineales, porque si; esto sé, esto hago, hasta aquí llego, ¿qué puedo sacar, aprender, mejorar de estos botánicos? 
La verdad que había oído hablar mucho de este jardín botánico donde haría mis investigaciones relacionando la botánica con sus usos medicinales, y el lugar era maravilloso...lleno de magia y oportunidades, pero ¡Por Dios qué sosos y fríos eran los otros investigadores con los que tenía que estar cada día! 



Habían pasado ya casi dos meses desde que comenzaran sus investigaciones. Iba produciendo, aprendiendo, mejorando día a día, pero la soledad, el recuerdo de los que la amaban allí, y lo poco que le apetecía mostrar su interior aquí hacía que sus tardes noches, fuera del trabajo, fueran como un charco de aceite sucio desprendiendo mal olor.
Una tarde de mediados de diciembre. cuando volvía del jardín botánico, se quedó parada delante de la puerta de su piso mirando fijamente el cuadrado, a forma de tapa, que había en un lateral del techo de su rellano y, como era viernes, tenía tiempo de sobra, y no se había traído esta semana mucho trabajo a casa. Entró, soltó el maletín del portátil y el bolso, sacó una silla y se propuso a ver lo que aquel cuadrado encerraba. Sin ningún reparo, pues ya de pequeña le encantaba meterse en todos los agujeros, cuevas, o recovecos que iba encontrando junto al río de la casa de verano de sus padres, quitó la tapa y vio que había una especie de escaleras incrustadas en el ladrillo, similares a las que te encuentras para entrar y salir de una piscina. y subió.

(Azotea. Fte: Flickr - Lau GR)

Allí encontró una azotea maravillosa, con unas vistas increíbles de Birmingham de norte a sur y de este a oeste. Se arrepintió de que no le hubiera picado la curiosidad con la suficiente fuerza para haber querido subir allí antes. Aire fresco calentado con tímidos rayos de sol británico ya casi despidiéndose del día. Y mucha tranquilidad. Tan solo unas tres o cuatro chimeneas daban algo más de altura a aquella amplia azotea. Y en una de ellas fue donde Hannah se sentó y se quedó unos veinte minutos mirando al vacío hasta que el sol se puso del todo y la temperatura bajó considerablemente. Pero ¡qué veinte minutos! Sus amigos de instituto, sus primeros amores, sus primeros años de carrera, donde aún con la cabeza llena hormonas simplemente se dejaba llevar, y los últimos años, cuando descubrió que realmente amaba lo que hacía y quería dedicarse a ello. Y de nuevo la soledad. Allí faltó un abrazo, un largo beso con los labios casi sin tocarse pero transmitiendo el mismo sentimiento o más que cualquier otro beso. Calor, le faltó calor. el mismo que llevaba ya tanto tiempo sin sentir, desde que se volcara en cuerpo y alma en hacer algo grande con sus estudios. Desde que su razón noqueó en un solo asalto a su corazón.
Hannah decidió que aquel sería su rincón, su amante taciturno, su autoconfesionario, su diario interno de cada día, y así fue. Cada tarde, pasada "la hora del té", Hannah cogía un libro o dos y se subía a su azotea.Se quedaba un rato en silencio...mirando como el azul grisáceo de aquellos cielos..iba tornándose amarillento con tonos naranjas, pero como con falta de vitaminas. Para nada comparables a otros cielos que había visto en Grecia, Italia, España o en su Israel natal. 
Una tarde de febrero, se lavó la cara con agua bien fría para no caer víctima del sueño tras la lectura, cogió su termo de té con leche y subió a "su momento del día". Cuando estaba ya sobre la azotea y recogiendo el termo y los libros del suelo, se llevó un inmenso susto, sorpresa, decepción o mezcla de todas al ver que allí al fondo, en su chimenea favorita , la que mejores vistas del ocaso tenía, había un joven, de más o menos su edad, mirando fijamente al cielo, y nada más.

(https://www.flickr.com/photos/lindamary/4999531297/lightbox/)

"¡Hola!" - dijo Hannah acercándose a él con timidez. - "¿Vives en este bloque?
El joven giro la cabeza y se quedó mirando a Hannah durante unos tres segundo y luego continuó observando como se perdía el sol por el horizonte. 
Hannah algo molesta por la descortesía de aquel nuevo elemento en su mini-paraíso. se sentó en la chimenea del medio de la azotea...y, como si nada, se puso a leer, mirando de vez en cuando para comprobar si aquel desconocido silencioso hacía algún gesto...Por supuesto nada era igual... no conseguía concentrarse, no hallaba la chispa espiritual que su azotea requería. "¿Quién sería?" se le veía tan calmado. 
Hannah recogió su termo, hoy aún con más de la mitad de té y se levantó para disponerse a volver a su piso...algo molesta y decepcionada, le habían robado sin más sus bocados diarios de libertad.
- "¡Hasta mañana Hannah!" le dijo si alzar mucho la voz y ni siquiera girar la cabeza para mirarla aquel joven.
El corazón de Hannah de pronto casi se le sale por la boca de la sorpresa. - ¿De qué la conocía?- ¿Por que estaba allí tan tranquilo?- 
A Hannah con la impresión, tan solo se le ocurrió devolverle la despedida en voz muy bajita: "¡Adios!" y bajar a su piso y sentarse sobre su cama con los ojos bien abiertos a pensar sobre lo sucedido... (no sin antes haber cerrado la puerta del piso con todas las vueltas de llave, cerrojos y pestillos posibles).
"¡A ver quien duerme ahora!" se repetía Hannah una y otra vez... ¿Se habrá ido? ¿Cómo sabía mi nombre?, ni en los buzones ni en la puerta lo pone. ¿Me conocerá del post grado? 
Ya de noche, desde la poca luz que le entraba en su inclinada ventana, no se podía ver ni intuir el reflejo de aquel desconocido que hizo que Hannah no consiguiera conciliar el sueño tan solo unos minutos. 
A la mañana siguiente, cogió sus cosas y bajó las escaleras corriendo sin mirar atrás hasta coger el autobús urbano que la llevaría hasta el Jardín Botánico. 
Fue uno de los días más inútiles desde que Hannah estaba allí, ni se concentraba, ni tomó notas, ni recogió muestras, nada de nada; tan solo siguió dejando que los minutos pasasen hasta llegar la tarde para ver que pasaba con el nuevo tema que le quemaba en su cabeza.
Y así, pasadas las cinco y media, Hannah cogió su termo y sus libros y se subió, lo antes posible esa tarde, a su azotea, a su confidente silenciosa. Pero ¡Choooffff! otro jarro de agua fría, él seguía allí.
Esta ves Hannah no se sentó, se fue directamente para aquel joven, que estaba en el mismo sitio y aún con la misma ropa de la tarde anterior, y le dijo manteniendo las distancias: "¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué haces aquí?" - y esta vez aquel joven de rostro mediterraneo, y ojos claros se volvió la miró y le dijo: "Ellos me lo dijeron, aunque no hizo falta, yo ya lo sabía! - ¿Ellos? - preguntó Hannah. - ¡Si, ya sabes, ellos! Le dijo el joven mientras movía la cabeza inclinando la mirada hacía arriba... (cosa que acabó de incomodar a Hannah y le hizo pensar que debería llamar a la policía pues aquel hombre estaba loco y podría cometer alguna tontería en la azotea). -"¡Los que te cuidan! ¡Los que os cuidan!".  - ¡Adiós! le gritó Hannah y se volvió a su piso. Cogió el móvil y llamó a la policía diciéndoles que había un hombre que llevaba más de día y medio en su azotea y que podría ser peligroso, loco, un suicida, un acosador o algo parecido. La policía tardó un cuarto de hora en llegar, y tras hablar con Hannah, abrieron la trampilla y subieron a la azotea. ¡Allí no había nadie!
-¿Señora aquí no hay nadie? - ¿Esta usted seguro? Se habrá escondido. dijo Hannah. "¡Mire señora. hemos peinado ya esta azotea dos veces, cuatro agentes, y no hay ni una sola baldosa que nos sugiera que aquí hay o habido nadie que no sea usted! Así que baje, tómese un calmante o algo, y vaya a comisaría si quiere cursar alguna denuncia formal de lo que sea!"
Disculpándose, estupefacta, a la vez que despedía a los agentes, Hannah se preparó una tila doble y un baño de agua caliente. No paraba de pensar en aquel joven, al que solo vio entre contraluces y sombras, en lo que le dijo, y lo que es peor, en si existía o estaba empezando a tener delirios de soledad en las alturas. La tila comenzó a hacer efecto y esa noche Hannah durmió del tirón. Se despertó como nueva, había salido el sol, desperezándose con sus estiramientos matinales, y lavándose con agua bien fría partió hacía un día más rodeada de plantas, y sus infinitas posibilidades, como si nada hubiera pasado. Al subir al autobús urbano, en hombre que había sentado delante suya estaba leyendo el periódico local detenidamente con una noticia asombrosa en la que se podía leer en negrita. Extraños avistamientos en el cielo de Birmingham durante las dos pasadas noches. Lo que en principio se atribuyo a una simple estrella fugaz con algo más de resplandor de la cuenta la primera noche, la segunda ya hizo saltar las alarmas y poner en alerta al sistema de defensa aérea británica tras identificar un haz de luz que incrementaba su velocidad de menos a más, no a mucha altura, sobrevolar hasta desaparecer los tejados de Birmingham. Varios aviones Eurofighter Typhoon de la Royal Air Force sobrevolarán esta noche los cielos de Birmingham y alrededores por precaución. El gobierno asegura que se trata seguramente de un hecho aislado por la cercanía o paso del rastro de algún asteroide cercano a la atmósfera y que no hay peligro para la población en ningún caso.
Una lágrima calló de los ojos de Hannah y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Ella, una de las personas más empíricas y racionales que conocía, siempre rodeada de ciencia e investigación basada en fundamentos exactos, alertada por la posibilidad de que quien quiera que sea esa persona que hubiera en su azotea, fuera "lo que andan buscando"... 


Estrella-Do






3 comentarios:

Anónimo dijo...

Encuentros cercanos?

Nono Vázquez dijo...

Yo el otro día fantaseaba con la posibilidad de que hubiera jóvenes en los tejados, que observan, ven y conocen. Por eso además de gustarme mucho esta entrada, me ha hecho identificarme un poco con la idea. Representar en la juventud la curiosidad o el propio encargo del cuidado debe tener algún significado psicológico. Algún "loquero" podría calificarlo de la manera más científica, pero por el momento nos quedamos con el placer de acceder a historias bellas. Gracias y, repito, felicidades.

ruyelcid dijo...

Viniendo de un ejemplo de constancia, diversificación, y relatos de altura (no de la tuya, de la suya).... ¡Gracias Nono! Me halaga que te guste mi relatillo... ¡Seguimos enamorándonos de las palabras y sus posibilidades!

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