En lo más alto de la calle |
como cada mañana, ayudándome
a evadir del desencuentro
a mi figura transformada
cuerpo a cuerpo,
por el blanco y tu perfume
entre las ávidas sábanas de la cama,
una vez fuera de su poder hechicero
he esquivado mirar
porque aún estabas desnuda,
y aun así, por si las moscas,
como dice la gente.
Ahora aquí, en lo más alto de la calle,
justo donde cada tarde sueñas
rayos de sol que no amedrentan
el ocre amargo en tu mirada,
sacudirá la luna tus pupilas
restableciendo el brillo óseo
después de la vida solventada
con mil enojos que supieron
a espina y beso atormentado.
Así, aquí crece una cruz despoblada,
una sombra rara que atormenta mi recuerdo
igual que lo venera,
y he circundado todo el tiempo
dibujando en sus aspectos
ufanos pájaros sobre papel mojado,
y he sorprendido a un poeta
escupiéndome una sonrisa,
de la que nadie sabía nada
quizá sus labios soportaban
ese olor a café y un saludo errabundo,
lo mismo que hago yo
bajo la rara sombra de esta cruz;
no saber nada,
justo donde ahora y cada tarde
beso tu luz en mi memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario