por Jorge Romero
Cada lugar tiene su esencia,
donde los hombres que siembran la nostalgia,
donde una firma de sudor sobre la piedra,
cada lugar, a cada hora
evapora la pena de alguna palabra herida,
entonces, aflora un camino sin pactos
donde jamás solloza la esperanza .
Cada lugar exhibe su recuerdo
y su pasado de muertes indecisas,
alimenta la mirada cautelosa
con futuros cargados de sueños,
con nombres sin imagen a su espalda,
pero con peso en sus manos trabajadas.
Allí, dejarán su huella sobre su aliento
su trabajo año tras año, en cada lugar
y mientras tanto, algo se nutre
y se macera como la niebla entre la roca,
con la música y el viento para sus santos,
que después de la palabra vendrá el silencio
desde las cuevas atávicas,
con anacrónicos versos que enciendan
la tierra estremecida y solitaria.
Cada lugar alberga historias de llanto y juramentos,
se viste de tanta vida, de tanto esfuerzo
y consagra a contratiempo besos largos
para quedar dichoso como un niño
que va clamando presuroso los minutos,
que dibujan las reglas amarradas al aire
en cada lugar donde brota la intuición,
junto a la espera.
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