No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente, porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su mundo interior manifestarse.H. Hesse
La noche ha caído
en el camino arbolado,
por el que de cuando en cuando
dirijo mis pasos
hacia un destino tan cierto
como desesperanzado.
Todo empieza con el viento
ese viento unas veces suave
otrora huracanado;
llega anunciando el desvarío
de una historia que no por conocida
es menos deprimente.
Sé, que pasado un tiempo,
sólo me espera la muerte.
Despertando mi conciencia
vine a verme en esta suerte de artilugio
parido por alguna mente perversa,
que me convierte
en marioneta de unos hechos,
en carnaza en un día de pesca.
Noventa y tres.
Noventa y tres es el número.
Noventa y tres es mi sino.
No sé qué significa,
no sé quién lo establece
pero sé que es el número que marca mi destino.
No recuerdo mi nombre,
no sé por dónde haya venido
solo sé que mis pasos avanzan
torpemente por el camino,
envuelto en sombras que
ennegrecen mi entendimiento,
cuando de nuevo lo percibo,
ese murmullo, ese ruido.
Algo me persigue.
Y esa voz que me atosiga
mientras mis pasos se atropellan en la huída.
De pronto, me salen al paso.
Me rodean y me acorralan,
y al verlos frente a frente
los recuerdos se agolpan en mi mente.
Y es entonces cuando comprendo
que todo esto ya lo he vivido.
Noventa y tres.
Noventa y tres es el número.
Noventa y tres es mi sino.
No sé qué significa,
no sé quién lo establece
pero es el número que marca mi destino.
Mi nombre es Juan,
y ahora sé cuál es mi delito.
Intento cambiar el recorrido,
mas mis piernas no obedecen mi mandato.
Aunque recuerdo, aunque estoy vivo
sé que la muerte me ha acechado antaño
y sé que es hoy, de nuevo,
cuando me arranque de su lado.
No recuerdo cuál es su nombre,
mas si me concentro
son un ciento los que van y vienen
sólo nombres, sólo caras
atormentando más mi enloquecida mente.
Son ellos quienes me persiguen,
-aquellos a quienes mi corazón ama-
son ellos quienes me matan.
Son ellos quiénes me apremian
quiénes buscan sólo mi muerte.
Y de nuevo el viento
y de nuevo el eco:
Noventa y tres.
Noventa y tres es el número.
Noventa y tres es mi sino.
No sé qué significa,
no sé quién lo establece
pero es el número que marca mi destino.
De nuevo ese viento que, ahora sí,
anuncia el final del camino.
Hago aspavientos, golpeo al aire
a esas voces que ensordecen en un silencio enfermizo.
Y grito:
¿por qué me queréis muerto?, ¿por qué me habéis elegido?
Caigo por el precipio.
Cuántas son las veces, no recuerdo
que he rodado por este abismo.
Sólo sé que al final está el número,
noventa y tres, otra vez,
y siempre una voz clara que anuncia:
Ya se ha acabado.
Juan ha muerto.
He acabado de leer el relato.
Sólo me queda esperar
a que llegue otra vez la pesadilla,
que de nuevo alguien me mate
cuando escojan el libro en el estante.
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