Quijotes desde el balcón

viernes, 22 de diciembre de 2017

El vago Jiménez

por Rafa Vera

Juan Antonio Pedro y Pablo Ángel María Jiménez Solariego era un personaje como pocos. Era vago. No, vago no, era la vagancia en persona. Era Jiménez a secas. Solía decir que de esa manera, cada vez que lo llamaran, pensaría que era a sus hermanos o a su padre, y se ahorraba girarse.

Es por eso que estamos aquí, celebrando este galardón que se le ha otorgado de manera, pienso, más que merecida.
Yo lo conocí en la fábrica. Turrones San Matías era la vía de escape para quienes no teníamos estudios, un colchón que hizo que nuestro pueblo prosperara o, como mínimo, se mantuviera a flote. El solía trabajar a partir del mes de septiembre, cuando la producción crecía para la demanda navideña. Faltaba muy a menudo, sólo lo justificaba con un es que no tenía ganas, así que el día de los recortes lo echaron a él. Gracias a su vagancia yo no fui despedida, así he llegado a jefa de sección.

Me alegra ver aquí a tanta gente arropándolo. No haciendo nada ha hecho, en el fondo, mucho por toda esta comunidad.

Creo ver... ¿Juan Carlos? ¿Estás por ahí? Sí, jeje, que grande estás ya. Juan Carlos salía del cole un día corriendo, como todos los niños de su clase, cuando lo atropelló un coche que no tuvo ganas de frenar en el paso de peatones. ¿Lo adivináis? Exacto, era Jiménez. Hubiera sido un accidente fatal de no ser por la vagancia de nuestro homenajeado que hizo, precisamente:  nada. Cualquier movimiento del pequeño Juan Carlos le hubiera supuesto una lesión medular de por vida. Gracias a su inacción, Jiménez consiguió que los sanitarios fueran los primeros en atenderlo y percatarse de la gravedad del accidente. Un aplauso, por favor, a Juan Carlos ¡Que hoy ha metido dos goles jugando contra Frailes!

¿Habrá venido...? ¡Claro que sí! ¡Un fortísimo aplauso para Matilda! Mi queridísima excompañera estuvo a punto de palmarla hace unos años, en Turrones San Matías. Ella iba por los pasillos superiores, los puentes tibetanos que los llamamos, controlando que cada tolva estuviera en condiciones, cuando cedieron un par de traviesas metálicas y se le quedó la pierna casi colgando en el vacío. Jiménez estaba en ese momento de jefe de turno, pero le dio suma pereza subir a ayudarla. Por suerte los de seguridad se dieron cuenta de que no eran sólo esas traviesas las que cedieron, sino que el resto estaban mal soldadas y a punto de caer. Vieron entonces que el tubo metálico estaba taponando la herida y pudieron sacarla sin quebrar la plataforma ni perder apenas sangre. Después de eso, aprovechando la baja, se sacó unas oposiciones a administrativo en el ayuntamiento. Matilda, te queremos y te echamos de menos, un besazo desde aquí ¡Preciosa!

Disculpen que me emocione, pero es que son tantas y tantas historias, tantas vidas salvadas por la vagancia de Jiménez, que se me saltan las lágrimas sólo de pensarlo. Como Azrael, el gato de la señora Miguela; le pasó por encima con la moto pero sin frenar porque no tenía ganas. Así simplemente le hizo un par de moratones. De haber frenado lo hubiera arrastrado por la calle y mejor no pensar el resultado.

Por todo esto. Por todo lo no hecho y lo que le queda por no hacer, quiero entregar este galardón a don Juan Antonio Pedro y Pablo Ángel María Jiménez Solariego: vago amigo y compañero, un gran desganado ciudadano y todo un desánimo para sus congéneres.

Evidentemente no ha venido a recoger el premio, otra muestra de su altruista vagancia, así que el cheque de dos mil euros nos lo gastaremos nosotros aquí en la barra. Si son tan amables, y si tienen ganas, vayan pasando en fila de a uno para que el camarero les sirva sus consumiciones.

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