Quijotes desde el balcón

lunes, 29 de enero de 2018

Regreso feliz

por Colorado Jim

El todoterreno rodaba por un camino que daba acceso a un par de cortijos que había al otro extremo de donde ellos iban. Estaban llegando a un desvío, para seguir adelante por un camino forestal, que les llevaría unos cuantos kilómetros más arriba. Roberto paró el coche mientras gritaba enfurecido:
- ¡Mierda! Ya la hemos cagado, los forestales han puesto una cadena y no podemos pasar maldita sea la...
- Bueno... no pasa nada -cortó Vanesa intentando que Roberto se calmara.
- ¡Claro que pasa, Vanesa! ahora tenemos que andar por lo menos cuatro kilómetros más y no contábamos con esto. ¡Maldita sea! esta gente ya mismo no nos dejan ni siquiera subir a la sierra.
- ¡Está bien! -Exclamó Javi-. Hablando no vamos a solucionar nada, así que aparta el coche del camino y vámonos que está empezando a nevar y no vamos a poder llegar al refugio.
- Yo creo que lo mejor es que volvamos a casa porque nos podemos quedar aislados antes de que lleguemos al dichoso refugio.
- ¡Vanesa, de eso nada! ya que estamos aquí vamos a seguir adelante -respondió Roberto tajante.
Vanesa no dijo nada. Sabía lo cabezota que era Roberto y como era él que había llevado el coche no quedaba más remedio que aguantarse.
- Bien, entonces menos hablar y vámonos -aconsejó Javi, al que tampoco hacía mucha gracia subir a la montaña y menos como se estaba poniendo el día.
 Estaban llegando a donde se terminaba el camino cuando Vanesa dijo:
- Vamos a descansar un poco que la mochila me está matando. ¡Hay que ver lo que pesa! Y no deja de nevar... deberíamos volvernos ahora que todavía estamos a tiempo.
- Cariño, venga... descansa un poco -dijo Javi mientras le ayudaba a quitarse la mochila. 
- No debimos de hacerle caso a Roberto.
- Yo no os he puesto una pistola en el pecho ¿eh? -gritó Roberto de mal humor-. La próxima vez os quedáis en vuestra casa ¡maldita sea!
- ¡Está bien, joder! con tanto quejarse no adelantamos nada -dijo Javi, algo subido de tono-. Así que vámonos y no habléis más.
Hacía rato que habían dejado el camino forestal y caminaban hacía donde creían que estaba el refugio. En esos momentos nevaba copiosamente y entre la mochila y la nieve el caminar se hacía más lento y pesado. Tenían que ir mirando en donde ponían los pies si no querían bajar el barranco rodando.

Habían llegado a la parte de arriba de un cerro y decidieron descansar un rato, ya que estaban bastante cansados y cada vez nevaba con más intensidad.
Vanesa se quitó la mochila y la posó sobre la nieve, con tan mala suerte que se volcó y se deslizó ladera abajo.
-¡La mochila! -gritó Javi intentando correr detrás de ella, pero había cogido tal velocidad que pronto la perdieron de vista. Javi resbaló y cayó sobre sus posaderas bajando por la ladera hasta tropezar con el tronco de un pino.
- ¡Javi, Javi! ¡Dios mío, que se mata! -gritaba Vanesa- ¡Tú tienes la culpa, cuando vimos que el paso estaba cerrado debimos de volvernos!
- Déjate de lamentaciones y vamos a intentar bajar hasta donde está Javi. ¡Coge su mochila y no te quejes más! que me tienes hasta los mismos...
- ¡Venga! termina la frase y no te cortes.
- Perdona Vanesa, pero es que estoy harto de sentirte. 
Los dos tiritaban de frio. En el rato que llevaban parados, el frio había hecho mella en ellos y como pudieron, con las mochilas a rastras, bajaron hasta donde se encontraba Javi que se quejaba constantemente del hombro izquierdo.
- ¿Cariño, cómo te encuentras? ¿Estás bien? -preguntaba Vanesa abrazada a su pareja.
- Creo que me he dislocado el hombro... me duele mucho.
- ¿Javi, puedes caminar?
- Creo que sí, Roberto.
- Intenta hacer un esfuerzo que por hoy se ha acabado la aventura -dijo Roberto mientras ayudaba a Javi a levantarse.
- Deberíamos llamar a Protección Civil -comentó Javi haciendo un gesto de dolor-. Vanesa llama tú con tu móvil.              
- Mi teléfono iba en la mochila. Déjame el tuyo.
Javi se tocó en los bolsillos y dijo con desencanto:
-Ha debido de perderse cuando me he caído. Llama tú, Roberto.
Al momento Roberto se dispuso a llamar pero sin obtener el éxito deseado.
- ¡Madre mía! -decía Vanesa gimoteando- ¡Parece que no responden!
- ¡Calla, Vanesa, y no seas más gafe! -gritó Roberto, intentando llamar de nuevo-. Nada... vámonos para el coche a ver si podemos llegar hasta él, porque yo ya no se ni dónde está el camino con esta maldita nieve que no deja de caer.
Maltrechos y doloridos llegaron hasta el camino forestal y decidieron parar para comer algo y recobrar fuerzas. Roberto volvió a llamar y en esta ocasión tuvo suerte y Vanesa preguntó ansiosa cuando Roberto dejó de hablar:
- Roberto, ¿qué te han dicho?
- Que ya vienen hacía aquí y que intentemos llegar hasta donde tenemos el coche, que ellos traen cadenas para el mío. Si os parece bien, dejamos las mochilas escondidas en esa mata y cuando se vaya la nieve venimos a por ellas y de camino buscamos la tuya y el teléfono de Javi -dijo Roberto dirigiéndose a Vanesa.
Caminaban en silencio y agotados por la gran nevada que caía y la ventisca que se estaba levantando, cuando Javi vio a lo lejos las luces parpadeantes de los coches que venían en su rescate.
- ¡Mirad! ¡Por fin vienen a por nosotros! ¡Venga, un último esfuerzo que pronto si Dios quiere estaremos en casa!

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