Sonaba en el teléfono Como el Agua, de Camarón de la Isla, la canción preferida de Aruna. Era su madre para preguntar si volvería a casa esa navidad.
- No, madre -le dijo Aruna-, tengo que terminar aún mi proyecto y los vuelos están carísimos. En cuanto lo acabe me voy unos meses con vosotros.
La misma respuesta año tras año. El trabajo en Málaga para sacarse dinero y terminar el proyecto la tenía prácticamente secuestrada. El poco tiempo libre lo pasaba en su sala de simulación ultimando detalles. El año que vine seguro que volvería a la India.
Esta vez quizás fuera cierto. Apenas unos retoques y estaría listo. Se puso el mono diseñado por ella misma, conectó los sensores en cuerpo y cabeza, las gafas y cargó la consola virtual. Diez segundos más tarde apareció ante sus ojos el mensaje 100% loaded V.U.R.D.E.L. (Virtual Unmaterial Release of Drugs and Experience of Living). Era algo así como la versión virtual e inmaterial de drogas y experiencias vitales. Su trabajo fin de grado.
Comenzó a trabajar en él como la gracia de una compañera. No paraba de invitarla a salir pero ella nunca quería, tenía que estudiar. Un buen día le dijo:
- Como no dejes ya la neuroinformática, cualquier día saldrás de fiesta con el ordenador.
Dicho y hecho. Recabó toda la información científica sobre el efecto del sexo y las drogas en el organismo y cómo estimular determinadas zonas del cerebro artificialmente. No tenía un fin concreto, pero tal vez permitiría conocer posibles efectos secundarios de algún medicamento en humanos.
Pasaban las diez de la noche de aquel 24 de diciembre. Ya había cenado y no tenía nada que hacer.
Pasaban las diez de la noche de aquel 24 de diciembre. Ya había cenado y no tenía nada que hacer.
- ¿Qué mal puede hacerme un poco de exceso en navidad Al fin y al cabo es lo que todo el mundo hace.
Cargó en el sistema la aplicación de cervezas, puso de fondo a Camarón y se dejó llevar. Por momentos quería vivirlo físicamente, aunque no se diferenciaría mucho de lo que ahora sentía. Con la ventaja de que, al desconectar la máquina, sería como si nada hubiera pasado.
Aruna volvió a conectarse al día siguiente, y al otro. Varias veces al día. Sentía que dentro de aquel software se evaporaba como agua formando una nube desde donde todo parecía posible. En unos meses ya no era suficiente. Comenzó a subir las dosis y añadir nuevos compuestos. Más drogas, más cantidad y más gente. Esta última actualización fue la más placentera. Podía incluir a actores famosos, cantantes o amigos de la facultad. Cada noche en V.U.R.D.E.L. era un desenfreno. Cada noche la juntaba con el día y, en ocasiones, con la noche siguiente.
Llegó a pasar un fin de semana entero, de viernes a lunes, conectada. No necesitaba nada más vivía todas las experiencias que había dejado atrás multiplicadas por mil. El cuerpo de Aruna no se movía del diván, pero el cerebro necesitaba cantidades ingentes de azúcar para seguir con su actividad. Ya no era agua evaporada, no era una nube. Ahora se sentía como los copos de nieve que, formando preciosos cristales, se mueven al compás del viento sin prisa ninguna por caer.
Cada pocos días bajaba al súper a comprar algo de comida. Dejó de hacerlo en unos meses, ya sólo compraba azúcar. Tenía un plato lleno siempre junto al diván y restos cristalizados por labios y cuello.
Cuando pasó el verano instaló unos goteros en casa. Perdía demasiado tiempo saliendo a comprar. Cantidades ingentes de glucosa llegaban directamente a sus venas, a su cerebro, pero ella no lo veía así. Aruna vivía en V.U.R.D.E.L. donde era siempre el alma de la fiesta. Bebía, fumaba, bailaba, se acostaba con todo tipo de seres a voluntad. Había lista de espera para pasar un rato a su lado y cada ser y acto era elección suya.
El suero se acabó pero ella se negó a salir de su máquina, de su mundo. Igual que los goteros, su cuerpo se fue secando poco a poco. No tenía fuerzas para moverse, la escasa energía se centraba en sus neuronas. Ya no era nube que flota. Tampoco nieve que cae despacio formando preciosos cristales. Ahora era un charco, agua podrida. Era esa fuente abandonada que se llena de musgo y moho. De mosquitos y bichos. Era sólo un recuerdo verdoso y maloliente que daba susto tocar por no coger cualquier enfermedad.
Así la encontraron sus padres a la navidad siguiente, cuando fueron a darle una sorpresa. Aruna no era Aruna, era un asqueroso y húmedo despojo con cuatro pellejos, un charco putrilagenoso. Era un puñado de cables y unas gafas de realidad virtual que proyectaban contra sus retinas Low Energy. V.U.R.D.E.L. Power Off.
Aruna volvió a conectarse al día siguiente, y al otro. Varias veces al día. Sentía que dentro de aquel software se evaporaba como agua formando una nube desde donde todo parecía posible. En unos meses ya no era suficiente. Comenzó a subir las dosis y añadir nuevos compuestos. Más drogas, más cantidad y más gente. Esta última actualización fue la más placentera. Podía incluir a actores famosos, cantantes o amigos de la facultad. Cada noche en V.U.R.D.E.L. era un desenfreno. Cada noche la juntaba con el día y, en ocasiones, con la noche siguiente.
Llegó a pasar un fin de semana entero, de viernes a lunes, conectada. No necesitaba nada más vivía todas las experiencias que había dejado atrás multiplicadas por mil. El cuerpo de Aruna no se movía del diván, pero el cerebro necesitaba cantidades ingentes de azúcar para seguir con su actividad. Ya no era agua evaporada, no era una nube. Ahora se sentía como los copos de nieve que, formando preciosos cristales, se mueven al compás del viento sin prisa ninguna por caer.
Cada pocos días bajaba al súper a comprar algo de comida. Dejó de hacerlo en unos meses, ya sólo compraba azúcar. Tenía un plato lleno siempre junto al diván y restos cristalizados por labios y cuello.
Cuando pasó el verano instaló unos goteros en casa. Perdía demasiado tiempo saliendo a comprar. Cantidades ingentes de glucosa llegaban directamente a sus venas, a su cerebro, pero ella no lo veía así. Aruna vivía en V.U.R.D.E.L. donde era siempre el alma de la fiesta. Bebía, fumaba, bailaba, se acostaba con todo tipo de seres a voluntad. Había lista de espera para pasar un rato a su lado y cada ser y acto era elección suya.
El suero se acabó pero ella se negó a salir de su máquina, de su mundo. Igual que los goteros, su cuerpo se fue secando poco a poco. No tenía fuerzas para moverse, la escasa energía se centraba en sus neuronas. Ya no era nube que flota. Tampoco nieve que cae despacio formando preciosos cristales. Ahora era un charco, agua podrida. Era esa fuente abandonada que se llena de musgo y moho. De mosquitos y bichos. Era sólo un recuerdo verdoso y maloliente que daba susto tocar por no coger cualquier enfermedad.
Así la encontraron sus padres a la navidad siguiente, cuando fueron a darle una sorpresa. Aruna no era Aruna, era un asqueroso y húmedo despojo con cuatro pellejos, un charco putrilagenoso. Era un puñado de cables y unas gafas de realidad virtual que proyectaban contra sus retinas Low Energy. V.U.R.D.E.L. Power Off.
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