Quijotes desde el balcón

domingo, 30 de septiembre de 2018

¡Apocalipsis no!

por Ruyelcid

- ¿Seguro qué es aquí, Doc?
- Mi máquina no falla, Marty, España, 1499, Casa de Melibea.
- ¿Cómo has dicho que se llama la anciana esa que hay que buscar?
- Celestina la llaman, Marty. Debemos actuar rápido. Como has podido leer en el informe de sucesos, ese finolis inventor de esa ridícula máquina del tiempo de finales del siglo XIX está persiguiendo nuestra misma meta. Pero nuestros cálculos son mucho más exactos y sin tantos traspiés secundarios que los suyos.
- Perdona que no lo vea claro, Doc. ¿Estás seguro que si no conseguimos llevar a esa tal Ana Ozores, casada con el viejo regente de Oviedo, Don Victor, delante de la estatua de Abraham Lincoln en Washington, para una pelea a vida o muerte con la anciana con pinta de hechicera, la tal Celestina, la humanidad, tal y como la conocemos, volará por los aires en mil pedazos?
- ¿Alguna vez te han fallado mis cálculos, Marty?
- Pero sé que ese despechado personaje de H.G. Well, que ha cobrado vida, tratará salto a salto en el tiempo de que esto  no suceda. Así no sufrirá ningún desplante más de la mujer a la que ama.
- ¡Madre mía Marty, ríete tú de nuestros soldados! Menudo sistema de defensa tiene la alcahueta esta. No me han dado más palos, literalmente hablando, en la cabeza y en la espalda en mi vida. Me ha costado la vida meterla en el saco que me diste. Desde aquí escucho sus gritos y amenazas, y eso que he dejado el Delorean arrancado y con la música puesta. La siguiente, que creo que es más de tu estilo, educada, mujer que sabe estar y con buen porte, te toca a ti. ¡Vamos para Vetusta! Año 1885
- ¡Qué bien sienta el frío de la mañana para aclarar las ideas! ¿Eh, Marty?
Titiritando, Marty le contesta.
- Yo del coche no me muevo, tremenda helada está cayendo. Ya podrías instalar también un avisador de las condiciones climatológicas que vamos a encontrar a cada viaje.
- ¡Estos jóvenes! –replica Doc agitando la cabeza-. Anda ponte esta prenda negra de lana abrochada por delante que cogimos de la mansión de Max de Winter en Manderley. Macabra señora tenía aquel señor como ama de llaves. Menos mal que paramos poco por allí ¿eh Marty?
- ¡Yo no me pongo esta prenda tan ridícula! No es ni una chaqueta, ni un jersey...
- ¡Rebeca! La llamaremos Rebeca, como nos contó el señor de Winter que se llamaba su difunta esposa. Lástima que no pudimos aclarar el misterio de su muerte. Aunque yo me pintaría el pelo de negro apostando que la asesina fue la ama de llaves. Espérame aquí, Marty. No toques nada del Delorean. No creo que me cueste mucho encandilar a la aún Señora de Víctor Quintanar, a la que por aquí conocen como La Regenta. Dejo fijada ya la fecha del próximo salto temporal: 4 de julio de 2776. Como concluyeron exactamente mis cálculos. La muerte de la sobrante tendría que ser justo antes de las doce de la noche de ese exacto día, a los pies de la estatua de Abraham Lincoln.
Tres horas más tarde
- ¡Rápido Marty, arranca, arranca y acelera! -gritaba el loco inventor inseparable de Marty McFly mientras corría hacía el coche portando una mujer vestida con un bonito traje violeta y negro en sus hombros.
- ¡Sube, Doc! –gritó Marty-. ¿Quiénes son esos dos que corren tras de ti?
- Un tal Fermín de Pas, se supone que confesor y confidente de esta bella dama y su amante en secreto, Álvaro Mesía. Ya había estudiado algo del contexto que rodeaba a esta señora, pero no contaba con tanta pasión oculta a su alrededor. Me he tenido que tomar unos cuantos licores de café para atreverme a sacarla a bailar, y no se me ha ocurrido otra cosa que en uno de los giros echármela a los hombros y salir corriendo. Menos mal que aún me quedaba algo de cloroformo que cogí por si se violentaba la cosa en tierras de Calixto y Melibea, aunque sabía que allí harías tú un buen trabajo, ¡je je je! ¿Te has aprendido la frase ya, Marty? Recuerda que tienes que pronunciarla en voz alta nada más caiga la sobrante.
- Tranqui,  Doc. Es una tontería de frase que ya me aprendí de pequeño en la escuela, no fallaré en eso: En este templo, como en los corazones de la gente, por quien salvó la unión, la memoria de Abraham Lincoln se consagra para siempre.
Así fue, nada más desatar frente a frente en ese famoso enclave de Washington a Ana Ozores, La Regenta, y a esa vieja alcahueta desaliñada conocida como La Celestina, se oyó un fuerte golpe seco, como el que parte un coco por primera vez, y volaron unos cuantos dientes de la mujer del exregente de Vetusta. Ésta cayó fulminada delante de los escalones de la estatua, de la que salió un cegador brillo repentino como el que usa  un enorme soldador sin protección en los ojos.

A los pocos segundos, Doc y Marty estaban en la puerta de mansión de Steven Spielberg firmando una nota de renuncia de su empleo y sueldo.
- Se nos acaba el tiempo señor director, estamos ya viejos para esto.
Firmado: Doc y Marty, 30 de Noviembre de 1990

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