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-¿Sabes dónde encontrarla?
Exactamente
no. La he intentado encontrar en varios
sitios.
-¿En
Barcelona? Creo que vivió allí durante cierto tiempo.
-Sí, pero
se marchó a raíz de la presión independentista. No vio deseos ni posibilidades
de convivencia, sino imposición e intransigencia. Allí todo se utiliza como
arma arrojadiza: la bandera, el idioma, la rotulación en los comercios, la
escuela, las reivindicaciones, las negociaciones… Ese clima de “conmigo o contra
mí” le hizo desaparecer de esa región.
-¿Y a
dónde fue a vivir y trabajar?
-Al
llamado Euskadi, a lo que otros conocemos como Vascongadas. Tampoco Esperanza
pudo echar raíces allí. Sí, ETA desapareció, o mejor dicho, se transformó e
integró en partidos independentistas: Bildu, Sortu, Eusko Alkartasuna… De
cualquier modo, la intransigencia sigue presente. La novela Patria lo
relata de forma magistral.
-¿Patria?,
¿el libro de Fernando Aramburu?
-En efecto, la novela que retrata la indignidad que sucedió en esas tres
provincias por la acción terrorista de unos y por la inacción de otros. Ese
libro es una lectura muy recomendable para aquellos que quieran entender
el dislate del terrorismo, así como la
fractura en la sociedad vasca.
-En eso coincido
contigo. Ya lo dijo Arzálluz con aquellas cínicas palabras: “Unos mueven el
árbol y otros recogen las nueces”. Ese estado de cosas en el norte devino en el
mismo separatismo que en Cataluña. ETA dejó de matar, afortunadamente, pero
nunca se nos ha explicado si ese cese de la violencia fue pactado o no y en qué
términos.
-Así
pues, no esperes encontrar a Esperanza allí tampoco. El radicalismo sigue
dominando la sociedad vasca.
-Pues el
conjunto de la sociedad española me temo que no es lugar para Esperanza
tampoco. Te lo diré de forma muy breve: la enseñanza presenta signos
preocupantes, en la judicatura juzga tú, los casos de corrupción parecen
haberse enquistado en diversos estamentos, el fondo de las pensiones ha tocado
fondo, la deuda pública está por las nubes, las cifras del paro están
disparadas… ¿Sigo? Es un panorama poco esperanzador.
-Y para
colmo, desde marzo estamos asolados por la pandemia del coronavirus. Creímos
que cuando acabase el confinamiento y el estado de alarma las cosas empezarían
a mejorar y…
-Y mira
cómo estamos. No habrá nuevo confinamiento general porque la economía del país
no lo soportaría, pero las cifras de contagios, ingresos hospitalarios, atención
en UCIs y muertes son preocupantes.
-Sí,
esperamos la llegada de la vacuna como en la obra de teatro de Samuel Beckett
se esperaba a Godot.
-Un símil
muy acertado. De la vacuna, como de Godot, sabemos que “hoy no llegará, pero
mañana seguro que sí”. Ahí sí está Esperanza.
-Sin
embargo, desconocemos cuándo será ese mañana y cuántos más contagios y muertes
deberemos soportar. Esperemos que no se colapsen los hospitales; por de pronto
ya sabemos que faltan médicos, en torno a 5.000
-Pues a
esos no esperes que los prepare la ESO.
-No lo
espero, descuida. Y si analizo la situación en otros países, el panorama es
poco halagüeño: mira cómo están en Estados Unidos. El Reino Unido a punto de
ser confinado en su totalidad. ¿Hay Esperanza?
-¿Y para
los inmigrantes de la isla de Lesbos, en Grecia, la hay? Se quemó el campamento
de Moria donde malvivían y ahora andan vagando por los caminos.
-Cierto, luego
están las “frases bonitas” sobre la esperanza: “La esperanza es soñar
despierto”: Ah, ¿la esperanza es quimera, sueño inalcanzable? Pues estamos
listos. “Nunca dejes de tener esperanza, todos los días suceden milagros”.
Tampoco me anima mucho, ¿debo esperar un milagro? No veo yo milagros a diario. “Sucedió
de milagro”, apunta que lo que aconteció fue fortuito, impensable. “Por muy
larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Puede ser, pero mientras tanto esa tormenta te ha dejado
calado hasta los huesos o te ha arrastrado la fuerza del agua caída. “La
esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.”. Este
aforismo es más duro y va en la línea del refrán “El que espera, desespera”,
como si advirtiera “La esperanza conlleva desesperanza”. Moliere nos prevenía: “Salen
errados nuestros cálculos siempre que entran en ellos el temor o la esperanza”.
Y así podría seguir con otros apotegmas.
En
definitiva, ¿Esperanza? Depende en qué. En todo lo que con anterioridad os he
mencionado, yo no tengo puesta mi esperanza. Soy pesimista, bajo el supuesto de
esa frase de Mario Benedetti que decía: “Un pesimista es tan sólo un
optimista bien informado”.
-Pero
bueno, ¿no vas a ser capaz de acabar tu relato con una nota de optimismo?
-Si
quieres lo terminaré con una nota de humor, humor negro, pero humor al fin. Se
ve al presidente del gobierno dando una rueda de prensa y dice: “Ayer
estábamos al borde del abismo. Hoy hemos dado un paso adelante”.
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