Quijotes desde el balcón

domingo, 27 de septiembre de 2020

Buscando a Esperanza por Ricardo San Martín Vadillo




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-¿Sabes dónde encontrarla? 

Exactamente no. La he intentado encontrar en varios sitios.

-¿En Barcelona? Creo que vivió allí durante cierto tiempo.

-Sí, pero se marchó a raíz de la presión independentista. No vio deseos ni posibilidades de convivencia, sino imposición e intransigencia. Allí todo se utiliza como arma arrojadiza: la bandera, el idioma, la rotulación en los comercios, la escuela, las reivindicaciones, las negociaciones… Ese clima de “conmigo o contra mí” le hizo desaparecer de esa región.

-¿Y a dónde fue a vivir y trabajar?

-Al llamado Euskadi, a lo que otros conocemos como Vascongadas. Tampoco Esperanza pudo echar raíces allí. Sí, ETA desapareció, o mejor dicho, se transformó e integró en partidos independentistas: Bildu, Sortu, Eusko Alkartasuna… De cualquier modo, la intransigencia sigue presente. La novela Patria lo relata de forma magistral.

-¿Patria?, ¿el libro de Fernando  Aramburu?

-En efecto, la novela que retrata la indignidad que sucedió en esas tres provincias por la acción terrorista de unos y por la inacción de otros. Ese libro es una lectura muy recomendable para aquellos que quieran entender el  dislate del terrorismo, así como la fractura en la sociedad vasca.

-En eso coincido contigo. Ya lo dijo Arzálluz con aquellas cínicas palabras: “Unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”. Ese estado de cosas en el norte devino en el mismo separatismo que en Cataluña. ETA dejó de matar, afortunadamente, pero nunca se nos ha explicado si ese cese de la violencia fue pactado o no y en qué términos.

-Así pues, no esperes encontrar a Esperanza allí tampoco. El radicalismo sigue dominando la sociedad vasca.

-Pues el conjunto de la sociedad española me temo que no es lugar para Esperanza tampoco. Te lo diré de forma muy breve: la enseñanza presenta signos preocupantes, en la judicatura juzga tú, los casos de corrupción parecen haberse enquistado en diversos estamentos, el fondo de las pensiones ha tocado fondo, la deuda pública está por las nubes, las cifras del paro están disparadas… ¿Sigo? Es un panorama poco esperanzador.

-Y para colmo, desde marzo estamos asolados por la pandemia del coronavirus. Creímos que cuando acabase el confinamiento y el estado de alarma las cosas empezarían a mejorar y…

-Y mira cómo estamos. No habrá nuevo confinamiento general porque la economía del país no lo soportaría, pero las cifras de contagios, ingresos hospitalarios, atención en UCIs y muertes son preocupantes.

-Sí, esperamos la llegada de la vacuna como en la obra de teatro de Samuel Beckett se esperaba a Godot.

-Un símil muy acertado. De la vacuna, como de Godot, sabemos que “hoy no llegará, pero mañana seguro que sí”. Ahí sí está Esperanza.

-Sin embargo, desconocemos cuándo será ese mañana y cuántos más contagios y muertes deberemos soportar. Esperemos que no se colapsen los hospitales; por de pronto ya sabemos que faltan médicos, en torno a 5.000

-Pues a esos no esperes que los prepare la ESO.

-No lo espero, descuida. Y si analizo la situación en otros países, el panorama es poco halagüeño: mira cómo están en Estados Unidos. El Reino Unido a punto de ser confinado en su totalidad. ¿Hay Esperanza?

-¿Y para los inmigrantes de la isla de Lesbos, en Grecia, la hay? Se quemó el campamento de Moria donde malvivían y ahora andan vagando por los caminos.

-Cierto, luego están las “frases bonitas” sobre la esperanza: “La esperanza es soñar despierto”: Ah, ¿la esperanza es quimera, sueño inalcanzable? Pues estamos listos. “Nunca dejes de tener esperanza, todos los días suceden milagros”. Tampoco me anima mucho, ¿debo esperar un milagro? No veo yo milagros a diario. “Sucedió de milagro”, apunta que lo que aconteció fue fortuito, impensable. Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Puede ser, pero mientras tanto esa tormenta te ha dejado calado hasta los huesos o te ha arrastrado la fuerza del agua caída. “La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.”. Este aforismo es más duro y va en la línea del refrán “El que espera, desespera”, como si advirtiera “La esperanza conlleva desesperanza”. Moliere nos prevenía: “Salen errados nuestros cálculos siempre que entran en ellos el temor o la esperanza”. Y así podría seguir con otros apotegmas.

En definitiva, ¿Esperanza? Depende en qué. En todo lo que con anterioridad os he mencionado, yo no tengo puesta mi esperanza. Soy pesimista, bajo el supuesto de esa frase de Mario Benedetti que decía: “Un pesimista es tan sólo un optimista bien informado”.

-Pero bueno, ¿no vas a ser capaz de acabar tu relato con una nota de optimismo?

-Si quieres lo terminaré con una nota de humor, humor negro, pero humor al fin. Se ve al presidente del gobierno dando una rueda de prensa y dice: “Ayer estábamos al borde del abismo. Hoy hemos dado un paso adelante”.

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