Quijotes desde el balcón

domingo, 27 de septiembre de 2020

Destino de princesa por Marina León

Una joven princesa vivía en un suntuoso palacio que coronaba lo más alto de una escarpada cordillera de un acceso casi imposible. Su padre, el rey de un extenso reino, había elegido esa localización porque era la mejor posición para poder ver todas sus tierras y así estar al tanto de todo lo que pasaba en ellas. Más de un ataque había podido ser prevenido gracias a la situación del palacio.

La princesa, desde muy niña, había mostrado unas habilidades excepcionales para el arte de la esgrima. Era muy fuerte y ágil, correteaba por todos los jardines, escalaba lo imposible de escalar y no se asustaba de nada. Al menos de nada que hubiese conocido porque la pobre princesa nunca había podido salir del palacio. Su padre y su madre la quería con locura, pero pensaban que la princesa debía ajustarse a su buen papel de princesa y esperar a que el príncipe adecuado llegase al palacio a pedir su mano. Todos los cuentos de princesas así lo contaban. El trabajo principal de toda princesa que se precie consiste en esperar, esperar y esperar. Esperar con esperanza a que un día el príncipe azul llegue para llevarla a ver mundo. Algunas princesas esperaban canturreando, rodeadas de pájaros, en el alfeizar de una ventana. Otras, simplemente esperaban durmiendo hasta que un desconocido llegaba y les daba un beso para despertarlas. Y, oye, ¡ellas encantadas de que un hombre que no conocen de nada se tomara esas libertades! La princesa de nuestro cuento nunca estuvo de acuerdo con tener esperanza y tener que esperar. Tener esperanza significa ser el sujeto pasivo de tu historia. Y, como ya hemos contado, nuestra princesa es un culillo inquieto deseando salir del palacio a recorrer el mundo. Así que un día, la princesa se cansó de esperar. Se enfrentó a sus padres, dejó la esperanza aguardando en el palacio, cogió las riendas de su vida y con unas pocas pertenencias, se fue de su palacio en la alta cordillera y se dirigió a vivir las mejores aventuras de su vida. Y ahí es donde la princesa, realmente, empezó a ser la verdadera protagonista de su historia.


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