Quijotes desde el balcón

domingo, 1 de noviembre de 2020

Esto es solo una pesadilla por Marina León

 



Se encontraba en el pasillo de su casa. Una casa que él reconocía como suya, pero que no era la suya. Corría atravesando un pasillo con las paredes rojas. Su propia respiración lo ahoga. Está huyendo. El hombre de sus pesadillas va a por él y esta vez tiene la sensación de que no podrá escapar. Empieza a vislumbrar el fin del interminable pasillo donde una puerta, también de color rojo, le espera. Coge el pomo con ansiedad, lo gira, pero la puerta no se abre. Tira, empuja, se lanza contra ella, pero esta permanece inmutable. Se gira y lo ve. Es un hombre de gran altura, puede llegar con facilidad a los dos metros. Pero está extremadamente delgado. Bajo su sudadera y pantalones se pueden distinguir los huesos. Se podría decir que es un esqueleto andante. Da un paso, y otro, y otro más. Acercándose poco a poco a él. Su mano se posa sobre su cabeza pero no le toca. Le atraviesa. Es como si esa figura fantasmal se empezara a fundir con su propio cuerpo, para formar parte de él. En ese mismo momento su propio grito le despierta. De un brusco movimiento se sienta en la cama, aún con el grito atascado en su garganta. Hacía mucho tiempo que soñaba con ese hombre, desde que era niño. Pero nunca se le había acercado tanto. Siempre conseguía huir de él en el último momento. Sin duda esa había sido la peor pesadilla hasta la fecha. Aún con el cuerpo un poco descompuesto y con una sensación fría y extraña en su interior, se levantó y se preparó para ir al instituto. Al entrar en el salón encontró la misma estampa que día tras día había soportado en sus quince años de vida. Su padre durmiendo en el sillón con un par de botellas vacías de whisky y la televisión aún encendida. Su madre estaba en el sofá de al lado, con un cenicero lleno de colillas de porros, y sus correspondientes latas de cerveza. Todas las noches sus padres se drogaban y emborrachaban. Vivían de la venta de hachís, así que no se tenían que preocupar por madrugar para ir a trabajar. La indiferencia y la falta de cariño habían sido los ingredientes principales en el trato que le habían dado a su hijo, añadiendo alguna paliza de vez en cuando. 

Una vez contemplada la misma escena en el salón con la que se levantaba todas las mañanas, salió de casa y se dirigió a su instituto. Durante todo el día le acompañó una sensación diferente. Como una inmensa rabia que le iba creciendo poco a poco. Cuando esa noche llegó a casa, sus padres estaban en la misma posición en la que los había dejado la noche anterior. Pero esta vez estaban despiertos. Les lanzó un saludo que no fue ni escuchado, ni contestado. Se dirigió a su dormitorio y se encerró a leer un rato antes de dormir.

Otra vez el escenario de su sueño era el mismo. Estaba en su casa… pero no era su casa. Se dirigió al salón y allí se encontraban sus padres, que tampoco eran sus padres. Pero sí que estaban en su postura habitual, con la tele encendida bebiendo y fumando. Con estupor vio que de su pecho surgió una mano a la que le siguió la cabeza, el tronco, una pierna y después la otra. La figura esquelética del hombre de sus pesadillas acababa de salir de su propio cuerpo y estaba de pie a su lado. El hombre lo miró y, a continuación, miró a sus padres. Sin saber de dónde lo había sacado el hombre tenía un cuchillo de gran envergadura en la mano. Se acercó a su padre que estaba en el sillón de espaldas a ellos y le clavó el cuchillo en la cabeza. Su madre estaba tan borracha que ni se dio cuenta. El hombre se dirigió a ella y comenzó a apuñalarla en el pecho y en la barriga. Los ojos de la mujer se abrieron con sorpresa pero aún sin entender lo que estaba pasando. Él se mantenía en la puerta del salón. Inmutable. En parte, disfrutando del proceso. El hombre dejó caer el cuchillo al suelo, se volvió a acercar a él y, tocándole la cabeza, volvieron a fundirse en uno. Él estaba tranquilo porque todo era un sueño… O puede que no. A la mañana siguiente se levantó con las manos llenas de sangre y en seguida supo que lo que había ocurrido la noche anterior no había sido solo una pesadilla. Corriendo fue al salón donde se encontró los dos cuerpos inertes de sus padres. Estaban en la misma posición en la que los había dejado la noche anterior después de matarlos.


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