Quijotes desde el balcón

lunes, 1 de noviembre de 2021

Mi alma (Rodrigo García)

 












Otra pálida y fría mañana de invierno, pintada por una paleta de tristes colores ocres, aunque más grises y negros cada vez. Dibujada de forma nítida y borrosa, por ende la creación de un pintor que pintó este amanecer de forma desganada, sin ilusión. Pero reflejo de la maldita monotonía que él y todo ser viviente debe sentir, día tras día, hasta la muerte o durante toda la vacía e infinita eternidad. 

Dentro de este redundante y frío dibujo, nada parece tener color, y yo apoyo firmemente la obra y pensamiento de su autor. Esa mañana me levanté de la cama, a rastras y sin ningún atisbo de ganas. Queriendo desobedecer a mi cuerpo y luchando con mi alma por volver a aquel vacío, silencioso y cómodo espacio que me encantaba. Como si de vagar en un vacío cósmico controlado se tratase.

 De forma injusta mi alma perdió la batalla y fio potestad al cuerpo para que siguiera la voluntad del amigo y enemigo que era mi mente, quién decía que era hora de bajar a desayunar. Me vestí de forma parsimoniosa y sosegada, al igual que fue mi camino hasta la cocina de la casa, siendo mis pasos como los de un metrónomo bien calibrado. Al llegar a ese antro que universalmente se llamaba cocina, pude notar nada más llegar que mi madre estaba allí, sentada, con cara somnolienta y profiriendo un apestoso olor a tabaco y alcohol baratos. Ni me dirigió la palabra durante toda mi estancia en la cocina, mas, cuando me estaba preparando para irme, las únicas palabras que me dirigió fueron las del pedido de un paquete de cigarrillos para cuando llegara. Con un gesto seco y frío de cabeza, le asentí y me fui cerrando la pesada puerta de roble tras de mí. 

De camino al congreso de borregos y pastores que llamaban colegio, mi cuerpo caminaba solo, porque mi mente estaba ocupada con otros asuntos. Lamento si no lo he dicho, pero yo soy un soñador, mi mente trabaja de manera distinta al resto de esos animales que llamo personas, porque al fin y al cabo son eso si no son capaces de aprovechar la gran virtud que les fue otorgada, ya sea por Dios, la naturaleza, o el pintor de la vida y el tiempo, como me gusta llamarlo. Esos animales no hacen otra cosa que vivir una vida monótona y pasiva, que está salpicada por riesgos que les inducen a pensar que llevan una vida temerosa y de carácter aventurero, viven y existen del mismo modo que podría existir un perro o una gacela. 

Además de su actitud superior sobre todas las razas, creyendo que ellos son los elegidos y que es el destino de su vida. Lo que ellos no entienden realmente, es que su vida carece de sentido, la suya y la de cualquier ser existente, porque no hay nada esperándonos después tal y como todo el mundo piensa. Vives esta monótona vida, carente de sentido, para acabar en un lugar más monótono aún, que es en la inmensidad de la nada. Por eso los soñadores como yo, nos alejamos de lo material para adquirir un mundo infinito de posibilidades que trasciende el mundo real gracias a la imaginación, con lo que podemos llevarnos de manera más profunda toda nuestra existencia a un lugar que no será mejor que la tierra de los vivos. 

Mas, cuando tu alma se funda con todo y el todo con tu alma, ya no podrás soñar, solo recordar, y para el soñador saltarán infinidad de vivencias aleatorias que antes ni parecían buenos momentos, pero que en ese momento serán dignos de recordar. Mientras tanto mi cuerpo me lleva a la mayor jaula para la imaginación que se pueda imaginar, es una tortura que hay que pasar, y en el caso de un soñador casi siempre será de forma solitaria. 

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