Quijotes desde el balcón

viernes, 25 de junio de 2010

Sobrevivir o Morir (por Álvaro Morales)







Era ya muy tarde cuando recordó algo de los viejos tiempos. Tirado en la cama mirando hacia el techo se le vino a la mente todo aquello que había pasado y que él antes no daba importancia: aquellas tardes de verano en su ciudad natal, el primer juguete de plástico barato, el grupo de amigos con los que salía unas veces a pescar y otras a cazar, el olor del almendro en flor, todo aquello se había diluido tanto entre recuerdos malos, hechos dolorosos y pesadillas que iban absorbiéndolo poco a poco, noche tras noche, inevitablemente.

Su juventud a la vez de feliz también fue dura era un chico pobre y desde temprana edad tuvo que ayudar a su padre en la pequeña panadería que tenía en un pueblo pequeño en Calabria en el sudeste de Italia pero esto no le quitaba el tiempo para pasar un buen rato con los amigos, jugando a la pelota o pescando a la orilla del mar.

Pero poco a poco las cosas fueron cambiando; a medida que el tiempo transcurría se iba dando cuenta de que su padre era un esclavo como tantos otros comerciantes y de que la mayoría de los beneficios que sacaba de la panadería iban para el capo local, un perro viejo llamado Giuseppe Vottari de la mafia calabresa o 'ndrangheta, al que le debían respeto y cordialidad según decía su padre por que los protegía y les daba trabajo a veces.

Creció viviendo casi al margen de la realidad que conocía, trabajando lo que podía a veces solamente dormía 3 o 4 horas, solo por sacar algo de dinero para su pobre familia, pero un día ya no pudo más cada vez los impuestos de la mafia local iban creciendo, cada vez más estaban en la miseria, ya casi no tenían comida y tomó una dura decisión. Cogió un pequeño ferry con destino a América, pasando inadvertido como polizón de noche se agarró como pudo a una red que transportaba maletas y equipajes y se escondió en la bodega de aquel pequeño y lúgubre barco, no sabía cual sería su futuro, no tenía nada, estaba solo en esta empresa, tenía mucho miedo pero también tenía esperanza y el deseo de escapar de aquella prisión. Entre cajas, ratas y maderas podridas echó un último vistazo a la tierra que le había visto nacer y crecer, a aquel muelle donde tantas veces había ido a pescar con los compañeros de fatigas y, con una lágrima en la cara, miró al horizonte y apretando las manos emprendió un viaje hacia lo desconocido; solo sabía que América era la gran tierra de las oportunidades, donde un pobre chico como el podría triunfar y tal vez ganar algo de dinero para mandárselo a sus padres.

Solamente tenía 15 años, una vida por delante y un futuro incierto que podía cambiar trabajando duro. La primera noche en aquel barco fue la peor; es cierto que en su casa las camas no eran muy cómodas y algunas veces te topabas con arañas o insectos que no te hacían mucha gracia, pero aquel suelo de madera, cobijado en un pequeño espacio y escuchando a las ratas corretear y gruñir era lo peor hasta ahora que le había pasado en su vida, deseaba que amaneciera para poder ver el sol y sentir el calor desde aquella pequeña ventanilla del barco, mientras y con suerte pillaba algo de pan, agua y con mucha suerte alguna patata cruda de la cercana cocina en plena noche.

Tras pasar estos penosos días vislumbró en la lejanía, la pequeña y a medida que se acercaba grandiosa estatua de la libertad, y con ella la ansiada libertad que anhelaba.
Empezó muy pronto a trabajar, primero como mozo del almacén del puerto en el que había desembarcado, chico de los recados, después debido a su destreza con la harina y con el rodillo empezó a hacer pan, pizza y montó una pequeña panadería parecida a la de su padre cerca del barrio del Bronx pero no tardó en cansarse de la extorsión que sufría en el negocio y arruinado decidió adentrarse en aquel negocio que tanto mal le había causado, la Mafia. Hacía sus pequeños trabajos para una familia cercana de New Jersey y se ganaba unos cuantos dólares, primero simples trabajos: contrabando de alcohol, juego y sobre todo contrabando de armas, después pasó a ajustar cuentas y a ser el soldatto en la familia, le iban bien las cosas, al contrario que a otros muchos, a él le iba bien en el trabajo, empezaba a ganar grandes sumas de dinero por un lado y por el otro hacía sus pequeños trabajos que le reportaban también bastante dinero.

Pero un día no supo muy bien lo que pasaba, todo aquello se desmoronó la familia con la que estaba entró en guerra con los vecinos de little italy y no llevaban las de ganar, en una semana o estaban liquidados o desaparecidos, solo quedaba el que procuraba guardarse las espaldas con una magnum del 43 y algunos compañeros que habían sobrevivido de la purga entre familias.

Pero no tardó mucho tiempo en darse cuenta que había llegado su momento no quería ser un simple soldatto quería escalar, ganar mas dinero, tenía mas ambición y mas dinero, mas dinero es mas poder y mas poder es la gloria. Se sentía bien tenía su propia familia, pasó de ser un simple chico pobre inmigrante a ser un hombre mas o menos respetado; como le decía su padre cuando le preguntaba: ¿Papa cuando podré ser rico? Eso solo ocurre en América ragazzo, el final, ya es harina de otro costal.

miércoles, 23 de junio de 2010

Los duendes no tienen vacaciones

La chica del kiosco tenía unos cabellos negros que olían a tinta y unos extraños ojos moldavos . Tal vez no era su cabello lo que olía a tinta, sino las pilas de periódicos frescos, que como un muro de papel,  tapaban su cuerpo menudo, ataviado con top y piercing. Cada mañana sentía la tentación de pasar mi mano sobre sus cabellos, cosa que, por supuesto, si hice. Quedó impresa en mi palma una información meteorológica en forma de mirada borrascosa. Puede que sus ojos no fueran moldavos, sino ucranios o armenios, pero desde luego eran europeos y orientales. Desde aquella mañana de Agosto en que mi mano osó invadir su espacio aéreo, creció una extraña intimidad ente nosotros. 
-Maniana tu ven pronto. Periódico dirá lo del avión-
Frases cortas con fuerte acento moldavo-ucranio o armenio. 
Lo tomé como una excentricidad, un modo de llamar la atención.
A la mañana siguiente su pelo brillaba de tinta fresca y su triste sonrisa desplegaba la primera plana de la catástrofe aérea sucedida en Polonia . Entre nosotros surgió una cierta desazón. A la semana siguiente, otra vez. 
-Maniana tu ven pronto. Ella muerta. - 
Su barbilla eslava gira hacia la portada multicolor de una revista del corazón. Una rubia que sonríe tal vez por última vez. Mi despertador voceó con urgencia en su edición matinal. Corrí al kiosko. Allí estaba su pelo, esta vez envuelto en una felpa roja con la palabra “Ghost” tallada, y su sonrisa un punto ácida, contagiada de la enorme manzana roja que desayunaba. 
La rubia de la revista del  corazón había sido hallada muerta de un ataque cerebral...
Entre la chica del kiosco y yo comenzó a surgir una cierta urgencia. Y así cada semana durante aquel tórrido verano moldavo del kiosco. Aquel día 30 de Agosto olía a despedida, y su cabello a tinta seca del diario de antes de ayer. Sus ojos ortodoxos se alejaban a un ritmo superior al de mis maletas acechantes. 
-Maniana tu no venir. Maniana yo morir.- 
No reaccioné. Sólo dejé sobre la pila de periódicos una propina de de cinco euros a modo de epitafio.. A la mañana siguiente el despertador chilló por simpatía al paso de las ambulancias. Había un corro de curiosos en torno al kiosco. Policías, sanitarios, y un cuerpo tapado por una sabana al que ningún despertador despertaría. ¡La chica del kiosco! 
No. Estaba sentada en el bordillo de la acera. Chanclas, top, piercing y esposas. Detenida, rodeada de policias y con la mirada perdida Morir, matar. Un error en el verbo. Un error gramatical en su última predicción."Maniana yo matar" Matar, morir..Todos los periódicos tienen erratas. Los duendes no tienen vacaciones.

lunes, 21 de junio de 2010

HIROSHIMA (por Álvaro Morales)




No era muy tarde, aquel día se despertó alertada por una fuerte explosión y un inmenso calor que parecía provenir de la cercana ciudad, ¿Qué habrá pasado? se preguntaba, algún bombardeo americano matinal, pero todo aquello no se parecía en nada a lo que otras veces solía pasar, alarma, bombardeo, la noticia en la radio y poco más. Era todo tan extraño; la radio no funcionaba y tampoco habían sonado las alarmas, estaba sola en aquella pequeña casa, a la que solía ir en verano con sus padres a unos cuantos kilómetros de la capital, en un cercano bosquecillo de bambú. Su madre salió muy temprano hacia la capital para comprar un poco de arroz, algunas verduras y algo de pollo para comer al mediodía y su padre a trabajar en una pequeña oficina de policía.

Corriendo, y como pudo, se vistió y echó a correr hacia su bicicleta, aparcada en la puerta, pedaleando hasta casi perder el aliento a través de aquel sendero pequeño y dificultoso llegó hacia la destrucción, todavía seguía toda aquella zona irradiando radioactividad, luminosidad ¿Qué había pasado?, entre todos aquellos escombros varios millares de supervivientes quemados vivos, gritaban y buscaban desesperadamente agua, cercanos a ellos las victimas calcinadas de aquella barbarie contra la especie humana, ¿Qué había hecho esto?, ¡no es un bombardeo normal!,pensaba mientras intentaba buscar a sus padres que habían desaparecido, pero ni siquiera sabía donde estaba, ya no quedaba nada del mercado, ni del ayuntamiento, la comisaría donde trabajaba su padre, había sido literalmente borrada del mapa, siguió adelante entre tanta desesperación y dolor pero derepente se topó con un cráter inmenso, que había engullido el centro de Hiroshima intentó bordearlo pero era casi imposible.

Mientras en otro país se enorgullecían del arma apocalíptica que habían creado y que había sido un inmenso éxito, tramado años atrás en un proyecto secreto llamado Manhattan y que hizo que una energía constructiva descubierta por un judío-alemán se convirtiera en el arma desconocida mas destructiva del mundo por encima del gas ciclón nazi. Pero aún así no se conformaban, aquel gigante herido casi de muerte todavía seguía sin rendirse, todavía oponía gran resistencia, seguía sin aceptar los términos de una rendición deshonrosa así que decidieron darle la estocada de muerte, sobre él lanzaron el 2º bombardeo de la muerte: Nagasaki

Persistía en su ánimo de buscar a sus padres, lejos de resignarse y darlos por muertos seguía buscándolos por toda la ciudad, o mejor dicho por aquel infierno. A lo lejos nublos, cargados de toxicidad y radioactividad amenazaban con descargar su mortal agua sobre lo poco que quedaba vivo en aquella tierra yerma y estéril, desistió y huyó de allí si le alcanzaba aquella tormenta sabía que moriría, dejando atrás a la gente bebiendo agua negra en los pequeños charcos y en los pozos intoxicados, no sabían que sería peor aquello o la muerte.

Poco después la flor de Loto se rindió casi desangrada y herida en el honor, temiendo otra masacre como las dos ocurridas aceptando también la ocupación, la implantación de bases americanas en el territorio y la negación desde EE.UU. de poder tener ejército propio.

Salió de la cuidad e inmediatamente se dirigió hacia la pequeña casa de donde había salido hacía media hora o tres cuartos sin percatarse de que desde el primer momento que pisó en Hiroshima su sentencia de muerte estaba firmada, padecería de enfermedades asociadas a la intensa radiación imperceptible en su pequeño cuerpo aquellos minutos que pasó buscando a sus padres desaparecidos y que terminaría mas tarde o mas temprano con su vida y con la de muchos otros muchachos que ayudaron a las víctimas directas de aquel asesinato en masa, pasarían a llamarse Hibakusha(o los bombardeados) más de 400.000 perecieron en los siguientes años.

Hiroshima junto con Nagasaki pasó a ser una ciudad experimento durante décadas;

al terminar la 2ª Guerra Mundial fue proclamada cuidad de la paz.

Por Álvaro Morales

Sin Título (por Sandra Quero Alba)




Empiezo a escribir y lo hago rescatando un hilo que se escapaba entre mis manos

Detrás de la puerta verde estás mirando, hay un cristal y puedo ver tu barba y tu pelo blanco

Más que un rostro es un icono, y tengo que andar más allá de esto y pasar al otro lado del todo

Te he dado el derecho a una ventana pero ya es hora de que ocupe mi trono

Estoy cansada de estar de pie, cediendo siempre mi sitio a quien pensaba que me cuidaba bien

Tengo que enfrentarme otra vez para recuperar el poder

Me embarqué en un viaje largo montada en un blanco velero, pensando que solo eso me alejaría de tenerme miedo

El agua azul rodeándome como un mar de silencio, tú mirándome con ojos de monstruo, estábamos solos fuera de tiempo

No tienes reparo en empujarme por la borda de vez en cuando, entonces pienso que voy a morir y en el último momento me echas el lazo

Subo cogiendo aire, empapada en sal, escurriéndome el pelo y salto a tus brazos dando gracias, una y otra vez

Ella viene a verme, en sus manos sostiene algo inerte y sin cabeza…es un pez, mi prima naranja viene a verme con la violeta esta vez

Cuento 1, 2, 3 y vuelvo al pueblo de Kamchatka para ser como ese pez

Decapítala y aún así resucitará fértil mi hermana y cuando canto soy como un reno invocado por la chamana

Cada vez que me gritas se hace más profundo el pozo en mis tripas

Cada vez que abusan de la niña ella se vuelve más chica, más chica

Puedo mover la energía ejerciendo el poder de la alegría, rompiendo el tabú más profundo que en este pueblo existía

El secreto más oscuro yo lo pinto de luz, cuando la verdad tiene cara se llama como tú

Sandra Quero Alba

jueves, 17 de junio de 2010

Arturo (el pozo)

135 x 94 cm
Lápiz e hilo sobre papel

En medio de aquel océano tenebroso en el cual no había arriba ni abajo, ni Oriente, ni Occidente... se afianzaba a la sola certidumbre de la brújula... siempre, la que llevaba el curso del timón era ella.

—Federico Andahazi


Le llamaban así sus amigos por lo cansino que se volvía todas las tardes, cuando quedaban en los bancos del parque principal del pueblo. Él hablaba y hablaba y hablaba sobre Rimbaud, el poeta, y sobre lo último que había leído de éste; no solo de sus poemas sino de sus correrías y andanzas de aquí para allá. Los demás inquilinos de aquel banco, resoplaban sumisos con ganas de contar la pelea que habían tenido en el recreo con "los jevis" por lo del balonazo "a casico hecho" que les dieron y que a uno de ellos le costó quedarse sin su ansiado bocadillo de jamón york y aceite.

Arturo, Luis Argote ponía en su DNI, empezaba a quedarse sin espacio en su cuerpo para tantas ideas, sentimientos y pensamientos, abstractos, metafísicos y sobre todo carnales propios de sus dieciocho años alimentados en exceso por su obsesión por Arthur Rimbaud. Comenzó a escribir todas las noches hasta altas horas. Por las tardes,cuando se cansaba de estudiar, o sea a los cuarenta y cinco minutos de haberse puesto, estaba deseando ir a la biblioteca para investigar y leer más y más sobre el poeta francés, por esos años internet era aún un privilegio. Y así quemaba las tardes hasta la hora de la cena, que llegaba a su casa con su madre orgullosa por la sana costumbre que había adquirido su hijo de estudiar en la biblioteca.

Fueron pasando los años y Arturo se asfixiaba dentro de la iluminación eterna de su pequeña bombilla. Sentía que todo lo que había visto, sentido, respirado, viajado, en cada frase de los poemas y escritos de Rimbaud, al final quedaría en eso, en escritos. Les faltaba, a esos libros, un artificio mecánico que le diera al lector una patada fuerte en el culo justo al cerrarlo. Así, cada brazada, cada flexión de piernas y cada toma de aire que daba en su nado servirían para algo. Se le salía el corazón día tras día. Y su recorrido siempre le llevaba a una vuelta más y una vuelta más y una vuelta más, sin parar de agitar los brazos y piernas para estar siempre a flote.

De vez en cuando, Arturo, con resignación, giraba la cabeza y desde el fondo de su circular oscuridad, veía una luz lejana. Pero nunca vio, o la oscuridad le impidió ver, la cuerda que estaba justo al lado, y las alas que, años atrás su madre había construido, sabedora de la tremenda luz que guardaba su único hijo, y que algún día le llevaría a explotar por todo el mundo.

miércoles, 16 de junio de 2010

Cartel Presentación Próxima Lectura Pública (por Juanma Moreno)






La inspiración de Marcos





La inspiración es oscura, como el fondo de un pozo. Se acompaña casi siempre de la soledad. Nunca se habla tan bien de la sabiduría como cuando se acompaña del pozo para ser su envase. Si me convertí en escritor fue porque una vez pude huir de todo y refugiarme en su profundidad, con la inspiración misma, en completa soledad. Salir de allí me produjo dolor y hoy, al cerrar los ojos, vuelvo mentalmente a aquel estado. Al abrirlos nuevamente, escribo… Esta ha sido mi vida.

“Vivencias”, de Marcos Robles
-- o --
Todos aguardaban con impaciencia el desenlace y algunos esperaban lo peor. La voz tranquilizadora gritó desde dentro:
- ¡Está vivo! ¡Vamos! ¡Subidnos!
Cuando lo sacaron de aquel agujero sus ojos estaban llenos de lágrimas. Todos pensaron que por la alegría de verse libre…
-- o --
Habían sido las fiestas del pueblo y el pequeño Marcos jugaba con sus amigos en una vieja construcción ferroviaria. El túnel que debía unir su localidad con la vecina por debajo de aquella loma había quedado olvidada por falta de presupuesto y la línea dio un rodeo, buscando un menor coste económico. Como casi siempre ocurre, los grandes proyectos abandonados dejan tras de sí una extraña estampa, casi dantesca, siniestra y misteriosa. Y en ella quedaron atrapados aquellos niños, movidos por la indomable curiosidad infantil que sus apenas diez años llevaban aparejada.
Entraron por la boca del túnel y, en un momento dado, empezaron a tomar el camino de los respiraderos construidos para la ventilación, sin saber que estaban tomando involuntariamente quizá un camino sin retorno. Las paredes, siempre ya oscuras, eran también cada vez más polvorientas y angostas. Respirar se hacía duro, no sólo por la falta del vital oxígeno sino también por la excitación que sus pequeños corazones padecían al caminar, con cada paso, a la consecución de su objetivo, viviendo aquella aventura.
Uno a uno, presas del miedo y la desconfianza, los amigos de Marcos fueron abandonando la empresa, y regresando sobre sus pasos mientras aún recordaban el camino de vuelta. Pero él quiso seguir un poco más, y algo más aún… Cuando llevaba casi una hora caminando por las entrañas de aquella montaña, Marcos ya estaba convencido de que tendría que salir por el lado opuesto al que usó para entrar. Soñó despierto con monstruos y extrañas formas de vida, semejantes a las también imaginadas mucho antes por Julio Verne en su viaje. La linterna cada vez cumplía menos con su cometido; su luz era por momentos más pálida, hasta que el color amarillento de su haz daba a entender que las pilas se agotaban, como también se iba agotando la energía del pequeño aventurero que la portaba.
Marcos decidió tomar una pequeña galería y escuchó un ruido tras el cual se estremeció, pero que no era más que un murciélago. Dio varias vueltas sobre sí mismo, y esto terminó por desorientarle totalmente. Fue entonces cuando el miedo terminó de apoderarse de él y corrió a gatas por la estrechez de aquel tubo hasta un lugar que aparecía tenuemente iluminado. Allí pudo ver que se encontraba en la profundidad de un pozo; seguramente aprovechado por los ingenieros para dar ventilación al túnel del ferrocarril que nunca llegó a circular por aquel lugar.
El pequeño entonces advirtió que se encontraba perdido. Era muy difícil regresar por el mismo camino, puesto que ya había olvidado el modo en el que alcanzó aquel punto concreto del interior de la tierra. Su linterna ya había quedado en silencio también y sólo cabía esperar que alguien atinara con su paradero cuando sus amigos dieran la alarma y en casa lo echaran en falta.
Marcos advirtió que no había nadie, esta vez de verdad. Notó que nada podía interferir ahora en sus pensamientos. Y se puso a pensar… En Dios, en su familia, en el colegio, sus profesores y sus amigos. Reflexionó sobre el significado de la vida y en lo difícil que resulta ser un aventurero cuando no se conoce bien el suelo que se pisa. Pensó largo rato, pero alcanzado un momento sólo podía fijar su mente en la extraña hermosura que había a su alrededor.
El pequeño descubrió la belleza de la soledad y que esta puede ser un buen aliado. Por su mente pasaron mil cosas. Demasiadas para un niño. Amores, intrigas, luchas, odio, celos… Su pequeño universo de juegos infantiles y patio de colegio se agrandó hasta un límite desconocido para él. Durante una noche completa Marcos descubrió la inspiración y alcanzó a ver más allá de sus propios ojos, solo en la profundidad de aquel pozo, hasta que en la lejanía vio que volvía a amanecer por el orificio superior y se escuchaban voces que pronunciaban su nombre junto a ella, aunque él no quiso responder, como si no quisiera salir de allí.
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Los hombres del pueblo se pusieron a buscar cuando los compañeros de Marcos dieron noticias sobre su propio miedo y el fracaso de la expedición. Ofrecieron referencias sobre la misma, esa misma tarde, entre llantos y gritos acelerados. Todos se organizaron para buscar a Marcos. Algunos incluso se adentraron por el lugar en el que todo comenzó, pero al anochecer dieron media vuelta, confiando en una mejor solución y con el objetivo de no hacer mayor la tragedia.
Uno de los vecinos había trabajado en la construcción de aquellas galerías y conocía la existencia del pozo que podía proporcionarles otra opción.
- Fue el último punto al que llegamos -señaló-. No se tuneló más. Como mucho habrá llegado hasta ahí.
Se consideró una buena noticia y rápidamente se puso en marcha el rescate, con las primeras luces del día. Con una enorme polea se deslizaron dos de los vecinos en busca de Marcos. Mientras aún había buena luz, ambos se miraron con resignación, dándose mutuamente a entender que quizá ellos iban a ser heraldos de una muy mala noticia. Hacia la mitad del pozo, uno de ellos vio con mucha dificultad a Marcos abajo, acurrucado en el fondo. Lo anunció, advirtiendo que el niño no se movía, pero que estaba en la profundidad.
Todos aguardaban con impaciencia el desenlace y algunos esperaban lo peor. La voz tranquilizadora gritó desde dentro:
- ¡Está vivo! ¡Vamos! ¡Subidnos!
Cuando lo sacaron de aquel agujero sus ojos estaban llenos de lágrimas. Todos pensaron que por la alegría de verse libre. Permaneció en silencio largo tiempo y siguió haciendo después su vida normal. Nunca habló de lo ocurrido aquella noche en el pozo. Un tiempo corto para casi todos, pero eterno para su familia y quizá para él… o quizá no. Marcos amó la soledad mucho más a partir de aquel momento, y era fácil encontrarlo en su habitación, con la luz encendida, los ojos muy abiertos y pensando. Al instante corría hacia su libreta y anotaba todo cuanto se le venía a la imaginación.
-- o --
Marcos acaba de presentar su décimo libro. Es un autor reputado, y cultiva la narrativa, la novela, el misterio y el terror con maestría. Es un hombre normal. Reconoce que la inspiración llega cuando es el momento, nunca antes ni después. Nunca relató su aventura a nadie pero en uno de sus libros aprendí su historia.

EL VALOR DE UN SUEÑO





Gracías a Enrique Hinojosa y a su amiga que le ha concedido permiso para usar este relatico suyo sobre El Pozo.
Ya sabéis que estamos abiertos a todos los relatos, sugerencias o puntualizaciones:





EL VALOR DE UN SUEÑO.

"Cerró sus ojos con fuerza y tiró la moneda al agua. La más grande. Por alguna razón pensó que si escogía la de mayor valor tendría derecho a pedir algo realmente grandioso.
Pero fue incapaz. Eran tantos los sueños que tenía por cumplir que no pudo elegir uno. Miró su moneda en el fondo, guiñándole con destellos en el agua como burlas divertidas. La decepción se leía en su carita infantil, pero fue un instante fugaz, tan pequeño como ella.
Cogió su bicicleta destartalada y se fue sonriendo, con las rodillas sucias y la mirada limpia, pensando en el domingo siguiente. Entonces sí, cuando tuviera su “paga”, volvería al pozo y para entonces ya habría elegido un deseo.
Pasaron los años, y éstos se llevaron sus sueños y le trajeron monedas.

Hoy las cambiaría todas por poder cerrar los ojos de nuevo y recuperar una sola ilusión".




martes, 15 de junio de 2010

"EARLY FALL"




EARLY FALL

(Corrí todo lo que pude en dirección contraría; mas no sirvió para nada)


El viento se iba trasformando tarde tras tarde hora tras hora.

El nudo en la garganta se iba haciendo cada vez más molesto.

La incertidumbre, que precedía a una certeza absoluta, comenzaba a desaparecer.

Pronto las últimas horas de verano pondrían a cada persona con su realidad más inmediata.

Ella, con una juventud tan madura que pone la piel de gallina;

El con una madurez tan joven que desconcierta a quien lo rodea.

Cientos de kilómetros suavizaron las tan impuestas normas sociales.

Miles de palabras desinhibían cada idea que quemaba en sus cabezas.

Y, como no, miles y miles de estrellas, imposible mantener “las formas”.

Todo giró y brillo con grandiosa luminosidad.


Y LLEGÓ OTOÑO.


Ángel Raúl.

Noviembre del 2008


lunes, 14 de junio de 2010

El diablo en el pozo




Una noche de tormenta, en la lúgubre taberna del puerto, un viejo lobo de mar, me contó una historia acerca del lugar donde nació: un pequeño pueblo minero, en una cuenca cobriza, rodeada de montañas. Un lugar maldito, dijo, del cual tardaría poco en marchar para ver el mar. Pero algunas noches de insomnio y tormenta como esta, le asaltaban oscuros recuerdos, como salidos de un pozo infernal. Allí en el rincón del mostrador me atravesó una mirada afilada. Me acerqué, con un par de vasos. La mirada se iluminó y el viejo comenzó a hablar:
Según recordaba, los mineros más viejos del lugar cuentan que hay un Diablo que baja al oscuro pozo de la mina de cobre y se cuela por el ojo de la cerradura del cuarto de las mujeres. Según dicen, las seduce con sus poderes sobrenaturales sin que ellas lo noten, pues este personaje feroz, temido y respetado por los mineros, tiene la facultad de transformarse en cualquier elemento.
Así fue como una noche, mientras bailaba disfrazado de Lucifer en el Carnaval del pueblo, dejó embarazada a una muchacha inocente, joven y bella, a quien los hombres  tenían por mujer digna y trabajadora, porque se levantaba con el canto de los gallos para bajar a aquel pozo, y se acostaba apenas sus energías menguaban al caer la noche, tras la dura jornada en la mina.
Cuando nació el bebé, rápidamente fue señalado por las viejas del pueblo como el hijo del diablo, pues su cuerpecillo parecía adornarse con una especie de cola de sierpe, unas extremidades contrahechas, orejas puntiagudas y un cuerpo visiblemente escamoso. Esto causó tal espanto entre los vecinos del lugar, que, al verlo tendido sobre la cama del paritorio lo confundieron con una especie de extraño lagarto y se desdijeron un mil y una maldiciones e improperios, mientras se hacían la señal de la cruz.
El cura del pueblo, al enterarse que era el “hijo del diablo”, decidió quemarlo vivo junto a su madre, quien, según los sermones que el cura oficiaba, merecía el castigo de arder en la hoguera por haber copulado con el demonio. La gente acudió en procesión al espectáculo, como cuando acudía a la iglesia el domingo. Madre e hijo fueron conducidos a la plaza principal, ubicada en lo alto de una desértica loma. Allí los desnudaron y ataron de pies y manos a un poste. El cura pidió calma, pues la chusma comenzaba ya a arremolinarse nerviosa y murmulleante en torno a la gran pira.  Leyó la sentencia parsimoniosamente y, mostrando un gran crucifijo de plata, dio orden de encender el fuego. Madre e hijo ardieron como hojarasca seca en aquella hoguera. Al apaciguarse las llamas, los hombres redujeron los cuerpos carbonizados a cenizas y las mujeres las esparcieron al viento gélido que resoplaba con fuerza en lo alto de la loma.
Esa misma noche, el diablo salió de su guarida, oculta en aquel negro pozo, con los ojos encendidos y el rostro baboso, blasfemando. Una nube de fuego y azufre invadió el pueblo tornándose en una especie venganza ciega. Desvió el curso del arroyo, que en aquella época discurría caudaloso entre los riscos, he hizo fundir los filones de cobre de la vieja mina condenando al ostracismo a los pocos lugareños que huían despavoridos en cualquier dirección y vivirían para contarlo. Por si esto fuera poco, desató una tormenta de tal magnitud, que en poco tiempo y con la virulencia más grande que imaginarse pueda, arrasó la iglesia y los edificios adyacentes dejándolos reducidas a un montón de escombros humeantes. Los techos volaron por los aires y los árboles fueron arrancados de cuajo. Las aguas del desbordado arroyo abrieron enormes torrentes a través de lo que quedaba del pueblo mientras la noche se iluminaba con terribles relámpagos.
Los habitantes, presa del pánico, huyeron hacia las galerías de la mina y a las inmediaciones de aquel pozo negro, donde se encomendaron a Dios y suplicaron el perdón del Diablo, quien, látigo en mano y con la mirada furiosa decidió hacerse dueño de la mina y de aquel pueblo asolado y maldito, perdonándoles a cambio la vida a sus cabizbajos habitantes.
Cuando todo volvió a la normalidad, los mineros retomaron sus quehaceres y la reconstrucción del lugar. Cada cierto tiempo bajaban a aquel pozo profundo y oscuro, que, por temor al Diablo, seguían manteniendo. Le ofrecían manjares, le obsequiaban con todo tipo de objetos, e incluso hasta botellas de licor, cuando sus economías se lo permitían, Lo dejaban todo allí, con exquisito cuidado, en un rincón del cuarto de las mujeres. Habían hecho reformas en la mina, nuevos pozos y nuevas galerías. Incluso una oficina, que ahora aguardaba su apertura para la contratación de jornaleros con impacientes colas de gente esperando ante la entrada. Una mañana, un vetusto autobús se detuvo junto a la puerta del recinto con un quejumbroso chirriar de frenos y levantando una nube de polvo. Los pasajeros descendieron lentamente por la escalerilla entornando los ojos ante el abrasador sol que se cernía en aquellos momentos sobre ellos. Todos eran mujeres jóvenes, quizás en busca de una oportunidad para trabajar en la recién inaugurada mina. Había otros pozos nuevos, si, pero según los encargados, aquel pozo número 66 siempre estaba algo falto de personal…

jueves, 10 de junio de 2010

Poema en Audio: EL POZO de Juan Ramón Jiménez




Este Poema, el cual también he adjuntado en audio para mayor deleite, sirve para ir calentando, aún más el ambiente, para nuestra próxima lectura de relatos cortos el domingo día 20 de Junio en el Café-Tertulia-Musical Casablanca. Todos nuestros relatos son inéditos; pero no podía dejar pasar esta oportunidad, coincidiendo con el tema elegido para nuestra próxima aparición en público, de meter esta cuña literaria.

Nota: Gracias a Puri (profesora de Lengua y Literatura del I.E.S. Alfonso XI) que me recordó que existía este maravilloso fragmento dentro de la famosa obra de Juan Ramón Jiménez.




El pozo



¡El pozo!... Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora! Parece que la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría.

Mira: la higuera adorna y desbarata el brocal. Dentro, al alcance de la mano, ha abierto, entre los ladrillos con verdín, una flor azul de olor penetrante. Una golondrina tiene, más abajo, el nido. Luego, tras un pórtico de sombra yerta, hay un palacio de esmeralda, y un lago, que, al arrojarle una piedra a su quietud, se enfada y gruñe. Y el cielo, al fin.

(La noche entra, y la luna se inflama allá en el fondo, adornada de volubles estrellas. ¡Silencio! Por los caminos se ha ido la vida a lo lejos. Por el pozo se escapa el alma a lo hondo. Se ve por él como el otro lado del crepúsculo. Y parece que va a salir de su boca el gigante de la noche, dueño de todos los secretos del mundo. ¡Oh laberinto quieto y mágico, parque umbrío y fragante, magnético salón encantado!)

—Platero, si algún día me echo a este pozo, no será por matarme, créelo, sino por coger más pronto las estrellas. Platero rebuzna, sediento y anhelante. Del pozo sale, asustada, revuelta y silenciosa, una golondrina.




(LII) De: Platero y yo



JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


viernes, 4 de junio de 2010

El Pozo




Treinta y tres años viviendo en la misma aldea. La misma donde nació, estudió y montó su tienda de fotografía. La misma donde jugaba de pequeño y no tanto. Donde paseaba en bici por la sierra, se llevaba a las muchachas de carriles, … Era la aldea de su vida y de repente se encuentra con que había un pozo al comienzo de la falda de la montaña.

Nunca lo había visto. Ni de pequeño, ni de mayor ni tan siquiera el segundo antes de caerse dentro de él.

¿Ahora qué? Pensaba. No es que estuviera alejado de las casas más cercanas, pero si lo suficiente para que no escucharan sus gritos de ayuda.

“A ver, a ver. Estoy en un pozo. En grande, todo hay que decirlo. ¿Será de don Jacinto? El jodido terrateniente tiene que saber de su existencia. Al fin y al cabo esta tierra es suya, y aquella y la otra...” Mientras pensaba oyó a Lourdes por los alrededores llamando a grito pelado. “¡Manolo, Manolo!” - “Aquí, cariño”- Lourdes no daba crédito. “¿Qué haces ahí, tontolculo? Sal ya, anda, que hoy comemos con mis padres”-

Pero en el intento por sacarlo Lourdes cayó dentro también. Los padres de ella llegaron a la media hora. Eran ya más de las 4 y ninguno se había presentado a comer. Mientras intentaban sacarlo llamaron a los padre de él. Pasó lo que tenía que pasar, si con una mano se coge una cuerda gruesa y con la otra el móvil... así que al final todos al pozo.

Como el padre tenía casualmente sus herramientas encima (normal, iba a la hortaliza) comenzaron a hacer el pozo más ancho. Era ya cuatro.

Los padres de Manolo dieron con el pozo una hora más tarde, junto con el guardia civil, el cura y don Jacinto. El gordo terrateniente le increpó colérico “Salgan ahora mismo de este pozo, es de mi propiedad y está ahí sin permiso.” Entre todos los calmaron. Primero por que era ilegal hacer un pozo en ese espacio. Y segundo por no querer traer ni una mala excavadora para ayudarles a salir. “Los ayudáis vosotros que sois tan buenos” dijo don Jacinto mientras empujaba a todos a la vez dentro del pozo.

Más gente en el pozo es igual a más brazos para trabajar. De manera que con piedras, las cuatro herramientas que tenían y cascotes que iban cayendo fueron ampliando el habitáculo hasta el punto de hacer agradable la estancia. Hacía fresquito en pleno agosto, ¿Qué más se podía pedir?

Tan a gusto estaban que incluso el guardia civil llamó a su mujer para que se trajera a los niños. Mientras don Jacinto seguía montado en cólera junto al pozo. “Encima me levantan la voz, a mi, que soy quien hizo este pueblo. Mio es el cielo y la tierra donde está, el aire que respiráis pandilla de desagradecidos. Hasta vuestras vidas son mías. Yo os pago a todos. Una miseria, si, pero os da para vivir. ¿Así me lo pagáis? Pues ala, todos al pozo y que os den.”

Alertados por el ruido poco a poco iban acercándose los habitantes de la aldea para ver que pasaba. Y conforme se acercaban al pozo don Jacinto los tiraba dentro. Finalmente se quedó solo. Ahora si, ahora todo aquello era suyo, sólo suyo y de nadie más.

“Muajajajaja” reía como un poseso el gordo.

Pero claro, el pozo no daba ya para tanta gente. En turnos de media hora iban agrandándalo para que cada uno tuviera su sitio. Todos trabajaban y nadie se quejaba. Incluso el párroco aprovechaba entre pala y pala para hablarles a los niños que estaban en catequesis. El maestro y el guardia civil también montaron su pequeño aula donde enseñaban a los infantes e incluso a los mayores que en su día no pudieron aprender ni a leer.

Conforme los niños se hacían grandes iban reemplazando a sus padres en las tareas de agrandamiento. Varios huertos daban de comer a toda la aldea subterránea. Entre la dieta tan saludable, el agua que más pura no podía ser y la camaradería que había en el pozo, la longevidad de los habitantes era casi antinatural. Sin haberse dado cuenta habían formado una utópica comuna guiados por el bien común. Una sociedad idílica donde entre todos se ayudaban.

Incluso empezaron a aparecer los primeros nativos subterráneos. Y cada vez había que agrandar más y más el pozo hasta que llegó un momento en el que había casi más espacio dentro que fuera. Fue entonces cuando ese microcosmos se replegó sobre sí mismo.

Atónitos quedaron los habitantes cuando se vieron a pleno sol. Los nativos subterráneos lloraban asustados y los más jóvenes apenas recordaban tanta luz. Una vez se acostumbraron a ella vieron como al replegarse todo lo que había dentro ahora estaba fuera y viceversa. El silencio era hasta molesto para los oídos. Nadie decía nada. No sabían que era lo que estaban sintiendo en esos momentos: miedo, alegría, tristeza, añoranza, esperanza...

De repente algo los sacó de sus cavilaciones. Desde lo que antes era aldea y ahora pozo se escuchaba una voz que a gritos decía “Sacadme de aquí, cacho cabrones. Le habéis dado la vuelta a mi aldea sin mi permiso. En cuanto salga de aquí os vais a enterar de lo que es bueno.”

La Ciudad Que No Se Rindió


Gracias a Álvaro Morales que ha querido compartir su pasión por los acontecimientos bélicos transcendentales de la historia mandándonos este relato:





LA CIUDAD QUE NO SE RINDIÓ (Álvaro Morales)

Era ya muy tarde cuando se vio dentro de aquel atolladero. Su compañero y amigo iba al lado. Pensó detenidamente por qué se había aventurado en aquella guerra sin final, casi fraticida, solamente escuchó la voz de su gran líder, Stalin, llamando a los patriotas de la gran URSS y no lo pensó dos veces, se alistó en una pequeña mesa que estaba en mitad de la triste, fría y nevada plaza de su pueblo, que ahora después de pasar 2 años fuera de su casa tanto anhelaba, encontrándose en una ciudad desolada que ya no conocía. De aquella ciudad decían que era insignia de la URSS y que nunca se podía perder puesto que llevaba el gran nombre del gran líder venerado y también odiado por sus compatriotas. Solo llevaba un rifle, el único cargador cercano era el que su amigo llevaba en la mano. Llevaban allí sobre unos dos días agazapados entre ruinas, justo por encima de ellos ráfagas de balas sobrevolaban cortando el viento con una especie de silbido fantasmagórico, de esos que al oírlos un escalofrío te recorre todo el cuerpo, estaban agotados sin agua ni comida y con la moral por los suelos, no se atrevían a salir de su posición, solo un pequeño muro de una casa inexistente los protegía de una ametralladora MG42 que apenas estaba a 100 metros de distancia y que llevaba vigilándolos esos 2 días sin desaliento. Con calma, esperando a que se dejaran ver para abatirlos como si de animales se tratasen; sus compañeros de brigada les habían dado por muertos y su sargento no tardó en añadirlos a la gran lista de bajas del frente ruso. Pero ellos seguían luchando por sobrevivir entre amasijos de hierros y cadáveres tanto de camaradas como de enemigos que ellos mismos habían abatido cuando empezó la segunda gran ofensiva para intentar conquistar la ciudad. Pensaban: “¿escaparemos de este infierno?,¿estaremos vivos mañana?”, o la mas desquiciante de las preguntas ¿moriré cuando pase este minuto?De repente en la noche se oyeron unos crujidos de cadenas en la lejanía, que poco a poco avanzaban hacia ellos, lo curioso es que no parecían provenir del lado enemigo, parecían los T-34/85 que a medida que avanzaban machacaban hierros y a los numerosos cadáveres esparcidos por el suelo e iban creando una especie de camino de salvación entre el caos y la desolación de aquella batalla, detrás, parapetados, un batallón de infantería ligera avanzaba y mucho detrás desde la otra orilla del río Volga la artillería masacraba las posiciones del enemigo que poco a poco iban cayendo como si de un castillo de naipes se trataran, las tenazas del ejercito rojo se estaban empezando a cerrar entorno al cuello del enemigo alemán, que todavía resistía heroicamente que a la desesperada intentaba zafarse del enemigo y contraatacar con lo poco que le quedaba apenas 5 panzers, 2 batallones de infantería y unas cuantas piezas de artillería, pero todavía les quedaba un pequeño as en la manga un grupo de unos 10 francotiradores que estaban apostados entorno a una pequeña plaza y que eran un obstáculo para completar la reconquista de Stalingrado se alojaban en altos edificios, dispersados pero en perfecta sincronización, con el fin de abatir al mayor numero de soldados soviéticos posibles y a uno de los dos amigos lo abatieron cuando se descuidó y se dejó ver mientras que cantaban y festejaban que todavía seguían vivos todavía en la primera línea de fuego, el otro amigo lleno de sangre se quedó aterrado, paralizado y el festejo y los himnos se pararon en seco al ver que su compañero y amigo desde la infancia yacía tendido en el suelo con un balazo en la cabeza y con una mueca en la cara de satisfacción ante la supervivencia que se había convertido en muerte, cogió el fusil y gritó como jamás por nadie ni por nada lo había hecho, lleno de rabia, pero también de miedo, ya para ese momento el francotirador que había matado a su amigo se había retirado a otro edificio casi derruido a esperar a otra victima.

Por fin estaba con sus camaradas de batallón pero se sentía solo no quiso retroceder para volver a ver a su viejo amigo, tirado en el suelo casi sepultado por la inmensa tormenta de nieve que ocultaba a la pequeña resistencia alemana.

Tan pronto como capturaron otra mas de las líneas enemigas, pudo distinguir una pequeña casita que le resultaba muy familiar, estaba destrozada pero aún recordaba las tardes de verano en aquella calle que ahora estaba desierta solamente 2 ratas merodeaban por aquel páramo estéril de vida a lo lejos desde los altavoces se oían una serie de himnos y de discursos rezando ¡NI UN PASO ATRÁS! intentando animar a las tropas de soldados que poco a poco se adentraban en aquel campo de muerte por otro lado un Hitler asombrosamente amable y simpático incitaba a los soldados soviéticos a que salieran de detrás de los escombros y se animaran a unirse al ejercito alemán, con mejor vida, mas comida, vodka, tabaco alemán y por supuesto prostitutas, todas las prostitutas que quisieran, pocos accedían a aquellas ofertas tan tentadoras del führer alemán por que sabían que al salir o les abatirían los francotiradores alemanes apostados entre las ruinas o sus propios camaradas por traidores a la patria.

Llegó al lado de su pequeña casa destrozada que ya apenas conocía y con un vistazo furtivo divisó el interior intentando buscar a sus padres y a su hermana pequeña que anhelaba tanto, pero no encontró mas que un pobre perro muerto de frío y asustado debajo de una pared derruida y con un cinturón con dos o tres pequeñas bombas. A aquel perro anteriormente lo habían entrenado para adentrarse en terreno enemigo y colocarse debajo de los tanques para hacerlos volar por los aires, por alguna extraña casualidad o algún milagro, el temporizador se había roto y este pequeño perro asustado de tantos tiros y explosiones se cobijó en los restos que quedaban de su casa.

Decidió, después de un rato, liberarlo de aquel cinturón de bombas y otra vez más intentó divisar algo de vida dentro de aquella casa, pero ni sus padres ni su hermana aparecieron dándole un abrazo como otras muchas veces pasaba y con lágrimas en los ojos decidió marcharse sin volver a girar la mirada. Dentro de sus pensamientos y de su tristeza resonó un eco, un ladrido, que raro, pensó: “¿un perro por aquí?”. Ya no se acordaba de aquel pequeño perro que liberó y que hacía ya mas de tres horas le venía siguiendo el paso justo al lado, sin despegarse, parecía como si le quisiera agradecer lo que había hecho por el, parándose, le instó varias veces a que se marchara y siguiera por otro camino pero el animal se sentía bien a su lado y ya había perdido todo el miedo. Así que como el perro no se iba, pidiéndole permiso a su sargento y en colaboración con sus compañeros de batallón, decidieron que sería la mascota de éstos, y así, después de unos cuantos pequeños enfrentamientos, consiguieron tomar el control de Stalingrado sin sufrir demasiadas bajas y con aquel perro a salvo entre ellos. Nuestro amigo decidió marcharse al poco tiempo de aquel país asqueado por la política y atormentado por que nunca supo que había pasado con su familia, tal vez engrosarían las listas de civiles que cayeron victimas de las numerosas ofensivas del enemigo y de sus propios camaradas, pero siempre estuvo acompañado de aquel nuevo amigo, aquel perro que lo seguía fiel donde se dirigiera, al fin y al cabo después de todo lo quería y era su única familia y compañía.

martes, 1 de junio de 2010

El Hijoputa

Evaristo se levantó esa mañana como cualquier miércoles. Remoloneó un cuarto de hora en la cama y finalmente bajó a la cocina a desayunar. Sus padres estaban ya terminando el café y las tostadas cuando entró a la cocina. De repente se notó algo extraño.

Como si alguien desde fuera controlara sus actos se dirigió hacia el plato de su madre, le quitó la tostada y de un bocado la engulló.

-”Oh, no, dios mío, ya ha pasado”- decía la madre con lágrimas en los ojos. -”Tarde o temprano tenía que ocurrir”- respondía el padre -”aunque los médicos nos dieron hasta los treinta años de plazo y apenas acaba de cumplir los veintidós”-

Es verdad, hoy era su cumpleaños. ¿Por eso se sentía así? ¿A qué se refería la madre con lo de “ya ha pasado”? Sin ganas de calentarse mucho la cabeza se despidió de sus progenitores con un infrecuente “¡Que os follen!” y salió hacia la facultad.

-“¿Les he dicho a mis padres que les follen? Esto es muy raro, yo no soy así. Lo peor de todo es que no me siento mal, ni mucho menos. Joder, yo que tenía remordimientos cuando me iba a la cama sin darles las buenas noches y ahora mira, mandándolos a tomar por culo sin darme apenas importancia.”

Mientras andaba por la calle, apenas a veinte minutos de la facultad, siguió notando ese extraño efecto con el que se había despertado. Jugueteando con las llaves iba rayando los coches que encontraba a su paso. Rompió la rama de un árbol y la usó para bloquearle la rueda a un ciclista que no tuvo más opción que irse al suelo.

Con las manos en los bolsillos entró al viejo edificio, no quería hacer daño a nadie, pero por alguna extraña razón no podía evitarlo. Se sentía manejado como en un videojuego por un niño gordo y cabrón.

Tras cuatro o cinco zancadillas escuchó como el rector, doctor en medicina y amigo de toda la vida de la familia lo llamaba a voces desde el pasillo.

-”¡Evaristo, Evaristo! Ven a mi despacho a la de ya”- Broncazo al canto, se esperaba. Pero al entrar vio que no podía estar más equivocado.

-”Evaristo, hijo, siéntate. Me han llamado tus padres para contarme el incidente de esta mañana. Por eso he juntado a un par de colegas, los que te trataron al nacer, para una reunión de urgencia”
-”¿Reunión de urgencia, “los que me trataron”...? Mire don Jacinto, yo le tengo mucho aprecio, pero está usted hoy de un gilipollas que no le aguanta ni la cornuda de su madre”. Ooohhhh dijeron los otros médicos que había en la sala asientiendo orgullosamente con la cabeza.

Uno de ellos, un canijo calvete con gafas de pasta de mil dioptrías le dijo a don Jacinto: “Esto es mucho mejor de lo que nos esperábamos. Creo que hablo en nombre de todos los presentes cuando digo que es usted un genio.” Los demás señores volvieron a asentir con la cabeza.

-“¿Qué coño está pasando?” Dijo Evaristo notablemente alterado.
-“Querido Evaristo, eres un gran hijoputa”.
-“¿Perdón? No me he levantado esta mañana para venir a la mierda de facultad de medicina y que un viejo rancio y putero me insulte”.
-”Nada más lejos, querido Evaristo. Muy al contrario, te estoy felicitando. No te lo hemos contado nunca, pero cuando naciste propuse a tus padres hacer un experimento. Alteramos tu ADN artificialmente y te infiltramos unas pequeñas dosis de hijoputismo concentrado. Para sorpresa de todos resultaste ser buena persona. Eso hizo que el propio virus se fuera clonando a sí mismo para infectar al resto de células con hijoputismo y poder sobrevivir. Por el ritmo del contagio predije que a los treinta más o menos llegarían a su apogeo, pero cual no será mi sorpresa cuando veo que ocho años antes ya está plenamente desarrollado.”

-”A ver, a ver, quieto ahí. ¿Me estás diciendo que las putadas que estoy haciendo hoy son producto de una especie de experimento del doctor Bacterio?”

-”En efecto, ¡Y ha resultado ser todo un éxito!”

-”¡Qué éxito ni que pollas! Joder, viejo mamón, estoy en ya tercero, a un año de licenciarme y comenzar mi carrera como traumatólogo y ahora vas tu tiras por tierra todo el trabajo de estos años.”

-”Muy al contrario, querida cobaya humana, ahora es cuando está preparado para enfrentarte al mundo. Siendo buena persona te comían vivo por los pies. Te han robado ya siete bicis con la excusa de pedírtela para un paseo. Todos los ahorros del viaje a Amsterdam se los dejaste a un colega para montar un bar, quedántote sin dinero y sin colega. Ahora que ya eres un hijoputa, y bastante mejor de lo planeado en un principio, tienes la oportunidad de reclamar lo que es tuyo, de trepar por encima de tus compañeros para llegar más alto. En resumen, ya eres lo suficientemente hijoputa para triunfar y ser lo que tu quieras: político, camarero, informático... “

-”Pero... pero... ¿Como voy a llegar a nada siendo tan hijoputa?”

“Hijo mío”- dijo don Evaristo -”veo que además de hijoputa sigues siendo tonto. No ha problema” y pulsando el botón del intercomunicador que tenía sobre la mesa dijo “Señorita Virtudes, tráigame el maletín que tengo en el maletero de mi coche, el que pone emergencias”-

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